Capítulo 34

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LA LUZ DEL FUEGO ILUMINABA LA CARPA, APENAS AMANECÍA PERO LAS REINAS Y REYES SE ENCONTRABAN REPASANDO LAS ESTRATEGIAS DE BATALLA, Amina se encontraba más cansada que nunca, había sentido a el collar molestarle todo el día, y solo quería arrancarselo, pero sabía que eso no era posible. Si iba a morir, debía ser luchando a un lado de su pueblo. —Ese es el problema, Susan, no sabemos cuántos hombres tiene —exclamó Caspian luego de un desplante de estrategia de la de cabello oscuro. Lucy le miró con el ceño fruncido por unos instantes, había sido bastante brusco en su respuesta. Susan suspiró pero guardó silencio, sabía que tenía razón, aunque le costara admitirlo.

—Bueno, estoy seguro de que vendrá con las brujas, y si ellas están, también están los espectros — declaró Peter para aligerar el ambiente, moviendo unas cuántas piezas en el mapa del campo, para representar a las criaturas que habían atacado el castillo de hielo.

Edmund golpeteo las yemas de sus dedos en contra de la mesa de madera, nervioso. —Pero debe haber algo más...

—Hechiceros — respondió Amina recordando la noche pasada, al notar la incertidumbre de los demás procedió a explicarse a sí misma — cuándo se metió en mi mente me mostró algo, bueno, más bien, lo oí — movió las manos intentando ordenar lo que decía—Algo de los Hechiceros de Volmir

El rostro de Caspian adoptó una mueca incrédula —¿Los hechiceros de Volmir?— cuestionó

—¿Sabes quiénes son?— pregunto Lucy, Caspian asintió.

—Es una vieja leyenda de los Telmarinos, pero están extintos — aseguró.

Susan hizo una mueca —Bueno, se suponía que nosotros jamás volveríamos, y miranos ahora...

Amina tragó saliva y miró a Caspian
—Cuentame esa leyenda — pidió.









El campamento era muy extenso, las banderas del rey Caspian y el propio blasón de Amina ondeaban en el viento, con orgullo, con altura y determinación. Los árboles susurraban cosas como nunca antes, trayendo consigo un viento de nostalgia. El cabello de la reina se movió con este, ondeando libremente, y cuando el aire se llevaba su estrés, le dejaba otras preocupaciones de regalo.

Para cuando Peter se posó a su lado, Amina sabía quién sería desde minutos atrás. Tenía un don para reconocer a las personas, o eso siempre le habían dicho. —¿Ya sabías que era yo?— cuestionó el joven. Amina sonrió

—Como siempre

Estuvieron en silencio unos minutos más, cada uno perdido en sus propios pensamientos, en sus propias preocupaciones y fantasmas. La reina miro al hombre de un momento a otro, su cabello rubio relucía debajo de la luz de la luna llena y de las antorchas que estaban encendidas, sus ojos azules tan profundos como un océano la miraron también, el terror les recorrió el cuerpo. —Si caigo mañana... — comenzó a decir Amina, Peter negó con la cabeza rápidamente antes de girar su cuerpo hacia ella. Amina le imitó.

—Eso no va a pasar

Amina posó sus frías manos sobre las mejillas del joven delante suyo —Peter, si mañana caigo en el campo de batalla, quiero que me prometas que te irás— imploró, las cejas de hombre se fruncieron. Estaba clara su respuesta.

—¡Claro que no! ¡No pasará, y además, no abandonaría Narnia a manos de alguien más!

Amina tomó una larga respiración —¡Peter! ¡Tienes hermanos que proteger! Si caigo, Caspian puede luchar contra Klaus pero no será por mucho. Su intención no es el trono, si no destruir todo a su paso — rugió la reina. Y eso estaba más que claro para ella. Eso era lo que Klaus hacia, lo que siempre había hecho. Destruir. Peter se negó nuevamente, obstinado como solo él podía serlo. —Peter, haz esa promesa, está no es tu guerra. Están aquí para ayudar, no para morir

Las Crónicas de Narnia: La Reina Maldita. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora