Ya daba igual qué había ocurrido, había ocurrido... y punto. Miradas de odio, mucho rencor y silencio fue la forma que eligieron para despedirse los tripulantes y sus invitados.
La tierra estaba a doce horas de distancia aproximadamente, tiempo más que suficiente para pensar en qué harían cuando llegaran y para reparar los daños que se habían producido tras atravesar la puerta:
· La misión no ha cambiado... – dijo Tom mientras se vendaba la herida del costado – Vosotros dos llevaréis el artefacto a donde os indiquen... yo me encargare de la tripulación... – los gemelos asentían mientras miraban los ensangrentados pies desnudos del coronel
Al otro lado de la nave, en el puesto de control, William comprobaba cientos de mediciones, números y letras, desperdigados por varias pantallas, que solo tenían significado para alguien experimentado. Layna y Shao examinaban a Lobo, que seguía empeorando:
· Parece tener una cicatriz en la zona de la quemadura... aunque nunca había visto algo así. – dijo Layna
· ¿A qué te refieres? – preguntó Shao, temeroso
· Pues...
· Layna. – le interrumpió William – Ponte el traje y sal a reparar esas placas, las necesitaremos si queremos aterrizar de una pieza.
Inmediatamente se puso en pie y se fue de allí. Shao acariciaba la cabeza de su amigo con suavidad, susurrándole palabras tranquilizadoras.
Layna caminaba en dirección a la pequeña sala desde la cual tendría acceso al exterior cuando se detuvo y miró a su alrededor. Parecía como si cientos de insectos revoloteasen detrás de las paredes, desgarrándolas... y ella no fue la única que lo escuchó. William y Shao intercambiaron miradas mientras aquel extraño sonido los envolvía. Tom S. Serus y los asustadizos gemelos miraron hacia el techo de la habitación donde se encontraban, quedándose atónitos al ver como pequeñas porciones de humo negro parecían asomarse y esconderse por las rendijas de la rejilla que tapaba el conducto de ventilación.
El ruido cesó tan rápido como había aparecido, y ninguno le dio mucha importancia. Tom pensó que no era problema suyo, los gemelos pensaban lo que su coronel quisiera que pensasen, Layna tenía trabajo que hacer, Shao estaba demasiado preocupado por Lobo... y a William simplemente le daba igual, solo quería llegar a la tierra y olvidarse de todo.
Layna se puso el pesado traje espacial, cerró la puerta del diminuto habitáculo donde se encontraba y pulsó un botón rojo que había en la pared. Un anticuado, aunque eficiente, mecanismo bloqueó la puerta y activó otro sistema que comenzó a extraer el oxigeno. Al terminar la extracción una compuerta que daba al exterior se abrió y la joven salió de la nave.
Antes de salir había colocado las seis placas que quedaban y el soldador en un pequeño elevador que saldría automáticamente al exterior y le facilitaría el trabajo. Necesitaban siete placas para reparar por completo el fuselaje, pero estaban obligados a conformarse con seis y confiar en la suerte.
Una a una fue extrayendo las placas dañadas y sustituyéndolas por las nuevas, una ardua tarea que le llevó más de dos horas. Mientras tanto, en el interior de la nave, Tom y sus secuaces descansaban. William continuaba comprobando todos los sistemas y Shao había bajado a la sala de maquinas para hacer algunas reparaciones, dejando a Lobo durmiendo en su habitación.
Una lucecita empezó a parpadear, William pulsó un interruptor y la lucecita se apagó, pero casi inmediatamente otra lucecita parpadeó... y después otra... y otra... y otra... algo iba mal.
Las pantallas mostraban imágenes aleatorias de las cámaras de la nave junto a números, letras, símbolos, protocolos, etc. Por toda la nave se comenzaron a oír diferentes tonos de alarma y la voz de Caroline diciendo cosas sin sentido:
· Protocolo, sistema, cincuenta, viaje, reiniciando...
· ¡Caroline que ocurre! – gritó William
· Altitud, fallo, uno, dos, tres...
· ¡Caroline basta!
· Daños, perdida, situación, propulsor, propulsor...
Todos se alteraron por aquel repentino estado de locura al que había sucumbido Cora. El capitán desconocía el origen del fallo, pero sabía que no era nada bueno:
· ¡Layna! – dijo después de pulsar el diminuto botón del transmisor que llevaba acoplado al oído derecho
· Dime William. – le respondió
· ¡Layna vuelve a la nave, algo va mal!
· Un momento, casi he terminado...
· ¡No Layna! ¡Vuelve ahora mismo!
Caroline seguía diciendo palabras, números y demás incoherencias. Layna no tardó en llegar hasta la compuerta por la que había salido. Pulsó un botón verde, la compuerta se cerró y el oxigeno comenzó a llenar la pequeña estancia. No obstante, cuando debería haberse desbloqueado la puerta de salida, el sistema falló.
Layna pulsó repetidas veces el botón verde, sin éxito. Las tuberías que estaban a su alrededor comenzaron a vibrar, pequeños chorros de agua caían sobre el traje de Layna:
· ¡William, estoy atrapada!
· Tranquila, me dirijo hacia allí. – dijo en un tono tranquilizador, aunque se notaba su preocupación
· ¡William, esto se está empezando a llenar de agua y no creo que...!
La transmisión se cortó. Ahora William solo podía oír un zumbido continuo... por más que llamó a Layna ella no le respondió.
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Cora: Destino incierto
Science FictionLa nave Cora y su tripulación son los encargados de trasladar un artefacto de origen desconocido hallado en la moribunda luna Oculus, que orbita alrededor del lejano planeta Horus, hasta la tierra. La aparentemente sencilla misión dirigida por el ca...