Capítulo 22 - Amor perdido

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La habitación del capitán estaba en penumbra. Caroline reposaba sobre la cama mientras William, sentado a su lado, sentía como la vida de su mujer comenzaba a desvanecerse lentamente. Latidos cada vez más débiles, respiración irregular, piel pálida... durante las dos últimas horas el paso normal del tiempo se había convertido en una cuenta atrás con un fatídico e inevitable evento final.

Los gemelos, como alimañas rebuscando en la basura, desorganizaban el almacén de la nave en busca de explosivos. Decenas de herramientas, piezas y demás elementos necesarios para un correcto mantenimiento de la nave se encontraban desperdigados por el suelo.

Poco antes, Tobías y Jorge habían llegado a la conclusión de que era necesaria una explosión controlada para liberar a Layna de su cautiverio... pasando por alto los peligros que esa decisión pudiera acarrear. Shao entró en el almacén:

· ¿Qué estáis haciendo? – aquel alegre rostro que lo caracterizaba había desaparecido, ahora solo mostraba amargura

· ¿Shao, verdad? – preguntó Tobías

· No hemos logrado liberar a tu amiga, necesitamos explosivos. – dijo Jorge

· Explosivos... ¿Estáis bromeando?

· ¿Te parece que bromeamos? – respondió Tobías

Shao conocía los riesgos de una explosión en el interior de la nave, pero la idea de aquellos jóvenes no era tan disparatada como podía parecer... siempre y cuando supiesen realmente lo que hacían. Si mediar palabra, abrió un pequeño armario que se encontraba junto a la puerta y sacó de su interior cuatro cartuchos de explosivo plástico, cables y un detonador. Los gemelos le miraron avergonzados:

· La explosión no será muy potente, así que colocad las cargas adecuadamente.

Tras entregarles los explosivos, buscó en aquel caótico entorno algunas piezas y herramientas. Los gemelos se dispusieron a abandonar el almacén, pero Shao volvió a dirigirles la palabra:

· Necesito ayuda para reparar los sistemas de control de la nave...

Los gemelos se miraron entre si y, tras una larga pausa, Tobías dijo:

· Yo te ayudaré. Jorge coloca las cargas y espérame... no quiero perderme los fuegos artificiales. – dijo con una sonrisa en el rostro

Layna Alena seguía flotando en aquel frío y oscuro acuario, aletargada como un pez moribundo, mientras miraba a través del cristal esperando que Shao o William apareciesen.

Sin darse cuenta, el cansancio hizo mella en ella y sus ojos se cerraron lentamente... y se habría quedado dormida de no haber sido por el estrambótico sonido que la rodeó sin previo aviso, haciendo que sus ojos se abriesen bruscamente.

El agua vibraba a su alrededor. Al otro lado del cristal una extraña niebla oscura como el carbón entraba en la sala de escape, moviéndose de un lado a otro y emitiendo un fuerte zumbido.

La sombra chocó contra la puerta y, milésimas de segundo después, Layna se quitó el tubo de la boca al mismo tiempo que gritaba de dolor... la criatura lo había atravesado y provocado cortes en la boca de la joven. Asustada, observó como aquel ser reaccionaba violentamente al contacto con el agua que era expulsada por el tubo. Retorciéndose como un torbellino, huyendo del agua, el ser abandonó la sala tan rápido como había llegado.

Desconcertada, agarró con fuerza su único medio para respirar y se lo volvió a introducir en la boca antes de que el miedo se apoderase de ella. El joven Jorge entró en la sala de escape con total tranquilidad, interactuando con un objeto que sostenía entre sus manos. Layna golpeó la puerta metálica, en un mero intento para avisar al joven del peligro que rondaba la zona:

· Perdón por el retraso. – dijo Jorge, Layna no podía oírle y solo vio como los labios del muchacho se movían – Ahora te sacamos de ahí, tranquila.

Ajeno a lo que había sucedido allí escasos segundos atrás, comenzó a colocar las cuatro cargas en la puerta. Una vez fijadas, conectó el detonador y los explosivos usando los cables y se alejó hasta la entrada de la sala, situándose a una distancia prudente para no ser alcanzado por la explosión.

En el cerebro de la nave, Shao y Tobías intentaban reparar el desastre ocasionado por la criatura. La prioridad de Shao era retomar el control, ya que disponían de menos de ocho horas antes de llegar a la Tierra y el destino de aterrizaje aun no había cambiado:

· ¿Así que una especie de extraterrestre que flota envuelto en humo negro mató al coronel y destrozó todo esto? – preguntó Tobías, incrédulo

· Exacto...

· Y yo que pensaba que los extraterrestres eran seres pequeños, verdes y cabezones... – dijo sonriendo, Shao no le prestó atención

· ¿Serías tan amable de llevarte el cuerpo de... este desgraciado? No soporto seguir viéndolo mientras estoy trabajando.

Tobías miró el cadáver del coronel, que se encontraba tirado boca arriba en una esquina de la sala. Con desanimo, se acercó a él, lo agarró de los brazos y comenzó a arrastrarlo:

· Quien iba a decir... que alguien... como usted... iba a recibir su merecido... – el cuerpo pesaba bastante

Continuó arrastrándolo por los largos pasillos de la nave, a duras penas, hasta que llegó a las habitaciones de la tripulación. Entró en la primera que pudo y dejó el cuerpo allí.

A unas pocas habitaciones de distancia, Caroline dejó finalmente de respirar... y cuando su corazón dejó de latir, a unas pocas habitaciones de distancia, Tom S. Serus abrió los ojos... fijando su diabólica mirada sobre el joven que lo había llevado hasta allí.

Cora: Destino inciertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora