— Ya Emergencias revisó a Regina, está todo bien con ella.- Se apresuró a aclarar Saúl-. Solo entró en shock con la noticia, le inyectaron un sedante y despertará en unas horas- me sonrió débilmente-. Y tú deberías descansar, no puedes abusar de esta manera.
— Estamos bien, mi amor.- Le sonreí-. Me preocupa mucho Regina, nunca la había visto tan mal, ni siquiera cuando la muerte de nuestros padres.- Comenté afligida.
— La impresión fue fuerte. Estará bien- me abrazó a él.
Se sentía tan placentero tenerlo con nosotros, y la verdad, ahora que no tenía ni idea de cómo seguir con esto, su presencia era reconfortante. La muerte de Felipe había sido sorpresiva para todos, y a mi hermana claramente la había devastado. En mi cabeza, no dejaba de dar vueltas una y otra vez, la manera tan terrorista en la que murió, y me pregunté en repetidas, quién podía estar detrás de todo eso.
Me angustiaba la posibilidad de que ahora pudiesen tomar represalias contra Regina o contra Isabela. ¡Dios! Quien sea que esté detrás de todo esto, logró su objetivo, robarnos la poca paz que estábamos teniendo, pensé.
– ¿Altagracia?- escuché a Saúl llamarme a lo lejos- ¿Amor? ¿Sigues despierta?- me separó de él, y me vio fijamente a los ojos. Espabilé varias veces la vista para incorporar mis pensamientos, y Saúl me miró preocupado-. No te gastes pensando en quien está detrás de todo- inquirió y exhalé.
— Si, lo sé.- Le respondí con desgano-. Es solo que, es más que obvio que en este momento, mi nombre está en el ojo del huracán, y el escarnio público no se hará esperar, menos después del escándalo por las obras que Felipe clausuró-. Comenté con obviedad y Saúl me sonrió.
— Nadie te va a involucrar- aseguró y sonreí-. Ni siquiera yo que tantas veces te he culpado de tantas cosas, te creo capaz de algo tan atroz-. Dijo y lo observé desconcertada.
— No sé, si alegrarme porque por primera vez confías en mí, o llorar porque si hubiese muerto de un tiro entre ceja y ceja, probablemente me culparías- sonreí sarcástica y Saúl soltó una carcajada.
— No puedo creer lo que estoy escuchando- negó con la cabeza aún sonriendo.
— Es en serio, Saúl- le dije con preocupación-. Me angustia la idea de que mi hermana pueda llegar a pensar que tuve que ver algo con todo esto- suspiré, y besó mi frente.
— Tranquilízate, amor- sonrió-. No pasará.
La excesiva seguridad que Saúl tenía sobre ello me divertía pero de cierta forma también me tranquilizaba. Por primera vez, desde que estábamos juntos, Saúl no se atrevió a cuestionar mi inocencia, y me alegraba, el hecho de que por primera vez confiara ciegamente en mí, realmente, me alegraba.
Los siguientes días fueron desastrosos, volvimos al D.F. un par de semanas después porque había tenido un conato de aborto por todo el ajetreo del viaje. Fueron días fuertes, el riesgo de perder a mi bebé creció, y tuvimos que alargar nuestra estancia en Guadalajara hasta que estuvimos lo suficientemente fuertes para viajar. Las crisis de Regina poco a poco habían cesado, aunque cada noche seguía teniendo pesadillas por lo que había sucedido. Cada pormenor de las averiguaciones se transmitían en las noticias, y como era de esperarse, mi nombre salió a relucir más de una vez. A pesar de ello, mi hermana y Saúl estaban confiando ciegamente en mí.
Las investigaciones en sí, no habían arrojado aún mayores resultados que los que ya se habían dado a conocer públicamente. Efectivamente, se confirmó que la explosión de la avioneta en la cual viajaba Felipe fue inducida, pero a estas alturas, nadie tenía la más mínima de idea de quién estuvo tan interesado en desaparecerlo.
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Una vida, otro sueño.
أدب الهواةEntre tantas mentiras y verdades, en esta montaña rusa de emociones, de situaciones, de sentimientos, confundí muchos pensamientos, dejé de saber qué era lo real y qué no lo era. No podía, no puedo confiar en mí; y necesito respirar, esclarecerme, p...