¡Adiós, Saúl!

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- Seguramente, cuando la ves a ella, a Mónica, si ves la posibilidad de un futuro.- sonreí, melancólica-... de una familia- sentí su mirada de culpa y desconcierto sobre mí.

¿Qué estoy haciendo aquí? ¿Realmente quiero las respuestas?

- Tu silencio es un si, Saúl.- Lo miro fugazmente con el rostro bañado en lágrimas. De verdad, ¿las mereces?- Me estás diciendo que mi hija, es el amor-. Nuevamente, una sonrisa melancólica se posa en mis labios- y... yo, solamente fui el deseo, que no fui más que una mujer apasionada, con la que pudiste saciar tus instintos, como lo harías con cualquier-. Las lágrimas no cesaban, él no quitaba su penetrante mirada sobre mí, y yo, estaba a punto de aceptarle que me trató como una prostituta, porque a fin de cuentas eso fui para él. Más me detengo y respiro profundo para poder terminar.-... otra.

Estábamos allí, él inmóvil y mudo, y yo tratando de contener el mar de lágrimas, cosa que me resultaba imposible, a pesar de todas las humillaciones, seguía enamorada de Saúl, y la maldita pregunta que rondaba mi cabeza era ¿por qué?, ¿por qué no lo pude manipular?, ¿por qué no pude usarlo y ya?, ¿por qué tenía que llegar a revolver todo en mi vida?, ¿por qué tuve que enamorarme de un hombre tan egoísta?, ¡maldita sea!, ¿por qué?

Estuvimos un rato, en total silencio, él perdido, y yo tratando de procesar todo, calmar mi llanto y de una vez por todas tomar valor para dejarlo ir.

- Altagracia, yo...- Intentó hablar, más lo interrumpí.

- ¿Tú, qué, Saúl?- Le reproché.- ¿Lo sientes?- no pude evitar una risa irónica.- ¿Qué es lo que lamentas?, ¿sentir lo que sientes?, ¿utilizarme?, ¿hacer promesas vacías?. ¡¿Qué diablos es lo que lamentas?!- escupí con toda la rabia y el asco que la situación me provocaba.

- ¡Nos hiciste las cosas difíciles, Altagracia!- Me reprochó.- Tienes que admitirlo- sentenció.

- ¡Ja!, claro, Saúl, las cosas entre nosotros siempre han sido difíciles, y no sólo por mí, sino por tu desconfianza- le reclamé.- ¡Nunca confiaste en mí!, y... a estas alturas sabiendo todo lo que sabes, menos que menos, lo haces.- sentencié.- ¿Y sabes qué?, estoy harta, Saúl, ¡realmente harta de esto!- le grité.- Contigo, tengo que ir demostrando con pruebas en las manos cada paso que doy, y ya no estoy dispuesta a esto, Saúl, ¡ya, no!- le escupí, nuevamente con el rostro bañado en lágrimas.

¿Por qué siempre logra hacerme sentir como una miserable?... ¿por qué?

Ya no queda nada aquí, así que me levanto del sofá, tomo mi bolsa, dispuesta a irme de una vez por todas de la vida de Saúl, a la cual nunca debí entrar. ¿Quién me viese? Altagracia Sandoval arrepintiéndose de uno de sus caprichos, pero he de admitir, que este me ha salido caro, estoy a nada de enterrar mi dignidad.

- Lo siento, Altagracia- repitió esa maldita voz, reteniéndome por el antebrazo, mientras me dirigía hacia la puerta.

- Al menos, mírame a los ojos, si de verdad lamentas algo, Saúl.- Le dije con altivez y con dolor al mismo tiempo.- Igual, tranquilo, no creo que lo sientas más que yo. Fuiste, eres y serás el más grande error que cometí en la vida- y vi como sus ojos se abrieron enormemente al escuchar mis palabras, simplemente no se las esperaba, la verdad, por mi cabeza jamás pasó que algún día, Saúl saldría de mi vida.- Aún así, no puedo evitar reconocer que me hiciste más fuerte, y me demostraste a mí misma, que sí soy capaz de amar y de sentir- le medio sonreí melancólicamente-. Gracias y... ¡Adiós, Saúl!... ¡Adiós, licenciadito!

Una vida, otro sueño.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora