¡Brindemos!

1.3K 73 41
                                    

  - Extrañaba tanto tenerte así,- me dijo Saúl, recostado sobre mi pecho con la respiración entrecortada. Mientras yo acariciaba su cabello.
- Esto estuvo mal, lo sabes.- Le dije con una lágrima recorriendo mi mejilla, intentando normalizar mi respiración, y ambos nos quedamos en total silencio.  

No podía negarlo se sentía tan bien tenerlo conmigo, pero no me podía olvidar de todo lo que estaba pasando, Saúl está a punto de casarse con alguien más y a pesar de ello, yo debía seguir con mi vida. Esto sólo fue un momento de debilidad, nada más que eso, porque así me estuviese rompiendo en mil pedazos por dentro, lo único que al parecer permanecía intacto era lo que sentía por él. Lo único que me interesaba asesinar, con lo único que ese momento quería acabar, pero no, allí estaba traicionándome de la peor manera, haciendo que ignorara todo a mi alrededor, y llevándome de nuevo al más grande abismo, lanzándome al vacío sin paracaídas, provocando en mí la más grande de las culpas. ¿Culpa?, ¿dé cuándo acá he sentido culpa por algo? Últimamente así era, no podía evitar sentirme culpable, Saúl no era mío pero aquí estaba, conmigo, bajo mis sábanas, entre mis brazos. ¡Dios mío! Si esto es una pesadilla, necesito despertar ya. No puedo ni quiero seguir así. 

Así han pasado los días, la situación con mi embarazo ha estado un poco más controlada, las náuseas han tenido un poco de piedad por mí, la dieta que me estableció el nutricionista me ha sentado muy bien. Mi bebé estaba cada día más fuerte, y eso me tenía muy contenta; aunque sus antojos, si me tenían un poquito molesta. ¡Por Dios!, ¿quién se levanta a las 2:56 a.m. a atravesar toda la ciudad porque se le antojaron unos tacos al pastor que vendían por allá? De verdad, este bebé haría de las suyas, e inevitablemente yo sufriría las consecuencias. 

Mi hermana estaba feliz con todo el asunto de la boda, con Felipe ya habían decidido que se casarían en dos meses, y yo estaba rogando un milagro para que ello no pasara; y si ese milagro no sucedía, al menos una catástrofe natural, no sé, como que se desvíe un meteorito e impacte justo contra Felipe. Pero no, no tengo tanta suerte. Mientras ello ocurría, ahí estaba yo, ayudando a Regina con los preparativos de la boda, en contra de mi voluntad, ¡ja! 

Las cosas en la Constructora marchaban de maravilla, aunque seguía ansiosa por el viaje. Creo que tener todo claro respecto a la situación del proyecto era lo que me mantenía tranquila. Pero como siempre había un tema que no dejaba de perturbarme, Saúl. No he sabido nada de él, desde la otra noche en mi casa. Por una parte me tranquilizaba que hubiese respetado mi decisión de no acercarse cada que se le diera la gana, pero por el otro, me extrañaba y hasta diría que me molestaba el hecho que ni siquiera llamase para preguntar cómo estaba el bebé. ¡Ya, Altagracia! Es lo mejor, y en fondo lo sabes.

...Tres semanas después. 

- Permiso, Doña.- Escuché a Tania, después de haber tocado la puerta.

- ¿Qué sucede, Tania?- Le pregunté inexpresiva.

- La señora Regina está aquí,- fruncí el ceño. Mi hermana me acompañaría al chequeo que tenía hoy con el obstetra, pero esa cita era hasta las 3:00 p.m., y apenas son las 11:52 a.m. 

- Hazla pasar, Tania.- Vi que asintió, y acto seguido apareció mi hermana con una expresión que me hizo intensificar el gesto.

- Déjanos solas, Tania. ¡Ah! Tráenos dos cafés, por favor.- Asintió y salió. Volví la vista hacia Regina que me observaba entre ansiosa, nerviosa y preocupada.- ¿Me puedes decir qué te sucede?, ¿qué haces aquí tan temprano?, y ¿por qué tienes esa cara?,- le dije con severidad en mi tono. 

- Altagracia, yo...- logró gesticular, mas Tania nos interrumpió con los cafés, los dejó y salió al recibir un "Gracias" de nuestra parte. 

Una vida, otro sueño.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora