- ¿Saúl, qué haces aquí?- Le pregunté con soberbia intentando calmar mi respiración que se había agitado por el susto.
- Necesitaba saber cómo seguías,- me respondió sosteniéndome la mirada
- Pues, ya me ves, estoy bien.- Le dije con altanería.- No me voy a morir por ti y menos sin ti, Saúl.- Le solté con ironía.
- No te creo,- me dijo.- Ni lo primero ni lo segundo.- Y enarqué una ceja.
- ¿Tú de verdad te crees el último refresco en el desierto, no?- Le pregunté con sarcasmo y rodó los ojos.- Por favor, Saúl. ¿A ti no te ha quedado claro que yo tomo lo que quiero cuando quiero, y además hago lo que se me da la gana cuando se me da la gana?,- y me miró confundido.
- ¿A qué te refieres?,- me preguntó.
- A esto,- le dije, para luego abalanzarme sobre sus labios, en un beso que desbordaba pasión, característicos entre él y yo, maniobrando con nuestras lenguas en una lucha de quien despertaba más placer y más deseos en el otro. Ese beso no fue la excepción, y subía cada vez más de tono. A tal punto que Saúl comenzó besar mi cuello, y no pude evitar estremecerme entre sus brazos. Él conocía mis puntos débiles, sabía la táctica, y tenía la estrategia para siempre hacer que yo quisiese más. Segundos después, me separé de sus labios y comencé a mordisquear el lóbulo de su oreja, pero el olor del perfume de Saúl una vez más me detuvo. ¡Por favor, bebé!, y lo alejé de mí, con la respiración aún entrecortada intentando disimular la mueca de asco que sentía en ese momento.
- Las reglas, en esta cama cambiaron, Saúl,- Le dije con la respiración aún agitada y él enarcó una ceja.- Ahora quién manda soy yo, y si quieres lograr algo esta noche, ve a tomar una ducha.- Le ordené y me miró desconcertado.- Ve, antes que se me pase la calentura y te deje con las ganas.- Esbocé una sonrisa victoriosa.
Vi a Saúl marcharse con dirección al baño, e inmediatamente el arrepentimiento por lo que estaba a punto de hacer me atacó. Una vez más te encuentras entre la espada y la pared, Altagracia, pensé, mientras tomaba asiento frente al tocador. "Tienes que alejarlo de ti", repetía incesante mi conciencia, últimamente me visitaba con frecuencia. Desde que está ella, no puedo dar un paso con firmeza cuando de Saúl se trata, estaba muy consciente que ya le había hecho mucho daño, no podía seguir haciéndoselo ahora; y recriminación, tras recriminación, me perdí en mis pensamientos, hasta que los labios de Saúl sobre mi cuello, me trajeron de vuelta al planeta.
- Te dije que te dieras prisa, Saúl.- Le dije alejándome de él. A este punto, ya no sabía si lo hacía por mi bien, por el de ella, o por el de todos. Me vio entre confundido y frustrado.- Se me quitaron las ganas de estar contigo.- Le solté con una sonrisa burlona, que claramente lo hizo enfurecer, porque acto seguido, me retuvo por el antebrazo fuertemente, imposibilitando mi paso.
- Suéltame, que me lastimas,- le dije intentando zafarme de su agarre.
- ¡No!, tú y yo vamos a hablar, Altagracia. Tu maldito juego ya me tiene harto.- Me dijo notablemente frustrado.
- ¿Mi juego?, ¿cuál juego?,- le pregunté irónica, y vi como sus ojos se tornaron aun más oscuros por toda la ira que estaba provocando en él, ejerciendo más fuerza sobre mi brazo.- Suéltame, Saúl,- le insistí con soberbia, pero él no cedía.- ¿Dónde quedó el abogado defensor de las mujeres?, incapaz de lastimar a alguna, y mucho menos si está embarazada.- Le solté sin previo aviso, y vi como sus ojos se expandieron enormemente.
- ¿Estás embarazada, Altagracia, o, es otro de tus trucos?- Me preguntó con desconcierto aligerando la presión que hace un momento ejercía sobre mi antebrazo.
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Una vida, otro sueño.
FanficEntre tantas mentiras y verdades, en esta montaña rusa de emociones, de situaciones, de sentimientos, confundí muchos pensamientos, dejé de saber qué era lo real y qué no lo era. No podía, no puedo confiar en mí; y necesito respirar, esclarecerme, p...