Gato se encontraba haciendo la ronda de la tarde en el palacio. El Rey se encontraba de viaje de negocios y una escuadrilla se quedó en el lugar para cuidar a las cinco hijas que tenía su Rey.
El pertenecía a la Guardia Real, prácticamente es de la élite de los guardias, era el mejor catalogado y lo tenían bien considerado en especial su jefe. Su vivir también era tranquilo y acomodado, tenía beneficios pertenecer a esa Guardia, pero no por esto era un buen candidato para una de las princesas; y que no podía quitar de su cabeza, ella era Dulcinea, una preciosa gata blanca de grandes ojos celestes, su fino andar era como de una bailarina y también tenía un encanto que le hacía distraerse de vez en cuando...
Por desgracia él no podía ofrecerle nada a pesar de tener un buen puesto, no tenía poder, ni influencias, ni hectáreas de tierras, ni buena línea de sangre, ni nombre... nada de lo que buscaban las grandes familias.
No por esto evitaba verse con ella, Dulcinea no tenía idea de sus sentimientos pero siempre lo buscaba y pasaba tiempo con él. De hecho ahora se encontró con ella, quien venía saliendo de sus cotidianas clases de etiquetas.
- ¡Buenas tardes señorita Dulcinea! – saludó haciendo una reverencia quien poco le prestó atención.
- Oh, buenas tardes – respondió ella.
- ¿Qué tal sus clases? – preguntó él.
- Bien, lo normal – contestó – Sabes...necesito pedirte un favor, sé que lo harás – agregó muy segura.
- Dígame – dijo Gato.
- Escuché a la ligera un plan que tiene mi padre, gracias a una de mis hermanas claro...Necesito que me averigües de qué se trata – contó ella.
El jamás le negaba un favor.
- Claro, apenas tenga noticias se la haré saber – dijo él - ¿Necesita alguna otra cosa?
- No nada, debo irme – dijo ella yéndose rápidamente de ahí.
Lo otro que pasaba es que siempre ella le pedía favores o lo mandaba a hacer alguna cosa, en fin lo buscaba para su conveniencia pero el poco le importaba, una porque la quería y dos porque era su trabajo obedecer cualquier petición de ella. Gato no notaba que Dulcinea se aprovechaba.
Esto no evitaba que él se quedara dormido en los laureles, ya que cada vez que tenía libre salía con sus compañeros y siempre terminaba saliendo con otras chicas en los bares, era su forma de desahogarse, que importaba si el es soltero y de cierta manera es libre.
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-Uf esas princesas me hartan – dijo su mejor amigo Joey, un gato dorado – Es decir, sé que es nuestro deber, pero a veces me siento basureado por ellas y eso que somos parte de la Guardia Real, no me quiero imaginar a los pobres sirvientes.
- Sí es verdad, pero qué más da, habrá que aguantar y esto es "buena" paga. Además, ya falta poco a que tengan edad para casarse y se vayan – dijo otro compañero.
- ¿Qué tiene que ver eso?- preguntó interesado Gato.
- Que una de ellas se quedará en este palacio, no sé cuáles serán las condiciones ni quién será la elegida, según lo que dijo nuestro Rey, él está planeando algo para que sea justo para todas – explicó.
Vaya, eso había sido fácil de averiguar, le informaría a Dulcinea después.
- Aunque las restantes no se quedarán atrás, el Rey tienes otros palacios más pequeño que este. Algo harán para que una de ellas se quede con el "premio" mayor – agregó.
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Eres la luz dentro de mi oscuridad
AdventureGato trabaja en la Guardia Real del Palacio en el reino en el que vive donde aloja sus cinco princesas que juntos a sus compañeros tienen que proteger y cuidar. Pero él solo le interesaba una, Dulcinea. Bueno eso era lo que creía hasta que en su cam...