Susto.

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- Ten.- Le dije extendiendo la copa con champagne que hace un rato había servido para él.- Vamos a brindar por lo que viniste a decirme.- Le dije con sarcasmo, y me miró confundido.- Brindemos porque en cuatro meses te casas con mi hija, Saúl.¡Bravo!- Le dije irónicamente chocando nuestras copas, y él me observaba asombrado pero sobre todo incómodo.- ¿Qué?, ¿pensaste que no me iba a enterar?- Sonreí con soberbia, enarcando una ceja.

Acaso, ¿entendía todo lo que estaba sintiendo?, o ¿al menos tenía noción del asco que me provocaba su reciente decisión? ¿Tenía por lo menos una mínima idea de lo que su decisión significaba para todos, o por lo menos para nuestro hijo? No lo creo. 

Sí, es cierto, tenía muy presente que en cualquier momento iba a suceder. Sin embargo, esperé que su cobardía no llegase tan lejos, que recapacitara a mitad de camino, que si al menos no podía pensar en mí, que pensara en su hijo, en que se casaría con su hermana. Pero al parecer, a Saúl no le importaba nada de ello, sólo él, siempre él

Una vez más me estaba martirizando, lo que hacía y dejaba de hacer Saúl, me seguía afectando. Tenía todos los sentimientos y sensaciones revueltas, el miedo, el asco, la decepción, la rabia e inevitablemente el dolor. Muy a pesar de mí lo seguía amando, y con un bebé de ambos en camino, sentía que mi calvario sería más grande, olvidarlo tampoco sería fácil, habría alguien que me lo recordaría día y noche; y tenía que encontrar desde ya, la manera de lidiar con ello. 

- ¿Bien?- Le dije enarcando una ceja.- ¿Te quedarás allí estático sin pronunciar palabra?, ¿qué quieres ahora, Saúl?- Le pregunté con altanería.- ¿Que te felicite por tu próxima boda?... ¡Ah! No, ya sé.- Esbocé una sonrisa cínica.- Viniste a pedirme que como la madre de la novia que soy, me integre a todos lo preparativos y cumpla con la tradición de que los padres de la novia financian la fiesta, o algo así es el asunto.- Le dije con sarcasmo, terminando de tomar el último sorbo de mi agua, y él permanecía estático y mudo.- ¡¿Qué es lo que quieres ahora?! ¡Dime o lárgate ya!- Le grité con rabia. 

- ¿Puedes dejar tu sarcasmo para otro momento?- Dijo al fin, y enarqué una ceja.- Alterarte así, no te hace bien en tu estado,- me dijo calmo, y yo lo miré indignada.- Necesitas, tienes que tranquilizarte, Altagracia.- En ese momento sentí mi sangre arder del coraje. 

- ¡¿Tranquilizarme?!- Le grité,- ¿cómo pretendes que esté tranquila, Saúl? Si la poca paz que había logrado tener el día de hoy, viniste a sabotearla con tu presencia.- Dije con ironía.- ¿Cómo pretendes que esté bien? Si parece que se te olvida, que no es cualquier mujer la que tienes en frente. Que no importa que tanto pase entre nosotros, Saúl. Que sigo siendo la misma estúpida que se enamoró de ti, que muy a pesar de sí misma te sigue amando.- Le dije con la voz quebrada.- ¿Cómo pretendes que me tranquilice? Si te vas a casar con otra, cuando aún guardaba muy en el fondo la esperanza de que al menos por nuestro hijo, volvieras conmigo; ¿cómo pretendes que me tranquilice?, si en cuatro meses te casas con mi hija, Saúl.- Le dije con el rostro bañado en lágrimas.- Respóndeme de una maldita vez, ¿cómo lo hago?, ¿cómo hago para que dejes de importarme?, ¿para que dejes de dolerme?, ¿para dejar de amarte?, ¡¿cómo?!

- Perdóname, Altagracia.- Fue lo único que pronunció.- Sé que esto es demasiado, hasta inentendible. Lo sé porque aunque no lo creas tampoco está siendo fácil para mí.- Me dijo con los ojos cristalizados y lo veía con rabia.- La verdad, daría lo que fuese por no hacerte más daño, Altagracia, pero...- Lo interrumpí, su cinismo estaba acabando con mi paciencia. 

- ¿Pero qué, Saúl? ¿La amas a ella?- Le solté irónicamente, tomando asiento nuevamente.- Sí, seguro. Tanto la amas que hasta hace un par de semanas, te volviste a acostar conmigo, a pesar de haberle jurado que no me ibas a buscar nunca más.- Le dije con soberbia.- ¡Ah! Se me olvidaba que tú eres un ser indefenso que terminó en las redes de una víbora como yo, ¿no?,- le dije con sarcasmo levantándome de golpe del sofá, y sentí un fuerte punzada en el vientre, mas la ignoré. 

Una vida, otro sueño.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora