México.

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Ciudad de México, no sabía cuánto extrañaba el olor y el movimiento del D.F.
A pesar de todo, la vida seguía devolviéndome a este lugar.
Mi caos. Mi refugio. Mi escape.
Sonreí por inercia al ver a mi bebé agitar sus manitas en puño y sonriendo. Tan ajeno a todo el mal que suele rodearnos. Tan inmerso aún en su inocencia.
Las luces de la ciudad eran el entretenimiento perfecto para él, todos sus colores le llamaban la atención y lo hacían reír a pequeñas y tiernas carcajadas. A la par que el miedo y la incertidumbre crecían dentro de mí.
Estaba de vuelta.
Estaba de vuelta al caos.
Estaba de vuelta al pasado.
A la raíz de muchos problemas.
Estaba de vuelta para enfrentar los fantasmas.
Para darle término a tantos años de sufrimiento, de venganza y de rencor.
Estaba de vuelta para terminar este capítulo de una manera justa.
Estaba de vuelta para poder vivir en paz.
—Doña, llegamos— la voz de Matamoros me devolvió a la realidad.
—Hogar, dulce hogar— exclamó Isabella antes de bajar de la camioneta y dirigirse sin mirar atrás al interior de la casa. Sonreí divertida.
—¿Cómo te sientes?— cuestionó mi hermana y suspiré.
—Aterrada... para que te voy a mentir—estiró su brazo y acarició mi mejilla. Me sonrió con comprensión.
—Ya es hora de cerrar todo, Altagracia—enfatizó — Merecemos vivir en paz, ya hemos sufrido y perdido suficiente—señaló mientras bajaba del auto y se posicionaba para tomar a Fer y así, yo bajase cómodamente.
Extendí los brazos para que lo tomase y me dispuse a bajar. Masajeé mis sienes, cerré los ojos y suspiré.
—¿Sigues con migraña?
— Ha de ser por el viaje — le resté importancia.
—Deberías chequearte, la pasaste fatal durante el vuelo—negué y tomé a mi bebé de nuevo en brazos.
—¿Llamaste a Saúl?
—Hablé con él antes de salir de Madrid, por la hora ya debe estar por llegar.
—Vaya sorpresa se va a llevar— reímos y entramos en casa.
Subí directo a la habitación de Fer para darle un baño y dormirlo, la diferencia horaria era considerable y debía adaptarlo a los tiempos de México nuevamente.
No dejaba de jugar y reír por todo. Me embelesé con él, con su sonrisa, con su inocencia y una vez más me invadió esa sensación de angustia. Lo abracé con todas mis fuerzas, solo para prometerle que no permitiría que nada le sucediese, que era mi vida.
Lo mimé. Lo acuné. Jugué con él hasta que no pudo más y se quedó dormido.
Sonreí con ternura.
Apagué la lámpara y cerré la puerta.
No sin antes encender el interlocutor y dejar posicionado a tres escoltas. Dos en el jardín, justo en la ventana que da hacia su habitación y el otro cercano a su puerta.
Definitivamente, estaba paranoica.
Me dirigí a mi recámara para darme un buen baño de espumas y tratar de sacarme un poco el Jet Lag.
Me serví un trago que observé con reprobación y ni siquiera probé. Últimamente había tenido el estómago un poco disentido y a duras penas lograba comer.
Me fijé en la hora en cuanto tomé mi teléfono.
09:11 p.m.
Tenía ya más de una hora dentro de la tina perdida en mis pensamientos. Me dirigí a la ducha para sacarme la espuma del cuerpo, me enfundé en una minúscula bata de seda y salí en dirección a la cocina.
—Rosalba, ¿Saúl no ha llamado?
—Si, Doña. Me pidió que le dejara preparado este sándwich. Está atascado en el tráfico, aún demora en llegar— asentí.
—Gracias, Rosalba. Vas a tener que prepararle otro porque este me lo quedaré para mí.
—¿No prefiere mejor le prepare uno a su gusto? El señor Saúl come ciertas cosas que sé perfecto que usted detesta.
—Saúl come como un niño—rodé los ojos—hasta Fernando se alimenta mejor— señalé con retintín antes de morderlo y deleitarme con él. Rosalba me observó sorprendida.
—¿De verdad, se está comiendo ese sándwich?—fruncí el seño y observé a mi hermana que entraba en la cocina en ese momento.
—¿Tiene algo de malo el sándwich? De hecho, para ser de Saúl está bastante bueno.
—Mayonesa y pepinillos, y hasta donde yo sé usted los detesta— me quedé observando el sándwich y la arcada que me sobrevino después de escuchar eso, solo me dio tiempo de tomar el bote de la basura y devolver lo poco que tenía en el estómago desde la mañana.
Regina me acercó un vaso de agua y tomé un sorbo y luego otro.
Rosalba se acercó para echarme aire, mientras Regina se aseguraba que me tomaba el agua y secaba el sudor de mi frente por el esfuerzo.
—Rosalba, déjanos solas por favor — pidió mi hermana en cuanto me vió mas tranquila.
Asintió, tomó el bote de la basura que había usado momento antes y se retiró.
—No me mires así — rebatí.
—Estás embarazada— afirmó.
—No.
—¿Segura?
—No necesito esto ahora.
—Pues, lo estás.
Suspiré y fijé mi mirada en la mesa.
—Tienes miedo, lo sé. Piensas en qué si apenas has logrado mantener a salvo a Fernando, como le vas a hacer con este nuevo bebé.
—...—tosí.
—No te has querido permitir siquiera alegrarte por esto.
—Otro bebé...—murmuré.
—Con el amor de tu vida—me reconfortó.
Lloré. Me abrazó.
—Con el amor que le ha dado norte a mi vida—repetí para mí.

Escuchamos a lo lejos a Saúl entrar a casa. Regina besó mi sien.
—Les daré espacio— dijo y salió por la puerta que daba hacía el jardín y rodeaba la sala.
Tomé el plato con el sándwich que Rosalba había dejado preparado para Saúl y me quedé de pie junto a la Barra de la cocina.
—Muero de hambre—dijo mientras quitaba su chaqueta y miraba al suelo.
—¿Qué clase de hambre exactamente?— pregunté con picardía y fijó de inmediato su mirada en mí —¡Sorpresa!—enuncié con el sándwich en la mano y le sonreí cálidamente.
Parpadeó repetidas veces y se abalanzó sobre mis labios.
—Mi amor— susurró contra mi boca.
—Si le pones un poco más de ímpetu al beso, me convences de que te gustó la sorpresa—reí con ganas.
Sus manos no se quedaban quietas y acariciaban cada centímetro que la pequeña bata le permitía.
—Ya me quedó claro que el hambre no es de este sándwich—reí mientras sacaba el plato que había quedado atrapado en medio de los dos.
—Te amo, te amo, te amo — repitió mientras bajaba sus besos a mi cuello. Gemí.
—Aquí no, cualquiera puede entrar—mordisqueé el lóbulo de su oreja y me separé. Sonreí con amor.
—¿Qué hacen aquí?—me observó fijamente— No llegaban hasta el fin de semana.
—Si ya conoces a tu mujer para qué haces esas preguntas—me mofé de él— te amo— sonreí de nuevo.
Dejé un casto beso en sus labios, tomé su mano y la llevé hasta mi vientre.
Me observó con confusión e ilusión a la vez.
—Necesito terminar con todo, Saúl. Estoy aterrada — la primera lágrima escurrió por mi mejilla y él la secó.
—Todo va a estar bien—aseguró y negué con la cabeza.
—Promételo.
—Te lo prometo— besó mi frente.
Sorbí un poco mi nariz.
—Vamos a ser papás— le anuncié con una sonrisa mirándolo a los ojos fijamente.

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Gracias a todas las que aún siguen leyendo y disfrutando de este fanfic #Saugracia.💖

No prometo secuencias en las actualizaciones, solo culminarla, y ya solo me quedan 2 capítulos.

GRACIAS POR SU PACIENCIA.

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⏰ Última actualización: Jan 16, 2022 ⏰

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