Diagnóstico.

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El camino a la sala de espera se me hizo eterno. Pensaba una y mil veces en cómo estarían las cosas con ella, y sentía como se formaba un nudo en mi garganta. Respiré con dificultad y le dediqué una media sonrisa a Saúl, quien apretó mi mano en señal de apoyo. Me recosté sobre su pecho, mientras el ascensor llegaba al piso de Emergencias.

Al salir, al igual que antes de irme, en la sala se encontraban Doña Azucena, Lydia, Margarita, mi hermana, mi sobrina y Yesenia, a esta última le dediqué una mirada asesina y me dirigí a mi hermana.

—Por favor, dime qué ha pasado— pregunté con una serenidad nada típica en mí.

—Solo han informado que ya salió de quirófano— Regina suspiró—. En un rato el doctor a cargo, nos dará mayor información, solo eso— me dedicó una mirada cargada de nostalgia y me tomó de las manos. Suspiré.

El reloj en aquella sala marcaba las 6:54 p.m. y aún no habían noticias de Monica. La espera se me hizo eterna y no fue si no hasta pasada las nueve de la noche que un doctor bastante joven, de unos veintiocho a lo sumo treinta años, cabello negro y ojos color ámbar, se adentró a la sala.

—Familiares de la paciente Monica Hernández— esbozó en tono moderado.

Antes de que pudiese ponerme en pie, divisé a Yesenia prácticamente encima del doctor solicitando información. El hombre lucía bastante exasperado por la cantidad tan exorbitante de preguntas que Yesenia hizo en solo cinco segundos, le fulminó con la mirada, y yo reí en mi fuero interno.

Enmudeció y solo se dedicó a observarla. Enarcó una ceja y algo muy dentro de mí decía que estaba a punto de estallar y en cualquier momento perdería la compostura de hombre cabal que estaba intentando aparentar.

—Señora...—apretó fuertemente su mandíbula, moderando al máximo el tono de voz— ¿Quién es usted?— le cuestionó.

—¿Acaso importa?— replicó Yesenia.

—¡Por supuesto que importa!— exclamó entre dientes— Si no es familiar, no le puedo dar ninguna información.

—Pues, soy nada más y nada menos que su madre— se acreditó, y no pude evitar soltar una carcajada amarga. Todas las miradas se volvieron hacia mí.

Nunca me había molestado, siquiera importado que Yesenia se acreditara ser la madre de Monica, pero en estas circunstancias, y sabiendo que ella tenía parte de la responsabilidad o tal vez toda, la sangre sin duda alguna me hervía. Si no fuese por su egoísmo tan desmesurado, todo habría podido evitarse, muy probablemente ni siquiera estaríamos en una situación como esta.

Me levanté del incómodo sillón en la sala de espera y me dirigí hasta donde se encontraban. Fulminé a Yesenia con la mirada y me planté en frente de ella.

—¿Su madre?—cuestionó el doctor notablemente confundido. Ella asintió—¿Entonces, usted es la señora Altagracia Sandoval?— le cuestionó nuevamente. Ella negó—. Lo siento pero en el historial de ingreso, se encuentra la señora Sandoval registrada como la madre de la paciente— esbozó tranquilamente— Así que será a ella directamente a quien le informaré sobre su salud— sentenció y la escena de verdad me estaba divirtiendo.

—Pues, hay un error su madre soy yo— sostuvo Yesenia.

—¿Error?— enarqué una ceja.

—¿No me digas que ahora te importa?— ironizó—. Ese título nunca lo has reclamado, ni siquiera te interesa— espetó y sonreí con cinismo.

—Eso no es algo que deba discutir contigo—dije sin siquiera dirigirle la mirada— Yo soy Altagracia Sandoval, doctor— me dirigí al hombre que teníamos en frente—. Puede informarme sobre el estado de mi hija— enfaticé solo para fastidiar a Yesenia.

Una vida, otro sueño.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora