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Ella lo descubrió. Las rosas amarillas eran llevadas por otra florista. Él le había pedido que las estuviera enviando.

La florista aceptó, imaginando lo dulce que era lo que él hacía. Él no le pagaba nada porque ella pensaba que eso era demasiado romántico como para hacerlo a cambio de un pago.

Ella le pidió a la florista que nunca le volviera a enviar flores.

100 Rosas AmarillasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora