Placer y conexión.

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-¡Nngh!- gemí con fuerza calculada para evitar despertar a mi bebé que descansaba justo en la habitación contigua.
-Eres realmente más hermosa al borde del orgasmo- siseó Saúl a la par que mordía su labio inferior.
Me sentía cerca, muy cerca del éxtasis. Estiré inconscientemente mi cuello hacia atrás a causa del placer y sentí sus dientes morder y su lengua aliviar el ardor que provocó en la zona.
Me esmeré en alcanzar nuestro placer, moviendo cadensiosamente mis caderas para maximizar la fricción. Sentí como poco a poco, mis paredes se ciñeron con fuerza sobre su miembro y esa exquisita sensación previa al culmen se apoderaba de nuestros cuerpos. Una, dos, tres estocadas más...
-¡Nngh!- ahogué mi gemido de puro placer en un beso demandante lleno de total lujuria. Al tiempo que sentía como Saúl alcanzaba el tan anhelado placer y ahogaba un gruñido en el mismo beso, corriéndose en mi interior.
Jadeé en busca de aliento y reposé mi frente en el hueco de su hombro. Dejé un reguero de besos allí, entre tanto conseguía regular mi respiración.
-Extrañaba tenerte así- dejó un beso en mi nuca y me estremecí por el contacto. Suspiró y me abrazó con fuerza.
-No más que yo- aseguré saliendo de mi escondite y dejando un casto beso en sus labios.
-Supongo que hay que ducharnos- dijo observando el reloj de muñeca que traía puesto- en un par de horas sale mi vuelo.
El desgano en su voz me encogió el pecho y me aferré más a él. Besé repetidamente su cuello y suspiré.
-Fue tu idea, ¿recuerdas?- reclamé en medio de un puchero.
-Si, por tu seguridad y la de nuestro hijo- me tomó de los hombros para sacarme de mi escondite y mirarme a los ojos- lo único bueno es que esta será la última vez, en una semana estarán de regreso-sonrió infantilmente y besó mi sien. Su sonrisa se borró de nueva cuenta.
Suspiré.
Esta tortura llegaría a su fin. En una semana estaríamos de regreso. Y la única razón por la cual no me iba ahora mismo es que Regina e Isabella estaban en Milán y tendría que esperar su regreso hasta dentro de cuatro días. Mismos que aprovecharía con Saúl hasta que un inoportuno caso de urgencia se presentó para hacerlo volver antes de tiempo.
Lo cierto era que, ese tiempo en Europa había sido fructífero. Había logrado solventar y poner en marcha el dichoso proyecto que me traería a Madrid en un principio. Los nervios de mi hermana habían vuelto a su sitio. Saúl estaba mucho más tranquilo, a pesar de que en México las cosas no habían avanzado en nada. La policía seguía sin dar con el paradero de los psicópatas de Braulio y Rafael.
Un océano de distancia entre ellos y yo le dió algo de paz. La misma que se acabaría en cuanto pusiéramos un pie de regreso a México.
Suspiré pensativa.
Un beso en mi sien me trajo de vuelta a la realidad y parpadeé varias veces para traer mis pensamientos al presente.
-Sabes que no estoy del todo convencido con que regresen pero sé que perderé tiempo y esfuerzos en intentar convencerte de lo contrario- me abrazó con ternura.
Sonreí contra su piel.
-Vamos a estar bien-le aseguré.
-No puedes estar segura de eso, pero supongo que ahora yo debo cumplir con mi parte del trato si tú has cumplido al pie de la letra con la tuya-declaró ido en sus pensamientos- Solo sé que si algo les llega a pasar, me muero, amor.
-Eso no tiene porqué suceder-le animé.
Rodó los ojos y me tomó por la barbilla.
-Prométeme que no vas a ir a meterte a la boca del lobo-aseveró.
Enmudecí. Me quedé viéndole fijamente a los ojos y dejé un beso casto en su mejilla.
-Prometo hacer lo que sea necesario para que nuestra familia esté bien.
-Mientras eso no implique que tengas que ir a buscar a dos psicópatas, terroristas y asesinos, me quedaré tranquilo-insistió con su mirada.
-Prometo no buscarles-lo tranquilicé- pero si son ellos quienes aparecen ante mí, no tengas dudas que nos voy a defender, Saúl- suspiró no muy satisfecho y asintió.
-Espero que sea la policía quien primero de con ellos.
Acaricié su cabello y lo halé de la nuca para besarlo y profundizar el beso.
Uno lleno de lascivia y lujuria. Mi lengua bailó gustosa en su boca, en compañía de la suya. Se enzarzaron en el mismo baile con arrebato, con pasión, con desenfreno y en consecuencia la excitación no se hizo esperar.
Sentí la excitación de Saúl despertar aún dentro de mí y gemí quedamente.
Era demasiado placentero sentirlo así. No nos habíamos separado y este acto prometía ser más gratificante que el anterior.
La cama era un amasijo de sábanas, cubiertas de sudor y el choque de nuestros cuerpos era sumamente exquisito.
El peso de Saúl sobre mi cuerpo, las embestidas, los besos húmedos, el sudor. Absolutamente todo me nublaba el juicio. Clavé mis uñas en su espalda sintiéndome muy cerca nuevamente.
-Ahí, amor- siseé con ardor.
-¿Ahí?- contestó de forma juguetona mientras lamía el lóbulo de mi oreja.
-Si, justo ahí. ¡Nnghhhh!- gemí alto. Saúl me acalló rápidamente con un beso y me prendí de su labio inferior al tiempo que sentía como inevitablemente caíamos al precipicio del orgasmo.
-Es una suerte que no lo hayamos despertado- expuso un par de minutos después cuando ya habíamos recobrado el aliento, con la mirada fija en el interlocutor que nos comunicaba con el cuarto de Fernando.
-Sabe cuanto te necesiba-sonreí con diversión mordisqueando su barbilla.
Soltó un carcajada y dejó un casto beso en mis labios y mi frente.
-Si no nos duchamos ya, perderé el vuelo, Altagracia- dijo intentando salir de mi agarre.
-Esto sucede porque decidiste no viajar en vuelo privado- rodé los ojos.
-No me siento cómodo, lo sabes.
-Si, si, lo que digas.
-Con lo cambiante que está tu humor últimamente, me da miedo dejarte un par de días- dijo con sorna y lo encaré.
-¿A qué te refieres?- fruncí el seño.
-A nada, amor. A bañarnos, vamos- me tomó en brazos mas me resistí.
-Hice una pregunta- enarqué una ceja.
-Si seguimos perdiendo el tiempo acá, vamos a desperdiciar la última oportunidad de hacer el amor en el baño hasta tu regreso- dijo con picardía y me dió la espalda dirigiéndose al baño.
Bufé. Me puse en pie y le seguí unos minutos después alcanzándolo bajo la ducha.
Sonrío con descaro y le señalé con el índice.
-Después de que me hagas el amor acá, igual me vas a responder- enuncié justo antes devorarle los labios en un beso.

El camino al aeropuerto fue tranquilo. Fernando estuvo despierto atento a todos los movimientos de su papá que jugaba con él.
Sonreí con ternura.
Sus risas me completaban de una manera que no sabía que era posible. El brillo de picardía y ternura en la mirada de Saúl equivalía al brillo de admiración y diversión en el rostro de nuestro hijo.
Sería difícil hacerle dormir hoy. La conexión entre ellos era tan especial y única que llegaba a abrumar. Las pequeñas carcajadas que brotaban de la boca de Fer lo atestiguaban al igual que yo.
Matamoros detuvo la marcha y caí en cuenta de que ya habíamos llegado. Bajó para alistar las maletas de Saúl y darnos un poco de espacio.
-Solo será una semana-acaricié su mejilla.
-A pesar de la felicidad que pueda sentir en una semana se terminará mi paz- sonrío con cierta nostalgia.
-Ya sé que si de ti dependiese, nuestra estancia acá sería indefinida-exclamé con cierta ironía- pero lo cierto es que yo solo estoy contando las horas para volver a hacer el amor contigo- sonreí con picardía y dejé un demorado beso en la comisura de sus labios.
Giró un poco el rostro y me atrapó justo cuando estaba por separarme. Nos arrastró a un demandante beso.
Jadeé.
Me costó recobrarme.
Sonrío pícaramente y dejó un casto beso en mis labios.
-¡Hasta pronto, campeón! Cuida a mamá por mí-dejó un demorado y sonoro beso en la frente de Fernando para luego entregármelo. Se acercó con sigilo y me besó la frente- Te amo-coronó con un beso casto en los labios.
-Te amo- lo atraje a mí para darle un beso más demorado y con ternura- Te amamos- volví a repetirle.
Su mirada brilló de una manera especial y única. Lanzó dos besos al aire y bajó de la camioneta.
Solo una semana, Altagracia. Repetí en mi interior.
Cuando Saúl entró al ascensor para dirigirse a la planta comercial, Matamoros encendió el motor con dirección a casa.

Aproveché los días restantes en Madrid para finiquitar unos asuntos del proyecto. Un paseo por la Gran Vía con mi bebé siempre era bienvenido y claro está, una tarde de excesivas compras.
Ser mamá me dejaba encandilada con cuanta belleza encontrase para Fernando. A este paso, debía mandar a agrandar su closet. La cantidad de ropa era realmente excesiva.
Con sus próximamente cuatro meses, Fer era cada día más despierto al punto que sabía exigir, tal cual su madre. Por eso no me extrañó cuando puso sus ojos en un peluche muy parecido al que traía con él. Nada más y nada menos que ese elefante hermoso que Saúl le regaló cuando supo que venía en camino. Era su favorito.
Su carita de desconcierto me dió cierta gracia, y en cuanto hice un ademán de quitarle el suyo su rostro se contrajo en una mueca de llanto. Señal inequívoca de que estaba estudiando lo que tenía en frente.
-¿Te gusta, mi amor?- frunció el seño y aferró su peluche contra él-Ya veo que no- besé su frente. Pagué la cuenta y salí de la tienda.
-¿Todo en orden, Doña?- cuestionó Matamoros al fijarse que me había quedado estudiando mi alrededor.
-Si, Matamoros. A casa- le entregué las bolsas y tomé a mi bebé para subirme en la camioneta.

Nuevamente esa sensación de que alguien nos sigue.
Estás paranoica, Altagracia. Me recriminé.

En cuanto entramos a casa, el movimiento en ella me hizo alertarme al igual que a Matamoros.

-Llegaron, mamá- la inconfundible voz de mi sobrina hizo eco por todo el apartamento. Y segundos después, un torbellino de cabellos castaños y ojos azules hizo acto de presencia abalanzándose sobre nosotros.
-Yo también te extrañé, mi amor- ironicé cuando ví que ni siquiera se dirigió a mí sino al bebé. Me recobré.
-Me extrañó que llegásemos y no estuvieses- apareció Regina con un delantal saliendo de la cocina.
La estreché en mis brazos y dejé un beso en su sien.
-De compras- me excusé.
-Ya veo- rió- Definitivamente, tendremos que agrandar su closet- dijo mi hermana después de fisgonear entre las bolsas.
-Justo lo pensé hoy. No puede ser tan evidente-reí.
Mi hermana dirigió una rápida mirada hacia una esquina en la sala y reí con más ganas.
-No puedo creer que piense que nuestra casa es chiquita para toda tu ropa- exclamé dirigiéndome hacia todos los regalos que habían traído Isabella y Regina de su tour- qué bueno que ya están acá porque así podré adelantar nuestro viaje para mañana- decreté y la aprehensiva mirada de mi hermana sobre mí dijo mucho.

Más solo asintió y regresó a lo que estaba haciendo.
La sensación de vigilancia se acentuaba. Necesitaba volver a México.
Tomé mi celular y empecé a coordinar todo.
Sería una sorpresa para Saúl.

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Gracias a todas las que aún siguen leyendo y disfrutando de este fanfic #Saugracia.💖

No prometo secuencias en las actualizaciones, solo culminar la historia.

GRACIAS POR SU PACIENCIA.

Una vida, otro sueño.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora