¡Voy a ser papá!

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  - Esta decisión estaba tomada, Saúl.- Le dije,- te hubieses enterado o no, igual en tres semanas abordaría un avión al otro lado del mundo.- Sentencié, y lo vi rodar los ojos. 

Después de ello, Saúl no se atrevió a emitir palabra. Tomó asiento en la silla del pequeño escritorio que tengo en mi recámara, y me observaba fijamente. Sabía que se estaba mordiendo la lengua para no decir lo que estaba pensando y más para evitar acosarme con preguntas.

- ¿Al menos, lo puedes reconsiderar?- Me preguntó y rodé los ojos. ¡Falló! No es él, si no me somete a un interrogatorio. 

- Sabes bien que no lo puedo hacer,- le dije y él rodó los ojos.- El proyecto en Madrid no es algo que se pueda aplazar, ya hemos perdido millones de dólares, y seguimos perdiendo con cada día que paso acá en México, y la obra sigue paralizada.- Le dije. 

- ¿Es decir que un proyecto y millones de dólares son más importantes que tu salud y la de nuestro hijo?,- me preguntó hastiado, yo enarqué una ceja. 

- Esto no es un capricho, Saúl. Lo sabes.- Sentencié.- Y no, un proyecto y millones de dólares no son más importantes que mi hijo,- le dije, haciendo énfasis en las dos últimas palabras.- Si lo fuese, ya estaría en Madrid sin importarme el riesgo que corre.- Sentencié.

Ahí estaba viéndome vehementemente, analizándome como si fuese a encontrar alguna respuesta en mis gestos o en mi silencio. Intentando procesar todo, intentando hacerse a la idea que un par de semanas no estaríamos aquí. Empezó a jugar con uno de los bolígrafos que habitaban en mi pequeño escritorio y noté que se quedó observando algo fijamente.

- ¿Qué es lo que tanto ves?,- le pregunté con curiosidad. 

- ¿Qué es esto?- Me devolvió una pregunta, y al observar lo que Saúl tomó entre sus manos, me fijé que Regina había dejado el sobre con el video y las fotografías del ultrasonido. 

- ¿Eso?- Le sonreí con ternura.- Es el primer ultrasonido del bebé, se lo regalé a Regina. Fue el precio que tuve que pagar por todo el asunto del viaje y la boda.- Rodé los ojos. 

- ¿Puedo verlo?- Me preguntó entusiasmado, y yo asentí.

Su cara para mí era un poema. Siempre intuí que Saúl sería un gran padre el día que se le diera la oportunidad, pero todo lo que he vivido con él en las últimas horas me demuestran a mí misma, que mis palabras y mis pensamientos quedaron cortos. Su mirada en este momento irradiaba ternura y felicidad, que claramente me estaba contagiando porque ahí estaba yo, complaciéndolo como siempre. Tanto o más ilusionada que él. 

Encendí la T.V. y el reproductor de vídeos, e introduje el pequeño C.D. en él. Para ese momento de verdad, necesité una cámara, a Saúl le brillaban los ojos de tanta felicidad, y una lágrima involuntaria corría por su mejilla, al tiempo tal que su sonrisa no pretendía abandonar sus labios. Verlo así, me dio ternura y de alguna manera me tranquilizó un poco. El miedo irracional que sentía a que Saúl le hiciera daño a nuestro hijo con su indecisión desapareció por un momento. 

- ¡Es hermoso!- Me dijo con una amplia sonrisa viendo ansiosamente el video.- Gracias, Altagracia. De verdad, muchas gracias por esta felicidad tan inexplicable que siento.- Se abalanzó a abrazarme y yo no reaccioné, sólo sonreí. 

- Si quieres te lo puedes quedar,- le dije con una media sonrisa. Y vi como sus ojos se cristalizaron por las lágrimas de felicidad.

- ¿De verdad, puedo?- Me preguntó algo incrédulo y asentí.- Pero, ¿y Regina?

- Mañana pediré otra copia para ella. Tranquilo.- Le dediqué nuevamente una sonrisa. 

- ¿Puedo hacerte una pregunta?,- vi que bajó la mirada, y yo lo miré con extrañeza. 

Una vida, otro sueño.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora