Tom S. Serus caminaba con convicción entre el laberíntico y complejo sistema de túneles que abarrotaban las entrañas de la nave. Sumergido en sus pensamientos ideaba formas, cada una más perversa que la anterior, de vengarse de William Wolvert.
Al principio pensó en darle una paliza... pero sonaba mejor la palabra "tortura". No obstante, una tortura a un hombre de tan avanzada edad podría acabar rápidamente con la diversión... quizá era mejor torturar a su querida sobrina Layna Alena y al joven Shao Zhi Shen, el hijo que William nunca tuvo... le obligaría a mirar mientras sesgaba una a una la vida de aquellos que amaba.
Tan solo habían pasado unas veinte horas desde que había conocido a William, durante una corta comunicación tras el aterrizaje, y ya ansiaba el momento de acabar con él:
· Buenas, soy el capitán Wolvert... coronel Tom S. Serus supongo.
· Efectivamente... capitán, le informo de que llegaremos en aproximadamente dos horas, tenga todo preparado para entonces.
· Negativo. Hemos sufrido daños durante el aterrizaje y nos es imposible despegar. No he informado a mi tripulación de su presencia y, por lo tanto, considero oportuno retrasar su llegada hasta que la nave este operativa.
· ¡Eso es inaceptable!
· Lo lamento coronel, pero no está en posición de exigir nada. Le avisaré cuando estemos listos.
· ¡Pero...! – la transmisión se cortó
Giró a su derecha y llegó a un largo pasillo plateado poco iluminado, con varias puertas numeradas a cada lado. Siguió caminando hasta que encontró la puerta que buscaba y entró bruscamente en la oscura habitación, provocando que las luces de la misma se encendieran automáticamente y que dos asustados jóvenes se levantasen de sus camas de un salto:
· ¡Maldita sea, no os pagan por dormir! ¡Inútiles!
· Perdón señor... – dijo Jorge
· Estamos aquí por una razón, ¿Acaso lo habéis olvidado?
· ¡No señor! – exclamaron los gemelos al unísono
· Llegaremos a la puerta en una media hora, lo que significa que tardaremos aproximadamente trece horas en llegar a la Tierra... no quiero errores... repito, ¡No quiero errores! Nada más aterricemos en la base cinco guardias de justicia realizaran la detención del capitán Wolvert y su tripulación para su posterior ejecución y vosotros... ¿Qué tenéis que hacer?
· ¡Transportar la carga a un lugar seguro señor! – dijo Tobías, seguido casi inmediatamente por Jorge
· Bien... que no se os olvide.
· Señor...
· ¿Qué ocurre Tobías?
· No cuestiono sus ordenes señor, pero... ¿Es necesario ejecutar a la tripulación? Me refiero a que no...
· ¡Silencio! – Tom se colocó frente a Tobías, amenazante – Soldado, usted no está aquí para pensar, haga lo que se le ha ordenado... ¡¿Le ha quedado claro?!
· Si... si señor...
El coronel decidió marcharse, pero cuando miró hacia la puerta observó a la enorme mascota de Shao mirándole fijamente, mostrándole las mandíbulas y gruñendo con ferocidad. "Ojala tuviera mi arma" pensó Tom, pero con las prisas habían olvidado cogerlas antes de marcharse hacia la nave:
· ¡Fuera, bastardo! – dijo Tom mientras daba un paso al frente
Lobo entendía a la perfección las conversaciones humanas, pero su diseño animal le impedía comunicarse y avisar del peligro a su dueño... lo único que podía hacer era atacar:
· ¡No me has oído, he dicho fuera!
Un movimiento brusco con el brazo era todo lo que necesitaba Lobo para lanzarse y morder a su adversario. Cuando el coronel quiso darse cuenta estaba en el suelo, gritando y forcejeando con el feroz canido mientras los gemelos golpeaban el duro lomo del animal y tiraban de él intentando separarlo del sangrante brazo que mordía.
Segundos después entraron en la habitación William, Shao y Layna:
· ¡Lobo, detente! – ordenó Shao
La bestia soltó al coronel de inmediato y se acercó a Shao, el cual solo necesitó una mirada de su fiel amigo para saber que si había hecho algo así era por un motivo justificado.
Layna, a pesar de detestar al coronel, se acercó a él y, con ayuda de los gemelos, le ayudó a levantarse y se lo llevaron hacia la enfermería.
William, Shao y Lobo se quedaron solos... pequeñas gotas de sangre goteaban de la boca del animal:
· Lobo... – susurró Shao mientras lo acariciaba
· Esto nos dará más problemas...
· William, sabes de sobra que Lobo no ataca sin razón... esos hombres ocultan algo, desde el momento que entraron en la nave...
· Yo tampoco confío en ellos pero por algo así... en el mejor de los casos Lobo no tiene posibilidades de sobrevivir... – Shao se quedó sin palabras – No te preocupes... – William puso su mano sobre el hombro de Shao – Ya pensaré en algo...
William abandonó la habitación. Shao abrazó con fuerza a Lobo mientras las lágrimas que brotaban de sus ojos caían intermitentemente sobre un gran charco de sangre.
ESTÁS LEYENDO
Cora: Destino incierto
Ficção CientíficaLa nave Cora y su tripulación son los encargados de trasladar un artefacto de origen desconocido hallado en la moribunda luna Oculus, que orbita alrededor del lejano planeta Horus, hasta la tierra. La aparentemente sencilla misión dirigida por el ca...