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Se había ido. Murió.

Ató sus sábanas unas con otras y formó un lazo. Se ahorcó.

En el suelo estaba su última nota, escrita en sangre:

No puedo vivir sin ella. Me la llevaré conmigo y nadie más la tocará.

Ella es mía.

Ellos no entendieron lo que quería decir.

100 Rosas AmarillasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora