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Narra Tony.

Entro con vergüenza a la casa de Jazmín, pues sigo sin entender porque mamá me mando aquí y porque Daniel se portó así, incluso pensé que él si me mataría; Jazmín me observa con emoción, creo que ella está feliz de que yo esté aquí, aunque yo no estoy cómodo aquí, prefiero mi casa y obviamente estar con mamá.

—¿Quieres algo de tomar? —pregunta Jazmín sonriendo.

Yo tomo asiento en el sofá y le indico a Jazmín que, si quiero algo de tomar, por lo que ella camina hasta la cocina, yo miro todo a mi alrededor, Jazmín tiene una casa increíble.

—Te traje un jugo —menciona ella, entregándomelo en la mano.

—Gracias —le digo sonriendo.

Yo lo tomo y sonrío, para luego comenzar a tomarlo, respiro hondo y continúo mirando la casa de Jazmín.

—Bueno Tony, ve a dormir, que mañana será un día muy largo —sonríe Jazmín emocionada.

Me pongo de pie y me dispongo a seguirla, no entiendo porque esta tan emocionada de tenerme aquí, eso me da un poco de miedo.

—Tu habitación será ésta, duerme bien —añade ella, para seguir caminando por el pasillo.

Entro a la habitación y cierro la puerta, camino hasta la cama y tomo asiento en la orilla, veo todo detenidamente, hasta que algo en un mueble, llama mi atención.

Una foto de Jazmín con un pequeño niño, quien se ve tan feliz junto a ella, yo sonrió y me dispongo a dormir, ya que, según Jazmín, mañana será un día muy largo. Cierro mis ojos intentando tomar el sueño, por suerte lo logro rápido, pues puedo sentirlo.

***

Abro los ojos lentamente, pues escucho pasos en la habitación, veo a Jazmín caminar de un lado a otro, con ropa y zapatos.

—Mira Tony, encontré esto, espero sea de tu talla —menciona ella, colocando la ropa y los zapatos en la cama.

—Creo que, si son de mi talla, ¿De dónde los has sacado? —le preguntó confundido.

Ella voltea a verme un poco triste, luego camina al mueble donde vi la foto y la toma.

—Yo tenía un hijo, era más chico que tu es evidente con la foto, él murió en un accidente de auto, yo ya tenía la vida planeada con él, incluso le compre ropa para cuando estuviera más grande, yo no podía superar su muerte y simplemente no pude deshacerme de esto —ella toca la ropa y limpia algunas lágrimas que resbalan por sus mejillas.

—Oh yo no tenía ni idea, siento mucho lo que paso —añado en voz baja.

Ella me da un fuerte abrazo, luego se pone de pie y camina a la puerta, la abre y por ella aparecen todos mis amigos, Beth, Pablo, Omar, Milena y Carmen.

—¡Chicos! —grito emocionado, para luego correr a darles un abrazo.

Ellos me enredan en un gran abrazo, el cual yo disfruto mucho, pues hace días que no los veía, porque estaba enojado con ellos, pero ya no más.

***
Narra Progenito.

Intento inútilmente zafarme de estás cadenas que me atan hacia la cama, incluso siento que mis brazos se han lastimado de tanto que intento zafarme de aquí.

Cierro los ojos e intento recordar cuando no estaba metido en tantos problemas, oh ya se, aquel día que jale a Daniel hacia la cama, él jugaba tan a gusto con sus amigos y yo lo molestaba. Abro los ojos al sentir que la puerta se abre de golpe, por ella entra Isaac y el sacerdote Ted con botellas de agua y velas.

—¿Qué hacen aquí par de idiotas? Tu Isaac deberías estar en casa, tu madre estará preocupada por ti —comento, mientras una sonrisa se dibuja en mi rostro.

Ellos me ignoran y colocan las botellas y velas por toda la habitación, sin un lugar fijo, tan sólo las colocan en cualquier lugar.

—¡No podrán hacer nada contra mí! —les grito enojado.

Intento zafarme nuevamente, pero es inútil, estas cadenas sí que son resistentes.

—Ted, mira lo que está haciendo —escucho que Isaac le susurra al sacerdote.

Ellos dos voltean a verme, yo sigo con lo que hago, hacerle daño al cuerpo de Daniel, el cual no creo que se recupere pronto.

—Tranquilo Isaac, sólo lo hace para sentirse superior a nosotros —escucho la voz del sacerdote.

Isaac y el sacerdote salen de la habitación, dejándome completamente solo, veo todo a mi alrededor, no puedo dejar que realicen el exorcismo contra mí.

—¿Daniel? —comentan detrás de la puerta.

Comienzo a reír un poco, pues Isabel parece una estúpida, después de escuchar todo lo que le han dicho, ella se atreve a venir aquí.

—¿Isabel?, ¿Mamá eres tú? —preguntó fingiendo la voz de Daniel.

Intento con todas mis fuerzas aguantar la risa, cuando Isabel abre la puerta y camina hacia mí.

—No entiendo que es lo que pasa Daniel, tengo miedo —dice ella, tomando asiento junto a mí.

—Yo tampoco entiendo que pasa mamá, tienes que sacarme de aquí, me quieren hacer daño —le digo, fingiendo llorar.

—Oh Daniel —susurra ella acercándose más y más a mí.

—Ayúdame mamá, por favor —le digo, fingiendo tristeza.

Isabel asiente con la cabeza, yo sonrió malévolamente, mientras Isabel toma la llave de las cadenas que me tienen prisionero a esta cama.

—Prométeme que ya no harás daño, Daniel —agrega Isabel mostrándome la llave.

—Te lo prometo mamá, ya no haré daño —cierro los ojos esperando que Isabel me desate.

Escucho que Isabel coloca la llave en el candado y da la vuelta, luego se dirige al otro, siento mi mano libre, ahora sólo esperar la otra mano y continuar con mis planes.

—Eres libre, Daniel —menciona Isabel, intentando darme un abrazo.

Una sonrisa se dibuja en mi rostro, le doy el abrazo a Isabel y cuando la tomo del cuello comenzó a hacer presión sobre ella.

—¿Daniel, que haces? —pregunta ella, tratando de alejarse de mí.

Yo continúo ahorcándola, hasta que veo a Martha en la puerta, quien intenta correr hacia mí.

Suelto a Isabel, quien cae inconsciente al suelo, muevo mi mano y la puerta se cierra fuertemente, impidiendo el paso de Martha.

—¡Isabel! —escucho la voz de Martha, desde el otro lado de la puerta.

Veo fijamente a Isabel, pues no sé dónde ha dejado la maldita llave, para poder largarme de aquí, de una vez por todas. Abro los ojos al verme muy lejos de mí, nunca la alcanzare si tengo los pies atados a la cama con cadenas, ¿Ahora que se supone que haré?

Veo fijamente la puerta, la cual se abre, por ella aparece el sacerdote Ted, quien carga consigo un crucificó y un libro. El comienza decir unas cuantas cosas, lo cual ocasiona un gran dolor en mí, me dejo caer completamente en la cama sin posibilidad de moverme.

Logro ver de reojo que Martha recoge la llave que abre mis candados y comienza a arrastrar a Isabel fuera de la habitación. Isaac me coloca nuevamente las cadenas en los brazos y me ata a la cama, así que de nuevo estoy atrapado aquí.

—¡No podrán contra mí! —grito enojado.

—¡Claro que podremos! —me grita el sacerdote Ted enojado.

Él dice algunas palabras más y me lanza agua bendita, la cual comienza a quemarme el cuerpo rápidamente.

El sacerdote Ted e Isaac salen de la habitación, cerrando la puerta fuertemente, dejándome aquí solo.


........

¡Últimos capítulos!

No mires bajo tu cama 3 - Posesión.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora