Alcancé a Regina, justo en el salida del hospital. Estaba muy alterada, llorando desconsolada. ¿Qué sucedió?, fue el cuestionamiento natural que hice para mí mismo, mas reprimí emitir sonido.
Una enfermera nos divisó y facilitó un vaso de agua para Regina, creo que todo lo que necesitaba era respirar y recuperar las fuerzas. Sus ojos aún lucían llorosos, pero estaba mucho más tranquila.
—¿Podemos volver?— cuestionó—. Necesito hablar con mi hermana— asentí.
El camino a la sala de espera se hizo eterno, el silencio reinaba entre Regina y yo. Curiosamente, no me atrevía a formularle todas las preguntas que tenía para ella. ¿Por qué se encontraba en ese estado? ¿Qué fue lo que ocurrió como para que a Altagracia estuviese tanto o más alterada que ella?
Suspiré sin más remedio y sacudí la cabeza para alejar todos esas dudas de mí. Lo que sea que estuviese ocurriendo en cualquier momento me enteraría.
Arribamos a la sala de espera, y el personal de limpieza estaba terminando de asear el área. Busqué con la mirada a Altagracia, y todo lo que divisé fue a una aterrada Isabela corriendo en dirección a su madre. Todas las alarmas en mi sistema se dispararon, y un nudo amargo se formó en la boca de mi estómago.
—¿Dónde está tu tía, mi amor?— interrogó Regina.
El nerviosismo de Isabela era notorio, por cuanto mi desesperación creció más. ¿Dónde está Altagracia? Sin darme cuenta de mis actos giré a Isabela bruscamente hacia mí, y clavé mi mirada en sus hermosos ojos azules que ahora lucían completamente aterrados, y una fina tela lagrimas los cubrían.
—¿Qué sucedió con tu tía, Isabela?— cuestioné en tono duro.
—Por favor, suéltame me estás lastimando— pidió y eso hice. Me disculpé con la mirada, y ella se acercó nuevamente a su madre.
Nadie en ese lugar emitía palabra, se miraban unas a otras, más ninguna ni mi madre, ni Isabela, ni Yesenia, ni Lydia decían algo al respecto; estaba al borde de la desesperación, y de reojo vi a Isabela moverse en mi dirección.
—Mi tía está en quirófano— intercambió miradas entre su madre y yo. Sentí que el aire me faltaba—. Se adelantó el parto, y lo único que escuché es que la someterán a una cesárea de emergencia. Nadie ha dado información— aclaró entre lágrimas. Asentí.
El vacío en mi estómago era inmenso. No sabía qué hacer, por instinto, me acerqué hasta recepción para pedir información sobre ellos, pero nadie supo decirme nada.
Cada fibra de mi cuerpo se encontraba en completa tensión. Imaginaba lo peor, por más que intentase que fuera lo contrario. Esto no podía, no debía estar sucediendo. Habíamos sido extremadamente cuidadosos para evitar un episodio así, por el bien de nuestro hijo y del suyo. ¿Qué diablos fue lo que sucedió entre Regina y ella?
La rabia por lo acontecido y la incertidumbre me cegaron. No fui consciente de mis actos. Solo sabía que mi mujer y mi hijo estaban luchando por su vida en un quirófano, y yo afuera sin poder hacer nada.
Decidido a saber todo lo que había ocurrido, me giré con dirección a Regina, que todo este tiempo no se había despegado de mí. Estaba tan preocupada como yo y se notaba en sus ojos.
—¿Que fue lo que sucedió, Regina?— le interrogué en tono severo. Tragó saliva y titubeó pero se animó a hablar. No alcanzó a articular ni una sola palabra, cuando Juan Carlos apareció en la sala de espera. Corrí desesperado hasta él—. Dime por a quien más quieras que están bien— rogué sin darme cuenta.
El doctor enmudeció y me desesperé aún más. Inhaló profundo y se animó a hablar.
—Saúl, Altagracia y el bebé están realmente mal— afirmó y mi respiración se cortó de golpe—. Este es el peor escenario que se podía presentar. La hemorragia que presentó hace unos momentos, adelantó el parto y complicó absolutamente todo— informó y mi mente intentaba procesar todo con la misma rapidez que percibía la información—. Un equipo médico altamente calificado está asistiendo el parto junto conmigo. Estoy aquí porque Altagracia en medio de la anestesia no ha dejado de llamarte— sonreí débilmente—. Ni a ti ni a Regina.
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Una vida, otro sueño.
FanfictionEntre tantas mentiras y verdades, en esta montaña rusa de emociones, de situaciones, de sentimientos, confundí muchos pensamientos, dejé de saber qué era lo real y qué no lo era. No podía, no puedo confiar en mí; y necesito respirar, esclarecerme, p...