Capitulo 6

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El ambiente estaba mucho más tranquilo. Caspian había saludado a Peter, Edmund y Lucy. A la última en especial con un gran abrazo. La había extrañado mucho, después de todo una persona como Lucy es difícil de reemplazar. Y cuando las ninfas tocaron una canción lenta, el Telmarino aprovecho la oportunidad para sacar a bailar a Susan. Ahora los dos compartían una amena charla mientras se movían lentamente al compás de la música. Ella le explicaba por que habían regresado y el la escuchaba atentamente.

Lucy estaba atenta, podía observar el amor con el que ambos se veían y deseo que algún día alguien la viera asi, y poder ver a alguien así. —¿No son lindos?— le pregunto a Peter. Este asintió pero hizo una mueca.

—Sigue siendo mi hermana — respondió el sumo monarca. Su hermano lo miro.

—¿Y tú para cuando? — pregunto mientras señalaba con la cabeza a la parejita en el centro del salón. Río suavemente.

—Supongo que algún día llegara— dijo mientras levantaba los hombros despreocupado.

—Veras que llegara y serás muy feliz, Pet— le dijo suavemente su hermana mientras lo abrazaba por la cintura. A pesar de haber crecido Lucy siempre sería su hermana pequeña, aquella a la que debía cuidar y proteger de todo. El joven le devolvió el abrazo con efusividad y estiro la mano agarrando a Edmund uniéndolo al abrazo. Este se quejó.

—Uhg, no. — dijo mientras se separaba acomodándose la chaqueta del traje. Los hermanos rieron—Me avergüenzan, por Aslan. —dijo mientras miraba hacia un costado con las mejillas ligeramente rosadas. Lucy pudo visualizar un grupo de ninfas que lo observaban con ternura. Río fuerte llamando la atención de varios en el lugar.

—Siempre tan gruñón Ed— se burló Peter. Su hermano siempre había sido así pero siempre lo iban a querer.

Susan y Caspian seguían bailando ajenos a todo lo que pasaba a su alrededor. Ambos estaban radiantes y felices. Caspian aún no podía creer que tenía a Susan enfrente y está no podía creer que lo veía de nuevo. La joven le sonrió tiernamente, causando que al rey se le derritiera el corazón.

—Has recibido muchas miradas de jovencitas desde que entraste— burló Susan. Aunque en su voz se podía notar un tono agrio. Caspian negó con la cabeza.

—¿A sí?— pregunto siguiendo el juego.

—Si— afirmo la Benévola. —Algunas tienen miradas bastante... intensas— dijo observando como varias mujeres la asesinaban con la mirada solo por el simple hecho de que la mano del Rey estaba sobre su cintura, y su atención en ella. Aunque no podía negar que todas eran bellísimas, esa clase de belleza que te provoca incluso rabia.

—Es una lastima, porque la única mirada que me importa es la tuya, Susan— la joven no había notado que Caspian se había acercado a ella casi hasta susurrarle en el oído. Si antes las miradas lastimaban ahora la estaban matando y enterrando.

Caspian podía sentir que su corazón iba a salirse de su pecho, y Susan también podía sentirlo, aunque no dijo nada porque ella estaba en la misma situación o incluso peor. Le sonrió —Me alegra que sea así Rey Caspian, por que el sentimiento es compartido— dijo. Caspian la observo intensamente y la abrazo, la Reina hundió su cabeza en el cuello del moreno y siguieron bailando así, pegados y como muchas miradas encima, pero solo muy pocas que importaran.

Todos se divertían, la fiesta parecía que seguiría para rato, y las ninfas seguían cantando como si no hubiera mañana. Narnia era esa, y debía seguir asi.






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Un mensajero entraba en territorio Telmarino. Aunque era de noche y había poca gente en las calles, estás pocas personas lo observaban cuando pasaba montado en el caballo. Los telmarinos que quedaron un no se acostumbraban a ver a Narnianos en sus territorios, pero en especial no Narnianos como ese.

La ropa denotaba que no pertenecía a la Narnia de Aslan. Traia ropa negra, y una capa del mismo color. Las miradas llegaron incluso a incomodar al pobre enano, que solo cumplía órdenes de su reina. Aún así continuo hasta el reino, tenía una misión que cumplir. Al llegar a las puertas del palacio, los guardias le informaron de mala gana que el Rey Caspian no se encontraba allí, y me dijieron que estaba en Cair Paravel por algo especial. El enano a pesar de querer golpear a los telmarinos por ser tan maleducados, los saludo y volvió por donde vino, nada más que esta vez tomando el camino que lo llevaría a Cair Paravel.

Llegaria en la mañana.





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Arrastraba el vestido por la estancia, mi habitación cada vez me aburría más, y aunque era de noche quería noticias sobre que hacer pero sabía que debía esperar a que el mensajero volviera. Suspiré cuando la piedra de mi collar ardió contra mi cuello. Sabía lo que significaba pero sin embargo esta noche me quedé allí, sintiendo el ardor e intentando pensar en otra cosa. Estaba cansada, solo quería dormir sin embargo no podía, así que hice lo primero que se me ocurrió.

Me puse una capa cubriendo mi vestido blanco y mi corona y salí del castillo, obviamente los minotauros vinieron conmigo ya que no iban a dejarme sola. Fui al pueblo esta vez, según sabía se celebraría el cumpleaños de uno de los miembros más viejos del consejo, además de unos de los más queridos. Se trataba de Magnus, un licántropo que a pesar de su imponente presencia era mas bueno que un pan. Las calles estaban iluminadas, e incluso varios niños correteaban seguidos de sus padres que intentaban atraparlos. Llegamos hasta una casa, era un poco más grande que las demás pero tenía la misma vibra hogareña que todas. La puerta estaba abierta y la gente de mi pueblo entraba y salía sin preocupaciones, sonrientes y felices.

—¿Quiere que entremos antes para corroborar que todo esté bien?— pregunto uno de los minotauros.

Me gire quitándome la capa—Estamos en nuestro hogar, hoy van a divertirse y además de cuidarme van a compartir la fiesta con todos. — les ordene.

—Esta bien Majestad. Pero estaremos atentos —dijieron al unísono. Suspire e ingresé al lugar. La gente estaba sentada alrededor de una mesa, escuchando atentamente a Magnus.
Casparre la garganta e ingresé por completo sonriendo.

—¿Tienen lugar para tres más?— pregunté. Las cabezas se giraron hacia mi sorprendidas e inmediatamente me dieron una reverencia. Luego de eso Magnus se acercó.

—Mi reina, que placer verla en mi humilde morada. Pensé que no vendría— dijo mientras tomaba mi mano y hacia otra reverencia.

—Oh, Magnus, soy una Reina, no una viejita que se queda encerrada, además tenía tiempo— dije restándole importancia varias sonrisas sé dirigieron a mi. —Por cierto, Feliz Cumpleaños. — dije.

Todos sonrieron mientras ponían tres sillas más para nosotros y nos sentamos mientras escuchabamos las increíbles historias de Magnus. Esto era mucho mejor que estar sola en el palacio.


Las Crónicas de Narnia: La Reina Maldita. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora