Capítulo 39.

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Después de cortar la llamada inesperada que había recibido, su corazón latió con fuerza y una enorme preocupación recorrió su cuerpo de pies a cabeza. Aquello simplemente no podía estar pasando cuando todo era completamente perfecto.

Dejó las cosas en su apartamento como estaban y maldijo la idea de no tener un auto propio puesto que conseguir un taxi sería un dilema total, pero tenía que hacerlo. Conocía demasiado bien a Harry y sabía que seguramente a esa hora su mente estaría sacando conclusiones tontas acerca de todo.

El tiempo en el elevador fue eterno, la espera de un taxi muy larga, el camino hacia la casa del rizado completamente infinito y la velocidad del conductor demasiado baja, o al menos para él así había sido todo. Simplemente cuando menos lo necesitaba, todo empeoraba o los planetas se alineaban para que todo estuviera en su contra.

Cuando llegó por fin, saltó del taxi como si estuviera desesperado por tocar tierra firme. Pagó y se acercó la puerta sin sacar de su cabeza todo aquello que John le había contado en esa llamada.

Llamó unas tres veces haciendo notar su desesperación y sin más le abrió la puerta la mujer que limpiaba la casa donde vivía Harry. Ella le sonrió amablemente y sin más lo dejó entrar al lugar indicándole enseguida que el rizado se encontraba encerrado en su estudio desde hacía algunas horas y que a pesar de la insistencia simplemente no había abierto. La mujer sonaba tan preocupado que Louis estaba seguro que de no haber llegado, ella hubiera llamado a la policía para ponerle una solución al asunto.

Caminó por los pasillos de esa enorme casa que en poco tiempo había memorizado hasta que se topó con la enorme puerta de madera, pegó el oído en ella para ver si percibía aunque fuera un sonido que le indicara que el de ojos verdes seguía vivo pero no hubo nada. Se mordió el labio inferior animándose por fin a llamar.

-          Te dije que dejaras de llamar – se escuchó aquella voz ronca después de que la puerta se abriera de una manera completamente brusca.

Louis saltó hacia atrás de la impresión y vio como las facciones del rizado se endurecían al notar que era él quien se encontraba ahí. Esperó lo peor, hasta un golpe, pero a cambio de eso el de ojos verdes se hizo a un lado para dejarlo entrar al estudio en el cual había pasado horas junto a él desde que se habían reencontrado.

Analizó el interior después de que el rizado cerró la puerta detrás de ellos y se dio cuenta de que algo no estaba del todo bien. En la mesa se encontraba una botella de licor no tan avanzada con un vaso a la mitad.

-          ¿Has estado bebiendo? – preguntó sin mirarlo, aún con el entrecejo fruncido.

-          ¿A caso eso importa? – dijo el rizado con la voz apagada para después caminar al gran sofá para sentarse en el con una expresión de completa derrota - ¿Por qué no me dijiste nada? – preguntó con súplica.

Louis suspiró sabiendo que aquello iba a ser demasiado difícil más por el estado en el que se encontraba Harry. Jamás en su vida lo había visto de aquella manera, de hecho, jamás lo había visto beber y eso sólo le dejaba claro que los años habían pasado, que ambos habían crecido en todo sentido.

-          Yo... nunca pensé que eso fuera un secreto para ti – soltó sin más – es decir, eras mi jefe y por consecuente supuse que estabas enterado de mis condiciones como empleado.

Era real aquella explicación, él como su superior debió de estar al tanto de todo, pero realmente jamás se había tomado la molestia de preguntar puesto que sus empleados no eran de su interés, ellos iban y venían por temporadas así que daban igual, pero con Louis todo era diferente, no era un empleado más de esos que él desearía que se fueran como era el caso de Eleanor, él quería que se quedara y no sólo como su editor, sino como la razón  de su existir.

A Primera Vista... [Larry Stylinson]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora