- La reunión de hoy fue francamente agotadora, Matamoros.- le comenté extenuada.
- ¿Algo de qué preocuparse, Doña?- dijo, mientras me dirigía una mirada fugaz a través del espejuelo del coche.
- No, para nada. Todo salió mejor de lo que esperaba.- Le sonreí de lado, mientras mantenía la mirada perdida en la ventana del coche.- Por cierto, Matamoros, ¿te gusta Madrid?
- Si, Doña. Me parece que es una ciudad realmente hermosa e imponente.- dijo sin ninguna expresión.
- ¡Oh, por Dios!, es tardísimo. Regina va a matarme. ¡Acelera, Matamoros!- le ordené al darme cuenta que, el reloj ya marcaba las 6:58 p.m. y en no más de una hora, debía estar en la dichosa cena de compromiso. Pff- bufé para mis adentros.
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- Buenas noches, disculpen la demora.- escuché esa voz que reconocería entre miles. Era ella, estaba aquí. No pude evitar volver la mirada, y detallarla. ¡Oh, Dios! Si que lucía hermosa.
- ¡Altagracia!.- Rápidamente se abalanzó Regina sobre ella.- Pensé que no vendrías.- dijo con las lágrimas a punto de caer.
- ¡Por favor, Regina! Te prometí que aquí estaría, nunca he roto mis promesas.- Aseveró, y le brindó una cálida sonrisa a su hermana.
Observé a Altagracia reparar en vista a todos los presente, y lo sé, tiene ganas de salir corriendo porque sus ojos lo dicen todo. La incomodidad y la tensión crecieron en dos segundos en aquel lugar. Más ella, se mostró estoica ante todos, solo saludó a Yesenia de lejos y, el abrazo y el beso más cálido para Isabela. Lo he dicho, la adoración de Altagracia por su sobrina, hace que se muestre tal como es, amorosa y comprensiva. Suspiré para mis adentros. Su mirada seguía recorriendo el lugar, y allí la tenía, por fin, nuestras miradas se cruzaron, y sentí como el aire camino a mis pulmones se cortó de golpe. Sin embargo, ella se mostró inexpresiva, y después de saludar a Isabela, no emitió ni una sola palabra.
- Pero, pasemos a la mesa.- Esbozó Regina una sonrisa, mientras caminaba conjunto con Altagracia.
- Gracias, Regina.- Se limitó a contestar ella.
Su incomodidad era notoria, al igual que la de todos. Felipe intentó decir algo, más con una mirada matadora de Regina, entendió el mensaje y no emitió sonido.
- Carla.- llamó Regina a su muchacha de servicio.- Pueden servir el vino y traer la entrada.- Ordenó ella, y la mujer asintió.
- ¿Será una cena en tiempos, amor?- le preguntó Felipe, y ella asintió.
Continuaron hablando sobre algo alusivo a la cena, más yo me perdí en dos esmeraldas que se encontraban al igual que yo, perdidas en el horizonte, y su portadora simplemente parecía una estatua. Altagracia seguía sin emitir palabra. Carla junto con dos ayudantes sirvieron el primer tiempo de la cena, un risotto de camarones, la verdad se veía suculento, y por lo que había escuchado, esta maravilla es obra de Regina. Ella seguía allí, estoica y muda, casi puedo jurar que cuando sirvieron el segundo tiempo de la cena, un salmón ahumado realmente delicioso, ella ni se dio cuenta, Altagracia se propuso esta noche convertirse en estatua, o al menos creo que eso planeaba, más su hermana la trajo de vuelta a la tierra.
- ¡Altagracia!- La llamó Regina, y al fin parecía reaccionar. Al hacerlo, nuestras miradas se cruzaron brevemente, y lo que vi en la suya, me causó ¿desconcierto?, ¿ansiedad? ¿Qué fue eso que percibí?, ¿rabia?, ¿odio?, ¿dolor?, ¿resentimiento? ¿o todo al mismo tiempo? En realidad, no lo sé, tratándose de Altagracia puede ser todo y nada a la vez.
- ¿Si, Regina?- Respondió ella, parpadeando en repetidas ocasiones, como intentando incorporar sus pensamientos a la velada.
- ¿Que si te gustó el salmón?- le preguntó con una sonrisa.
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Una vida, otro sueño.
Hayran KurguEntre tantas mentiras y verdades, en esta montaña rusa de emociones, de situaciones, de sentimientos, confundí muchos pensamientos, dejé de saber qué era lo real y qué no lo era. No podía, no puedo confiar en mí; y necesito respirar, esclarecerme, p...