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Un día nuevo día ha llegado, me levanto del sofá, que es donde he estado durmiendo desde que estoy aquí en casa de Isabel, rápido veo a Martha entrar a la cocina con un vaso roto. Me quedo pensativo un rato, luego me dispongo a caminar hacia la cocina, por donde sale Martha ahora con un vaso de plástico.

—¿Qué pasa Martha? —le pregunto confundido.

Ella no me responde nada, tan sólo camina hasta las escaleras, las cuales comienza a subir, yo camino detrás de ella un poco confundido, pues no me contesto.

—¿Martha? —la detengo y ella voltea a verme.

—¿Qué pasa, Isaac? —me pregunta angustiada.

—¿Qué paso?, ¿Por qué llevabas un vaso roto? —la miro con confusión en el rostro.

Ella voltea a ver la puerta de la habitación de Daniel, luego me indica que la siga hasta allá, ella abre la puerta y puedo ver a Progenito desde aquí.

—He intentado darle agua a Daniel desde hace horas, ya que lo veo muy pálido —menciona Martha junto a mí.

Ella intenta acercarse a Progenito, el cual le da un golpe al vaso y este cae al suelo, derramando toda el agua.

—¡Por dios Daniel, tienes que tomar agua! —grita Martha recogiendo el vaso.

—Él no es Daniel, él es Progenito —susurro angustiado.

Martha sale de la habitación muy enojada, yo veo fijamente a Progenito recostado en la cama, puedo ver sus brazos muy lastimados donde ha intentado escapar varias veces, tiene que dejar de hacerlo, ya que lastima mucho el cuerpo de Daniel.

—¿Sabes todo lo que sufrió Carlos cuando murió? —pregunta Progenito hacia mí.

Yo me acerco a él, algunas lágrimas caen por mis mejillas al recordar a Carlos, él fue un gran amigo y ahora ya no está con nosotros.

—Tus comentarios no van a afectarme —le digo intentando sonreír.

—Yo no intento afectarte, sé que gané, me enteré que el sacerdote Ted los abandono, eso me alegra mucho —Progenito comienza a reír sin parar.

Mi respiración se acelera, no soporto ver feliz a Progenito y nosotros sufriendo por las muertes de Carlos, la enfermera Kinney y Omar.

—¡Ya basta! —le grito fuertemente.

Tomo una botella de agua bendita y se la lanzó, Progenito comienza a gritar del dolor, se retuerce de un lado a otro, hasta que cierra los ojos.

Siento que alguien abre la puerta, así que volteo hacia allá, veo a Tony mirándome desde allí, él me observa con angustia en su rostro.

—¿Qué le haces a Daniel? —me pregunta confundido.

—No Tony, él no es Daniel —le digo, mientras camino hacia él.

Volteo de reojo hacia Progenito, quien mueve la mano y me lanza encima de Tony, rápido me pongo de pie y cierro la puerta de la habitación de Daniel.

—¿Estás bien? —le pregunto a Tony, ayudándolo a levantarse.

—Si, estoy bien —añade él asustado.

Veo que corre hasta su habitación y cierra la puerta con seguro, yo corro hasta la habitación de Isabel, donde la veo llorando encima de su cama.

—¿Isabel? —toco la puerta dos veces.

—Adelante —menciona ella, limpiando lágrimas que resbalan por sus mejillas.

Respiro hondo y entro a la habitación, veo a Isabel llorar, algo que me causa tanta lastima, si tan sólo el sacerdote Ted no nos hubiera abandonado, tal vez esto ya hubiera terminado.

—¿Qué pasa, Isaac? —me pregunta ella preocupada.

—Creo que deberíamos buscar otro sacerdote, no podemos darnos por vencidos —le digo angustiado.

Ella se pone de pie y camina hacia su ventana, mira por ella algunos segundos, luego voltea a verme.

—No sé qué hacer, siento que hemos perdido —añade Isabel angustiada.

Estoy por hablar, pero escuchar el timbre me hace salir de la habitación y correr a las escaleras, para ver quien habla en la puerta.

—¡Oh por dios! —grita Martha abriendo la puerta.

Isabel, Tony y yo llegamos hasta la puerta corriendo y sonreímos de oreja a oreja, no puedo creer lo que estoy viendo, ¿Se suponía que nos había abandonado?

—¿Sacerdote Ted? —pregunta Martha sorprendida.

—Hola familia Suárez —añade el sacerdote sonriendo.

Todos nos quitamos de la puerta y él entra, abro los ojos del asombro al ver otros cuatro sacerdotes entrar a la casa, no puedo evitar sonreír ante tal escena.

—¡Oh por dios! —sonríe Isabel.

El sacerdote nos indica que guardemos silencio, todos dejamos de hablar y el sacerdote Ted se dispone a hablar.

—Siento haberlos abandonado el día de ayer, pero todo lo hice por algo, al haberles dicho eso, yo supe inmediatamente que Progenito bajaría sus defensas al no sentirse en peligro, ahora podremos terminar más pronto con él.

Todos asentimos con la cabeza y todos los sacerdotes comienzan a subir las escaleras, algo que me causa una gran emoción. Todos caminamos detrás de ellos y llegamos hasta la puerta de la habitación de Daniel, el sacerdote guarda silencio y comienza a abrir la puerta lentamente.

Un profundo silencio inunda toda la casa, solamente se logra escuchar el rechinar de la puerta, mientras el sacerdote Ted la abre. Por desgracia el silencio es interrumpido por lo que parece ser un terremoto.

Toda la casa comienza a moverse bruscamente, los focos caen al suelo y las puertas se abren y se cierran una y otra vez.

—¡Es hora! —grita el sacerdote Ted.

Los cuatro sacerdotes y él entran a la habitación, estoy por entrar, sólo que la puerta se cierra de golpe impidiéndonos el paso.

—¿Qué está pasando? —pregunta Isabel moviéndome un poco.

Ella intenta abrir la puerta sin obtener resultados, los dos pegamos nuestras orejas en la puerta y logramos escuchar toda clase de insultos por parte de Progenito hacia los sacerdotes.

—¿Ellos salvarán a Daniel? —pregunta Tony confundido.

Martha asiente con la cabeza, luego toma a Tony del brazo y lo lleva hasta su habitación, donde los dos entran y cierran las puertas.

—¡Jamás podrán vencerme! —escucho la voz de Progenito.

—¡Tienes que dejar a este niño en paz! —grita el sacerdote Ted.

Comienzo a escuchar palabras provenientes de los otros sacerdotes, todos dicen una sola cosa al unísono.

—¡Si tengo que huir, mataré a mi huésped! —escucho nuevamente la voz de Progenito.

Después de eso, tan sólo logro escuchar las voces de los sacerdotes, intento inútilmente abrir la puerta, sin obtener resultado alguno.

Gritos de dolor por parte de Progenito hacen presencia, yo tan sólo observo a Isabel, quien llora sin parar.

—Yo no quiero que Daniel sufra, ya no más —dice Isabel angustiada.

—Todo terminará pronto y él estará bien —le susurro intentando sonreír.

Isabel me da un fuerte abrazo, luego de pronto la puerta de la habitación se abre completamente, dejándonos ver a Progenito sufrir debido al exorcismo.

—¡No podrán conmigo! —grita Progenito, para luego liberarse de una cadena.


......

¡Próximo capitulo, gran final!

No mires bajo tu cama 3 - Posesión.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora