Salimos del consultorio de Juan Carlos, nuevamente debía guardar reposo absoluto por un mes más. A estas alturas, ya estaba empezando a enamorarme de la cama. Este principito estaba haciendo de las suyas, sin duda alguna.
Lo único bueno que sacaba de esto, es que en dos semanas sería la boda de Regina, y ya tenía la excusa perfecta para no asistir. Además, tenía cosas más importantes en las cuales ocuparme, por ejemplo, el cumpleaños de mi princesa Isabela que se aproximaba, exactamente sería dos días después de la boda de mi hermana, y por obvias razones Regina no estaría ese día con ella.
De alguna manera, debía ingeniármelas, hace mucho tiempo no compartimos tiempo juntas, y las cosas entre ambas estuvieron muy tensas, aunque durante estas semanas, vino a verme un par de veces con mi hermana, sabía que no me había perdonado del todo, por lo que sucedió con el noviecito que tenía. Esta sería la oportunidad perfecta para acercarme de nuevo a ella.
Dos semanas después...
- Si te digo la verdad, sigue sin convencerme la cola de ese vestido, Regina. Es muy...- Hice un ademán con la mano intentando explicarlo, pero solo me salió una mueca desagrado, y mi hermana rodó los ojos.
- Estamos a dos días de la boda- dijo Regina frustrada-. No me salgas con esto ahora, Altagracia- me fulminó con la mirada, y levanté las manos en son de paz.
Dos días después...
Estos dos días habían sido de horror para Regina, había estado corriendo de un lado al otro con los últimos preparativos de la boda, los contratiempos no podían faltar, y apenas ayer había logrado solucionar el asunto de las flores, ya que la opción principal llamó para cancelarle el día anterior. Ni hablar de lo que sucedió.
A pesar de ello, me estaba sintiendo muy bien, no podía salir de mi reposo, Saúl me tenía muy bien vigilada, al igual que Juan Carlos y muy a su pesar, mi hermana también era partícipe, ya se había resignado a la idea de que esta tarde no podría estar con ella, y sabía que aunque lo había asumido, no podía dejar de sentirse mal. Insistió mucho en que fuese yo, quien la entregara en el altar, e indistintamente que se tratara del imbécil de Felipe, me hacía mucha ilusión el que fuese yo quien lo hiciera.
Estábamos a sólo horas de su boda, decidió que al menos se arreglaría en la casa, y estaba feliz. Pero, francamente, me sentiría aún más feliz si hubiese ocurrido el milagro de la muerte de Felipe, pero en fin ya a estas alturas no creo que haya mucho qué hacer.
- ¿Se puede saber por qué te estás arreglando?- me preguntó Regina, y enarqué una ceja.
- ¿Qué tiene de malo que me quiera consentir un rato?- le devolví la pregunta, al tiempo que cerraba mis ojos para relajarme.
- Cierto, mamá- respondió mi sobrina riendo-. Además, la preguntaría desencajaría si el personaje fuese otro distinto a mi tía Altagracia- enunció, esbocé una sonrisa-. Sabemos que si es por ella viviera en un spa- finalizó y rodé los ojos, intentando mostrar seriedad, mas no pude y solté una sonora carcajada.
- No vayas a hacer ninguna tontería- me imploró mi hermana, mientras el maquillista le aplicaba el rímel, y sonreí.
- Tú preocúpate por verte fabulosa y llegar a la iglesia- dije sonriente-. Por cierto, Regina, ¿al final, quién te entregará en el altar?- cuestioné con curiosidad.
- Pues, la madrina de la boda. O sea, yo, tía- intervino Isabela y sonreí algo incrédula.
- Exactamente- ratificó mi hermana.
En el fondo, me daba cierto aire de tranquilidad que no cualquiera entregase a mi hermana, que no cualquiera ocupase ese lugar. Verlas tan felices y emocionadas a las dos, valía la pena, a pesar de Felipe, lo valía.
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Una vida, otro sueño.
FanfictionEntre tantas mentiras y verdades, en esta montaña rusa de emociones, de situaciones, de sentimientos, confundí muchos pensamientos, dejé de saber qué era lo real y qué no lo era. No podía, no puedo confiar en mí; y necesito respirar, esclarecerme, p...