El Gran Día.

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Finalmente el "gran día" había llegado y no era para nada como lo había imaginado. Erik, inclusive estando en otro continente, había logrado reunir al menos doscientas personas  para la celebración y Charles deseaba que lo tragase la maldita tierra. Se sentía incómodo con el estúpido traje que el alfa le había sugerido usar, y el espejo le devolvía la imagen de un pálido y ojeroso muñeco de torta.

Era un matrimonio por conveniencia, no podía esperar grandes cosas pero aún así se sentía increíblemente desdichado; y pensar que durante su niñez se había soñado incontables veces entrando del brazo de su padre, hasta llegar al lado de Erik que lo miraba como si fuese la persona más valiosa del mundo... unas inesperadas lágrimas lo atacaron, algunas por el recuerdo de su padre, y otras por su frustrado primer amor. 

El golpeteo en la puerta lo sacó de sus pensamientos, y secándose la cara rápidamente procedió a abrir, dejando paso a un inquieto Erik.

- ¿Puedes creer que uno de los violinistas acaba de caerse y fracturarse la muñeca? Algunos aperitivos son sencillamente asquerosos, y la organizadora es una completa inepta. No puedo creer que esté ocurriendo ésto, vendrán comensales importantes que probablemente escribirán en las columnas de las mejores revistas: "El tacaño Erik Lehnsherr y su maldita boda desabrida".- El alfa caminaba como león enjaulado, de un lado a otro dentro de la habitación y Charles respiró profundo antes de hablar.

- Todos esas cosas terribles están pasándote por verme antes de la ceremonia, es de mala suerte. - Charles sonrió sin humor y Erik posó su vista en él por primera vez desde que entraba. Notó sus ojos acuosos, y su palidez que remarcaba aún más sus infinitas pecas. 

- Charles... ¿estás bien? - Erik eliminó la distancia que los separaba en dos zancadas y lo tomó por el mentón para observarlo en detalle. 

- Estoy bien. Bueno, todo lo bien que puedo estar teniendo que casarme por obligación para poder heredar lo que me corresponde por nacimiento. Ya sabes, esas tretas del destino...- El alfa lo soltó con brusquedad.

- Bueno, deja el berrinche de chiquillo y pon tu mejor sonrisa. Al menos ganaras algo de esta molesta unión, otras personas se casan por mucho menos.- Erik sonrió con cinismo, mientras acomodaba su perfectamente alineada corbata.

- Otras personas son más inteligentes que yo y deciden no casarse nunca. - Charles se puso frente al espejo y trató de aplastar un poco su alborotado cabello. No es que le importara realmente, pero necesitaba distraerse con algo o se desmayaría.

Erik se acercó, colocándose detrás de él y sus miradas se encontraron dentro del espejo. Charles quedó hipnotizando al instante, la mirada verdosa del alfa era profunda y sintió como una oleada de calidez lo inundaba por dentro.

- Te ves increíblemente bien, Charles...- Erik bajó su cabeza a la altura del cuello del omega y aspiró la embriagadora fragancia que se sentía más dulce que nunca. Sin poder contenerse, y aún sin cortar el contacto de sus miradas en el espejo, pasó una mano por la cintura de Charles, sujetándolo con fuerza y con la otra despejó algunos mechones de cabello para tener mejor acceso a la suave piel de su cuello. Lentamente descendió sus labios hasta la nívea tez y posó allí sus inquietos labios. Sabía tan delicioso como olía, y disfrutó con orgullo cuando el omega dejó caer sus párpados ante el contacto.

- E-Erik...- ¿Esa había sido su voz? Sonaba como un gimiente lamento desesperado. Charles se sentía increíblemente avergonzado. Erik se sentía terriblemente excitado.

El alfa subió con sus traviesos labios, contorneando la mandíbula de Charles hasta que alcanzó su deliciosa boca. 

Charles dejó caer su peso contra el torso de Erik, y correspondió al beso con ansias. Se sentía un espectador de sus propias reacciones, no podía controlarlas.

Propiedad Privada (CHERIK - AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora