Capítulo 33

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LA NOCHE AZOTABA CON FUERZA EL REINO, el silencio llenaba cada espacio en el castillo mientras Amina miraba como la luna creciente se mantenía en lo alto del oscuro cielo. El ejército de Caspian se había movilizado hace unos tres días y cinco mil de sus hombres habían partido en la misma fecha también para instalar el campamento, llevaría al resto en la caravana que tendría lugar en la mañana, la cual, ella encabezaría. Su tío se mantenía en las sombras pero lo sentía, aún no había dado indicios de ataque pero estaba allí, tejiendo sus planes en la oscuridad y ella solo esperaba ser lo suficientemente lista como para prevenirlos y contraatacar.

Suspiro mientras masajeaba su cuello, el collar le ardía sobre la piel y su dolor de cabeza era terrible, quizás por que no estaba durmiendo más que dos horas por noche, si lo lograba. Sus ojos miraron su reflejo en la ventana, la mitad de su cara estaba pobremente iluminada por las velas de la habitación y su pelo rojo resaltaba la palidez de su rostro. Pensaba moverse hacia su cama cuando un dolor horrible en la cabeza le hizo cerrar los ojos y llevarse las manos a la zona, intentando inútilmente aliviar el dolor. Se arrodilló mientras imágenes borrosas aparecían frente a ella, algunas no podía identificarlas pero otras eran un poco más claras. Reconoció a su madre, su cabello rubio ondeando en el viento mientras movía los brazos acurrucando a una bebé, reconoció el rostro de Jadis, la melodía que recordaba vagamente en sus sueños, no era de su madre, era de él.

Klaus.

Una escena se presentó en su cabeza, Amina sentía que la sangre se le derramaba por la nariz hasta caer al suelo, el rostro irreconocible de alguien daba susurros espantosos que no podía distinguir, hasta que solo entendió una frase: “Ella, te dará la gloria”. El rostro de Klaus se hizo presente en su mente, el pelo blanco hasta antes de los hombros mientras sus ojos claros y aparentemente carentes de humanidad la miraban fijamente, una sonrisa burlona se le colaba entre los labios —Deja de negar quién eres...— el susurró le taladro el cerebro y Amina quería que se terminará, el dolor era tanto que ni siquiera
podía responder, elaborar una pregunta o algo, solo era una espectadora de su propia mente. —Enfrenta tu destino — concluyó el hombre, la joven cayó sobre el suelo sudando y con el rostro ensangrentado.

—¡Benditos sean los hechiceros de Volmir, quienes traerán gloria a esta pecadora tierra!— un grito sin contexto le taladro la cabeza, la voz parecía desaforada, casi inhumana, y se prólogo hasta que solo quedo silencio.

Amina se sentó como pudo cuando el reflejo de la luz de la vela le dejo ver algo, y llevo las manos hacia su cabello: el rojo ya no estaba.

—La maldición...— jadeó la joven.




La mañana llego con rapidez y a pesar de que todos estaban atareados con lo que tenían que hacer para la partida al frente de batalla, los reyes que ya estaban montados en sus caballos listos para comenzar la travesía se quedaron de piedra al ver como Amina arribaba al lugar. El traje negro que traía puesto resaltaba más que él pelirrojo que antes portaba la reina con orgullo había desaparecido dejando el cabello de un color blanco puro, que se movía con el viento. Su rostro parecía aún más pálido que en los últimos días y las ojeras se hacían más notorias ante la falta de cole  Amina se detuvo enfrente de Peter, el cual, se encontraba de pie a un lado de su caballo, el hombre parecía impresionado y aunque intentaba no demostrarlo fallaba claramente en el intento. —Amina, ¿esta todo bien? — tanteó el terreno, se sentía mal de formular la pregunta directamente.

Amina sonrió antes de palmear su hombro con suavidad —Se que están confundidos pero no tengo muchas respuestas más que ustedes — hablo fuerte y claro la mujer —Solo que la maldición me hizo esto— dijo señalando su collar antes de poner un pie en la rienda de su caballo, Peter la sostuvo de la cintura para ayudarla a terminar de subir, Amina le agradeció suavemente. El rubio montó y al sonar las trompetas reales, la comitiva comenzó su viaje.



—Se metió en mi mente ...— la voz de Amina rompió el silencio que reinaba en la larga comitiva que ellos encabezaban, todos le dirigieron una mirada para entender de qué hablaba. —Klaus, no se como lo hizo ni de qué va todo esto...— explicó. Intentaba darle sentido a todo lo que había visto y oído la noche anterior pero todo parecía un gran rompe cabezas del cual no tenía ideas, y las únicas respuestas las podía encontrar de la persona a la que quería matar tan imperativamente. —No se que va a pasar ni que plan tiene pero solo se una cosa — intercambio miradas con sus iguales —No podemos dejar que salga vivo de ese campo de batalla — informó, todos asintieron con razón, si la amenaza que el hombre representaba era tan grande, no debía escapar o peor... ganar.

—Ganaremos...— aseguró Edmund, Lucy sonrió ante la solidez de su hermano ante la situación, siempre había admirado de que a pesar de ser un pesimista de primera fingía confianza y fe en sí mismo. —No creo que haya armado un ejército muy grande en tan poco tiempo — dijo

—Por lo que contó Amina, no creo que lo necesite tampoco — acotó Caspian. Amina suspiro, tenía un sentimiento extraño en el medio del pecho. Un silencio incómodo se instaló nuevamente hasta que Susan casparreo la garganta y los colores se le subieron a las mejillas.

—No tiene que ver con nada pero...¿Cuántos años tienes? — le pregunto a la reina ahora de pelo blanco. Susan había estado atando cabos en todo ese tiempo y tenía muchas dudas sobre la reina, en especial su edad. Amina sonrió mientras Peter fruncía el ceño.

—Eres la primera que lo pregunta...— dijo divertida, se sentía bien de qué le preguntarán algo relativamente normal en todos esos días de agonía — Miles — respondió con seguridad —Ya perdí la cuenta— Peter se atragantó con la saliva y tosió, Lucy río acompañando a Caspian.

—Al parecer le gustan mayores — bromeó el pelinegro con la menor de los Pevensie, la pelirroja asintió divertida.

—¿Cómo es eso posible?— pregunto Peter con los ojos más abiertos de lo normal. Amina se encogió de hombros

—Genetica, supongo — dijo — Nunca tuve curiosidad sobre eso sinceramente — reconoció y era verdad. Se había acostumbrado a vivir el día a día, sin detenerse a preguntar por cuánto viviría o cuando moriría. No le tenia miedo a la muerte, cuando llegara su hora, llegaría y ella lo sabría.

—¿Porque te sorprendes tanto, Pet?— pregunto Edmund con burla —Esto es Narnia, nada tiene mucho sentido aquí— recordó.








Las Crónicas de Narnia: La Reina Maldita. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora