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Ella tenía que salir. No podía permanecer encerrada todo el tiempo. Reunió valor y salió de casa.

Estaba lista. Tenía su teléfono. Si cualquier cosa pasaba, llamaría a la policía y entonces, correría tan rápido como pudiera.

Fue a la tienda. Compró leche, huevos, queso y otros productos. Se sintió mejor. Nadie podría atacarla cuando había tanta gente a su alrededor.

Volvió a casa y casi se olvidó de su acosador. Casi.

En su porche estaba otra rosa amarilla.

100 Rosas AmarillasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora