Capitulo 2

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Los hermanos Pevensie estaban reunidos en silencio, sentados uno al lado del otro. Lucy estaba feliz de que Peter y Susan vinieran desde América, pero hubiese querido que fuera por otro motivo. Peter, leía la carta una y otra vez, sin poder creer que estuviera eso escrito, su madre había muerto; ya no estaba. Y eso solo les dejaba una opción; eran huérfanos. Lo único que sabía el mayor es que quería llorar, volver su cuerpo una bolita y deshacerse por el sentimiento de desdicha que le carcomía pero no podía, necesitaba ser fuerte por sus hermanos.

—Estaremos bien— murmuró Susan. Su rostro se mantenía firme e imperturbable. El mayor la miro con desdén; esa ya no parecía su hermana, quizás lo había dejado de ser hace tiempo. Pero entendió por un segundo que esa era su forma de reaccionar. La Susan de América mantenía sus emociones solo para ella.

—Por dios Susan...— farfullo Edmund. Los ojos de la mujer de cabello oscuro se dirigieron a el.

—¿Qué?— cuestionó mientras elevaba sus hombros, los cuales, estaban cubierto por la tela negra del vestido que llevaba puesto.

Lucy la observo sorprendida. No podía creer la indiferencia de su hermana ante semejante noticia. En cambio, Edmund, la observo aburrido como si ya estuviese acostumbrado a esos desplantes de la de pelo oscuro, aquellos que no había tenido que aguantar por un tiempo, pero que ahora volvían. Peter apretó las puntas del papel entre sus manos. La furia se notaba en sus ojos y en la forma que apretaba la mandíbula. Lucy apretó suavemente su hombro, pero este no le hizo caso. —¿Qué demonios te sucede?— pregunto el rubio. Estaba cansado que su hermana se comportara de esa forma tan insensible desde que habían vuelto, debería ser un sostén para los menores como intentaba serlo él. 

—¡A mi no me sucede absolutamente nada!— se defendió. —Solo estoy aceptando un hecho que era innegable—dijo seriamente.

Lucy tragó sus lágrimas mientras sorbía su nariz con fuerza, sus tres hermanos la observaron profundamente. Peter paso un brazo por sus hombros; podía entender la tristeza de la menor —Susan, quizás esta sea tu forma de lidiar con lo que pasa, pero era nuestra madre, aquella que nos ha cuidado y protegido desde que somos pequeños. ¡Por el amor de Aslan, Susan, nuestra madre está muerta!—exclamo la mas joven mientras lloraba llevando la mano a su cara.

La morena se levantó de su asiento con las mejillas rojas debido a la furia—¡Ya basta Lucy!— intento mantener la calma pero la perdió con facilidad— Deja de mencionar a Aslan y a Narnia como si fueran a salvarnos de todas las desgracias que nos pasan en la vida— exclamó dejando en claro cual era el tema que tanto le molestaba de volver. Ver a Lucy y a Edmund significaba recordar Narnia, y ella no quería eso, no a esa altura de su vida. Agarró su abrigo bruscamente y se lo colocó sobre los hombros. 

Lucy la observó —No sé cuando has perdido tú fe y confianza pero no vendría mal que tengas un poco ahora— dijo dolida. La tristeza recorría su cuerpo al ver a su hermana así. Peter la abrazo más fuerte.

Susan, por su parte, agarró su maleta y se giro hacia su hermana más pequeña—Hace mucho tiempo Lucy—dijo apretando la mandíbula, respondió ignorando lo demás que salió de entre labios de la menor. Justo antes de llegar a la puerta, lo extraño empezó.

La sala comenzó a vibrar, los sillones en los que estaban se movieron de tal manera que se levantaron de un salto, pero aún así, incluso el piso se movía. Los cuadros se caían o quedaban doblados, los adornos se estrellaban contra el suelo de manera estrepitosa. Peter agarró a su hermana al mismo tiempo que Edmund lo hacía. Susan se apoyó en una pared soltando la maleta, la cual, cayó al suelo furiosamente. Todos sus cuerpos se movían como si estuvieran en medio de un terremoto pero sabían que no era así. —¿Qué está pasando?— preguntó Susan gritando asustada.

Peter la observo—¡Ven aquí!— dijo y extendió su mano. Una vez que todos estuvieron agarrados de la mano del otro el lugar de sacudió con mucha más fuerza que antes. El piso dejo de ser piso. Las paredes se disolvieron de a pedazos como si estuviesen cayendo. El aire se hizo denso, y una fuerza extraña los envolvió. Una infinidad de luces de colores los envolvió, las cuales observaron maravillados. Peter y Susan no podían creer lo que sucedía, después de todo se supone que ellos no volverían a Narnia y no era posible que todos se volvieran dementes al mismo tiempo. Lucy esbozó un sonrisa que iluminó sus facciones entre las lágrimas. 

El torbellino de luces paró, la tierra ya no se movía pero aún así sus cuerpos impactaron contra el suelo. Abrieron los ojos, la luz del sol se filtró con intensidad por ello enseguida. Lucy agarró un puñado de arena y la examino, un grito salió de sus labios, Edmund levantó el rostro observando el panorama ante él. Susan y Peter intercambiaron miradas, la sorpresa surcaba el rostro de ambos de forma total. Los cuatro hermanos se pararon lentamente, una playa muy conocida se extendía delante de ellos, el sol parecía tocar el agua cristalina y pura. La arena era de color claro que contrarrestaba con el color de la vegetación tupida en esa zona. Incluso pudieron observar varias aletas salir del agua mientras se oían risas; sirenas.

El aire era puro, de ese que ya no se encuentra en las ciudades. Edmund y Lucy intercambiaron miradas con sus hermanos mayores. Ambos observaban todo como si fuese la primera vez que estaban allí—¿Cómo es posible?— murmuró Peter.

La suave risa de Lucy inundó el lugar—No tengo idea, ¡pero estamos de vuelta!— exclamó mientras levantaba los brazos y giraba sobre si. Edmund río al ver el entusiasmo de su hermana, aunque él también tenía esa sensación en la boca del estómago. Antes de que pudieran reaccionar, Lucy ya se encontraba corriendo hacía el agua, a la cual, ingreso sin importarle demasiado el vestido color oscuro que traía puesto. Aquel que le llegaba por los tobillos y parecía de anciana. La pelirroja mojo su cabello y sus piernas hasta las rodillas, Edmund la siguió.

Peter observo una vez más a Susan —¡Ahí voy!— exclamó y corrió rápidamente tirándose de lleno al agua sin que tampoco le importara el traje que traía puesto. Sonrió y alzó a su hermana para luego lanzarla de nuevo al agua tan clara que dejaba que se vieran los pies. Susan sonrió levemente al ver la escena y suspiro. Aún no podía creer que estuvieran de vuelta, pero caminando se acercó hacia el mar y se metió con sus hermanos; como en los viejos tiempos.

 —¡Hey chicos!— gritó Lucy, las gotas de agua caían por su rostro. Señaló con la mano un lugar. Todos la siguieron con la mirada.

—Es Cair Paravel— murmuró Susan sorprendida. La última vez que vinieron era solo ruinas.

—Parece que lo reconstruyeron — dijo Peter dejando que sus ojos escanearan con lentitud la extensa construcción a la distancia.


Las Crónicas de Narnia: La Reina Maldita. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora