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La sala se mantenía en silencio, una joven de piel tersa estaba sentada en el trono, aquel que aparentaba ser de hielo pero solo era de cristal; un grueso y duro cristal. La joven de cabellos rubios casi blanco, soltó un suspiro, y antes de poder pestañar vio a una figura ingresar en la sala, se trataba de Guly, una arpía que se encargaba de cocinar en el castillo, y además era una de las criaturas más cercanas a ella. Los Narnianos no confiaban en las arpias, en los licántropos, en los minotauros, en los ogros ni en ninguna de las criaturas que poblaban su reino, pero ella los adoraba con el corazón; con su frío y pálido corazón.
—Guly—dijo la muchacha—¿Qué delicia traes hoy?— preguntó mientras se paraba y se dirigía a la criatura.
Guly esbozó una sonrisa que para muchos parecería maléfica, pero era la más dulce que ella sería capaz de esbozar —Es solo un dulce para que coma ahora, mi señora. — dijo mientras hacía una reverencia acercándole el plato a la rubia.
—¡Por los hielos, Guly! Me conoces desde que soy una niña, por favor, ven—dijo agarrando de la mano a Guly y sentándola con ella en unos sillones de terciopelo rojo. Agarró un dulce y lo probo—Mmm, está delicioso— aseguró mientras comía otro.
La arpía sonrió—Me alegro, mi se...— dejo de hablar cuando la joven le dio una mirada —Amina. — dijo al fin.
La muchacha sonrió, a veces le parecía que entre la gente estaba prohibido decir su nombre, y eso lograba ponerla mal. Ella no era mala, pero sabía que era tal el respeto que le tenían que no se animaban a decir su nombre por miedo a ofenderla de alguna forma. —Querida, disfruta la comida, debo ir a preparar la cena— Guly se disculpó y salió del salón de trono.
La joven de cabellos rubio soltó un suspiro. Se sentía tan sola, pero siempre había estado así y siempre lo estaría. Se levantó del sofá en el que estaba sentada y se acercó a un ventanal para observar el exterior: lo que antes era un páramo helado, desolado y cubierto de nieve, ahora era un pueblo lleno de casitas con nieve en su tejado, antorchas en las calles y la descendencia de sus ciudadanos correteando de aquí para allá. Los adultos; cosechaban, entrenaban con las armas que poseían y se dedicaban a la ganadería, todos ayudaban a todos, aunque eso fuese difícil de creer después del legado que Jadis parecía haber dejado. Esbozo una sonrisa, había hecho algo bien, y de eso estaba segura, ¿Quién podría imaginar que las 'bestias' a las que llamaban desalmadas podrían estar viviendo así? ; paz y armonía, todos juntos, sin una sola pelea.
Pero claro que todo tuvo un comienzo: uno oscuro y sangriento.
Tuvieron que luchar, contra Jadis, contra los telmarinos en su tiempo también ,y aún que aquello jamás fue conocido por el resto de Narnia, solo ellos sabían la sangre que se había derramado y las pérdidas que se dejaron.
Después de que Jadis cayera, ella era la legítima heredera, una heredera que se mantenía oculta, sin embargo, cuando ese secreto salió a la luz, sus propios súbditos, sus vecinos, sus hermanos ficticios la pusieron en el trono, necesitaban a alguien que los guiara con sabiduría porque después de la guerra estaban perdidos, desorientados y furiosos. Sus primeros años de mandato fueron los peores, su gente estaba más que furiosa y aunque acataban sus órdenes solo querían lastimar a los demás Narnianos y hacer que Jadis vuelva, algo que ella no permitió, cuando todo eso termino, se vieron envueltos en otra guerra, una guerra que esta vez no era suya, pero aún así tuvieron que enfrentar. Los telmarinos habían sido los enemigos más temibles; eran humanos despiadados y crueles que solo querían el poder, aún así, ellos lucharon al mismo tiempo que lo hacían los Reyes de antaño y el Príncipe Caspian X, perdieron muchas vidas pero aún así nadie en Narnia se enteró que el pueblo de Amina lucho junto a ellos por la misma causa. Desde ese entonces habían decidido no intervenir en ningún conflicto más que tenga Caspian X o los Reyes de antaño y así ellos serían los más beneficiados; sin pérdidas de vidas ni productividad.
La joven se dio vuelta, arrastrando el vestido coral que se le ceñía al cuerpo hasta la cintura y luego caía suelto, dándole un porte aún más elegante a su figura. Sonrió al pasar la mano por la tela; seda. Cuando era niña jamás había tenido un vestido así, debía conformarse con la ropa que le daban o que conseguía, y no siempre era de mujer, mucho menos de su talla, pero aún así, supero esos momentos llenos de dolor y desdicha. Abandono la sala de trono, y enseguida dos guardias la escoltaron; eran minotauros, ambos infundían temor pero cuando hablabas con ellos te dabas cuenta que no eran malos, solo eran incomprendidos. —¿Otra vez?— pregunto risueña. Pudo observar como uno de ellos esbozaba un sonrisita.
—Si, majestad. Sabe que estamos para cuidarla— dijo. Ella sonrió y no contesto, simplemente camino por los pasillos del castillo.
¡Ah, el castillo! Para ella era lo más bonito que había visto, su estructura se asemejaba a la del hielo, pero era cristal, al igual que el trono en que estaba sentada minutos atrás. Aún recordaba cuando puso un pie en el; una sensación horrible la recorrió es por eso que decido cambiar toda la decoración. Las cabezas de animales e incluso personas pasaron a ser cuadros pintados por los niños del pueblo o algún que otro artista, las plantas o hierbas fueron reemplazadas por flores bonitas. Se reemplazaron las incómodas camas de cristal por camas de caoba suaves y mullidas, la cocina se acondicionó para preparar cualquier comida que se pidiese, ella se encargó de enseñarle a los sirvientes algunas recetas y trucos.
También se creó un consejo, que si bien no podía tomar decisiones sin su consentimiento podía tratar temas de interés común y presentarlos ante ella, para ser aprobados o no. Por suerte no había muchas peleas en el lugar pero aún así este consejo existía.
A unos de los guardias casi se le escapa una risa cuando observo el entusiasmo de la joven reina al salir al patio - aquel que antes estaba cubierto de personas y criaturas congeladas, ahora poseía un bonito jardín y una fuente preciosa, se podía apreciar que este era el lugar favorito de ella. La joven se sentó en un pequeño zócalo de la fuente y admiro el cielo.
Quizás estaba haciendo las cosas bien.
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Las Crónicas de Narnia: La Reina Maldita.
Fanfiction[EN EDICIÓN COMPLETA] No ha pasado casi nada desde que Edmund y Lucy vivieron su última aventura en Narnia; la travesía del viajero del Alba. Se sienten realmente tristes al saber que no podrán volver, en cambio, Susan ya ha superado su etapa de 'd...