Observando a una diosa.

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Sentía unas náuseas espantosas. Pensaba insistentemente en el porqué de la situación; y la maldita escena volvía a reproducirse sin parar en mi mente. ¿Qué diablos pensaba Monica hacer cuando llegara el momento del supuesto parto? Sentí escalofríos de solo pensar en la respuesta, y mis pensamientos nuevamente se detuvieron en una persona: Saúl.

Tenía tan presente su decepción y frustración que por momentos me recriminé el estar pensando en ella, no acompañarlo a él, y aun así, tenía tan presente sus palabras "<Vaya leona, cuide de su cachorrita>" que me sentía anclada al hospital, a esa sala de espera, ansiando noticias de su estado, necesitaba saber que estaba bien.

Por instantes, tomaba bocanadas de aire. Estaba en el jardín trasero de ese sitio, y me sentía en una pequeña cápsula de cristal sin oxígeno, e inmóvil. Un ligero dolor en la parte baja del vientre me hizo caer en cuenta que tenía que calmarme, por mi bien y por el de mi bebé, debía hacerlo.

—¿Qué sucede, Juan Carlos?, ¿cómo está mi bebé?— le cuestioné con la voz temblorosa. Asustada, realmente estaba aterrada.

Juan Carlos me observaba sopesando como formular su respuesta. Se le veía preocupado, no era para menos había tenido que dejar todo en el D. F. para venir en mi auxilio. Había presentado un fuerte sangrado que no cesaba, y sin pensarlo dos veces, decidí que lo quería aquí. No me importaba nada, solo que mi bebé estuviese sano y salvo.

— ¿Cómo te sientes? — cuestionó él en respuesta. Intercambiando miradas entre Saúl que posaba al lado derecho de la camilla y yo—. El episodio de hoy, es precisamente de las cosas que había tratado de evitar por todos los medios,  Altagracia— me reprendió, y me tensé.

— Por favor, díganos que todo con nuestro hijo está bien— rogó Saúl.

Juan Carlos nos observó atentamente, e intentó formular una mueca muy parecida a una sonrisa, pero falló en el intento. En ese momento, todos mis sentidos se dispararon en señal de alarma, por segundos se me dificultó respirar. Sabía que algo no estaba bien.

— Dime, por favor que todo con mi bebé está bien, Juan Carlos. — le imploré con la voz quebrada ante el miedo tan irracional que estaba experimentando— ¡Dímelo! — exclamé  preocupada.

— Tranquilízate,  Altagracia— exigió—. No estás ayudando en lo absoluto a tu bebé con esa actitud. No te voy a mentir, estas delicada, están delicados.— dijo y me petrifiqué. Sentí a Saúl quien sostenía mi mano desde hace unos instantes tensarse completamente al igual que yo—.  Presentaste un conato de aborto, la situación cual sea que haya sido que te sometió a altos niveles de estrés, le envió señales a tu organismo y tuviste contracciones, pero por lo prematuro del embarazo, comenzaste a sangrar de forma exagerada. Tranquila, todo va a estar bien. Te necesito en reposo absoluto por el resto del embarazo, es lo único que podemos hacer para que ambos estén sanos y salvos, te necesito fuerte para el día del parto.— sentí de alguna forma relajarme.

Mi bebé estaba bien.

— Otra cosa, con este episodio, quiero que tengas en cuenta que puedes entrar en trabajo de parto a partir de la semana treinta y tres, Altagracia. — aclaró y me asusté—. No te alarmes, solo necesito que estés muy atenta a las contracciones y las contabilices. Por ahora, sé que quieres regresar a Ciudad de México pero te necesito en reposo al menos dos semanas para cerciorarme que no corren ningún riesgo— dijo y asentí.

Una vida, otro sueño.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora