Capítulo 1.

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Capítulo 1. Un cumpleaños y una visita.

PDV Abby.

El sol empieza a asomar en la ciudad de Nueva York, y se cuela por la ventana de la habitación, como diciendo "venga, levántate ya".

Me remuevo entre las sabanas, unos segundos antes de que mi madre irrumpa en su habitación dando palmadas.

—Venga, mija. ¡Levanta o vas a llegar tarde a tu penúltimo día! —Mi madre empieza a descorrer la cortina, dejando que la claridad inunde la habitación. Me levanto pesadamente, saludo a mi madre con un beso en la mejilla y un soñoliento "felicidades".

Después de hacer mi rutina diaria, vestirme con el uniforme y peinar mi rebelde cabello castaño de forma que quede más o menos presentable, me voy a desayunar. Papá y yo desayunamos juntos, mientras mamá se va. Nos despedimos y ella se va a trabajar a la oficina del Times. Cuando termino el bol de cereales y media tostada con mermelada de fresa, recojo los platos y preparo las ultimas cosas. Como mi padre trabaja en mi mismo instituto, él me lleva en su coche.

Cuando llego, lo primero que hago es saludar a mis amigas Izzy y Danielle, con un abrazo y nos dirigimos a la clase de literatura, clase que odio por mi dislexia.

Tras seis largas y aburridas clases, por fin puedo irme a casa. Tengo que esperar a mi padre unos minutos en la salida, pero aprovecho para ponerme los audífonos y desconectar del mundo unos minutos. La canción que suena es Symphony, de Zara Larsson, una de mis favoritas.

Mi padre llega y me meto en el coche, tenemos la típica conversación de después de un día de clases. Algo así como:

"—¿Qué habéis hecho en clase?

—Nada, solo tarea.

—¿Qué tal el día?

—Bien."

Llegamos a casa y almorzamos unos tacos, mi comida favorita. Después hago mis deberes y nos ponemos a preparar la sorpresa para mi madre. Sacamos del frigorífico el bizcocho de chocolate y frambuesa que preparé yo solita ayer, sacamos el zumo de pomelo, su bebida favorita, y de la pared colgamos un cartel que ponía: "FELIZ CUMPLEAÑOS VAL". Para terminar sacamos sus regalos.

Cuando mamá entra, empezamos a cantar el cumpleaños feliz. Ella se lleva una sorpresa y se pone muy feliz. Después de soplar unas velas con el número 36 escrito, abre los regalos. Yo le regalé un libro que ella llevaba queriendo desde hace mucho y un guardapelo con una preciosa piedra azul y dentro una foto de papá y mía. Papá le regalo un perfume que olía a una mezcla de frutas y flores y una orquídea blanca, como todos los años. Es una tradición que llevan desde que eran novios, él le regala una orquídea blanca y ella un ramo de lavanda.

Cuando termina de abrir los regalos, llaman a la puerta. Me levanto y abro, encontrándome con un chico de mi edad. El chico tiene el pelo negro, los ojos oscuros, es muy pálido, delgado y algo más alto que yo, y yo no soy precisamente bajita.

—Estoy buscando a Abbigail Hunter, ¿vive aquí? —Le miro extrañada, puesto que era la primera vez que le veía en toda mi vida.

—Soy yo.

Ω

PDV NICO

Todo comenzó ayer. Estaba dando una vuelta alrededor del lago, perdido en mis pensamientos, cuando de repente me veo a los Stoll corriendo hacía mi con un cubo de...¿pintura?

Oh, oh. En un parpadeo estaba completamente cubierto de pintura rosa neón. De esta no os libráis, pienso mientras me dirijo hacia Connor con intención de pegarle un puñetazo y borrarle la sonrisa de duende. Travis previene lo que voy a hacer, así que me agarra por detrás, le pego patadas y codazos, pero es más alto y parece esquivar mis golpes.

—¡Nico, Travis, Connor! ¡Venid aquí ahora mismo! —Nos grita Quirón, bastante enfadado. Travis me suelta y me dirijo a la casa Grande, fulminándole con la mirada.

Unos minutos después, nos encontrábamos ante un enfadado Quirón y un desinteresado señor D. Yo no presto mucha atención al sermón que nos suelta.

—(...) Y por eso no podéis ir por ahí peleándoos. Travis, Connor no teníais ningún derecho de echarle ese cubo de pintura a Nico, así que limpiareis los baños una semana. —Estos iban a protestar, pero Quirón señalo afuera. Cuando se levantaron y se fueron, este volvió a hablar. —Nico, entiendo que la broma es muy pesada, y querías vengarte, pero aún así no ha estado bien lo que has hecho. ¡Tienes que controlarte! Si Travis no te hubiera agarrado, todo había terminado en una pelea, y eso no os hubiera gustado. Tu castigo será ir a una misión, a traer a una semidiosa al campamento. —Alzo las cejas, ¿ya está? Bueno, no me quejo. —Partes mañana, te daré la información que debes saber.

No me dijo mucho, solo me escribió la dirección y me dijo que preguntara por una tal, Abbigail Hunter.

Por la media mañana me voy, tengo que ir en viaje sombra hasta Nueva York y ahí coger un taxi hasta la dirección.

Así lo hago, y sin saber muy bien cómo, termino enfrente de una puerta de madera oscura. Llamo al timbre y espero a unos segundos a que abran. Abre una chica, de pelo castaño, y le pregunto.

—Estoy buscando a Abbigail Hunter, ¿vive aquí? —Observo mejor a la chica: tiene el pelo de un castaño oscuro, de longitud media y ondulado, cayéndole por los hombros; tiene los ojos de un gris que me recordaba a una tormenta, y unas pestañas muy largas; los labios rosas y algo gruesos; la nariz fina y moteada con unas pequeñas pecas; tiene la piel clara, pero no tan pálida como yo, también me fijo que tiene el extremo de la boca manchado de chocolate. Viste con un uniforme escolar blanco y negro, pero sin zapatos. Sus ojos expresan confusión.

—Soy yo. —Dice la chica, y de alguna u otra manera, ya había adivinado que era la semidiosa que buscaba. Toda ella parecía rebosar algo poderoso, en sus ojos veo decisión ( y bastante confusión y curiosidad).

La hija de Zeus. La Carcel De Los Dioses.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora