La noticia.

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Cerca de las siete en punto Charles se sentía fatal. Su estómago estaba revuelto, sus manos estaban sudorosas y cualquier mínimo ruido lo sobresaltaba. 

- Tengo que relajarme, tengo que relajarme... - Respiro profundo varias veces, en un vano intento por calmar a su desbocado corazón y justo cuando comenzaba a lograrlo, Erik golpeó a la puerta.

Tomó aire una última vez, y abrió cuidadosamente, intentando verse relajado.

Se llevó una inesperada sorpresa al verlo de pie junto al umbral. La perfecta pulcritud de su ex-esposo había sido suplantada por una descuidada versión del Erik de siempre. Su cabello normalmente peinado, ahora estaba alborotado, su perfecta afeitada ahora se veía reemplazada por una rojiza barba desprolija y su camisa estaba ligeramente arrugada. ¿Qué le había pasado?

- Charles, que gusto verte. - Erik le dedicó su más auténtica sonrisa y Charles sintió que sus piernas se volvían de gelatina. Era imposible no sentir debilidad por ese gesto tan suyo. 

- Hola, Erik! Gracias por haber venido, pasa! - Por un momento ambos se quedaron de pie, dudando. Tantos meses de recibirse con un beso o un abrazo, pero las cosas eran diferentes ahora y ambos lo sabían. Se hizo a un lado, y el alfa entró, observando todo a su alrededor. Charles no podía evitar notar el contraste entre la fría mirada del Erik que había pisado por primera vez el departamento, con la cálida mirada de éste que miraba con cariño lo que veía. Sabía que aunque le hubiera costado en un principio, el alfa finalmente había aprendido a ver con el mismo amor que él a su pequeño departamento.

- Toma asiento, Erik. ¿Quieres tomar algo? - Charles preguntó con nerviosismo mientras jugaba con las mangas de su pullover.

La mirada verdosa de Erik se clavó en su rostro y sintió sus mejillas arder. ¿Por qué se sentía tan tenso? No podía ser tan difícil, y aún así ahí estaba, más asustado de lo que había estado en mucho tiempo.

- No, Charles. Estoy bien... dime por favor de qué querías hablar. Sonabas nervioso, y me preocupa. - Erik se acercó hasta ponerse frente a él y Charles notó como su semblante intranquilo y su mirada interrogante se incrustaban en él.

Lo tenía tan cerca que podía oír su respiración irregular y oler su fuerte aroma. Dios, como lo había extrañado. Esa fragancia era como un bálsamo para su alma.

Concéntrate, Charles. Tienes que decirle. - Se reprendió a si mismo.

- Erik, yo... - Charles se removió nervioso en el lugar, intentando buscar las palabras adecuadas para decírselo. No era tan fácil como lo había practicado. 

- ¿Qué sucede, Charles? - Erik refrenó sus deseos de tomarlo por los brazos. Se conformó con el simple roce de sus miradas.

- Bueno, verás... últimamente no me he estado sintiendo bien y ayer fui al médico. - Murmuró mientras se estrujaba el borde de su pullover. Si no hacía algo con sus manos, terminaría desmayándose por los nervios.

- ¿Estás enfermo? ¿Es grave, Charles? - Erik lo tomó del rostro instintivamente y clavó su profunda mirada en él. Su semblante se veía turbado y tenía que darle una respuesta urgente antes de que empezara a formular erróneas teorías sobre su condición.

- No, no... tranquilo, Erik. Es... es otra cosa. - Percibió como las facciones de Erik se relajaban y decidió ignorar una vez más la punzada de ternura. A pesar de preocuparse por él no lo amaba, y nunca lo haría.

- ¿Entonces qué es? - Erik inquirió confundido y lo soltó con suavidad. Charles tuvo que cerrar los ojos un segundo para recomponerse de haber perdido la calidez de su tacto.

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