Capítulo 8. Londres.
Abby.
La noche de ayer fue épica, llegué a mi cabaña pasada las dos de la mañana y el cansancio (o puede que el ponche de frutas) me hizo hacer varias cosas que no haría estando plenamente consciente de mis actos. Por ejemplo, le di un beso en la mejilla a Nico.
Tierra, trágame. Espero que no le diera una imagen equivocada o algo. Es decir, Nico es un buen chico y bastante guapo, pero solo somos amigos. Es decir, lo conozco hace como una semana.
Bueno, el resultado de que ayer me quedara hasta más tarde fue que a la mañana siguiente me quedara dormida. Así que me desperté a las diez y media de la mañana.
Cuando me di cuenta, salté de la cama. Literalmente. Me vestí rápidamente y fui corriendo a desayunar. No desayuné mucho, solo un vaso de zumo y media tostada.
Luego fui corriendo de nuevo a la cabaña y empecé a preparar las cosas. Quirón nos recomendó que lleváramos solo una mochila grande, que él mismo nos dio, ya preparado con casi todo. Teníamos cuerda, un mechero, ambrosía, néctar, medicinas, un botiquín de primeros auxilios y varios dracmas.
Yo añado varias cosas: bastantes dólares, recambios de ropas, alguna que otra chaqueta ya que en Londres hace más frío, cosas de aseo y más cosas básicas. También guardo la carta que me dió mi madre y que aún no he abierto, porque siento que aún no es la hora. Dejo mi foto con Ellen, como una promesa de que volvería.
Después de comer, ya tenía todo preparado, y decidí ir al bosque a pensar unos momentos antes de sumergirme por completo en todo aquello. Me apoyo en un árbol y bajo hasta sentarme en el suelo y coloco mi cabeza sobre mis rodillas.
Todo esto...Me superaba. Me sentía tan pequeña e inferior a mis compañeros. Todos ellos habían ido a más misiones y eran poderosos, y sabían qué hacer. Suspiro, no estaba a su nivel y eso no era bueno en un equipo.
Abby—Me sobresalto y miro a todos lados, intentando hallar el origen de la voz. —No intentes seguir buscando, no estoy allí.
—¿Q-quién eres?¿Q-qué quieres? —Pregunto temerosa, cualquiera que me viera ahora pensaría que estoy loca. Yo misma pienso que me estoy volviendo loca.
¿No reconoces la voz de tu propio padre? —Frunzo el ceño, ¿qué quería? —Antes que nada, lo siento mucho. Sé que mis disculpas no te servirán de nada pero quiero que sepas que lo lamento. Mira, técnicamente no puedo comunicarme contigo, pero quiero que sepas que algo muy grande se te va a echar encima. —Nooooo, no tenía ni idea. —No puedo ayudarte, pero solo quiero que sepas que eres poderosa. Muy poderosa, solo que aún tus poderes están inactivos. Los poderes son así de caprichosos, aparecen cuando estás en peligro. Ah, también te he dejado un regalito. Espero que te sea útil y suerte. Creo que la necesitarás.
La voz dejo de sonar en mi cabeza, y yo miro a mi alrededor. A lo lejos, más profundo en el bosque, veo algo brillante. Cuando me acerco, veo que se trata de una espada, pero no es una espada común.
La espada es de Adamantio, como con la que practico espada, pero mucho más bonita. La empuñadura es de cuero y plata, con dibujos hechos con piedras preciosas. La hoja brillaba inusualmente, como si llevara rayos. Estaba clavada en la tierra y me quede algo sorprendida cuando la vi.
Miré al cielo y susurré un "gracias".
Agarro la empuñadura y la extraigo de la tierra y la hoja emite un destello en forma de relámpago, cómo si la espada notara mi presencia.
Vuelvo al Campamento y entro en la cabaña. Ahí estaba Jason, haciendo la maleta y mira extrañado la espada. Yo solo contesto.
—Un regalo de papá. —Él asiente y sonríe, intentando ocultar los nervios.
Finalmente meto un libro (traducido a griego para que pueda leerlo) en la maleta y cierro la mochila. Miro la espada, apoyada en mi cama, y me pregunto cómo podré pasarla por seguridad en el aeropuerto.
Entonces, como por arte de magia, me fijo en una especie de botón en la parte de arriba de la empuñadura. Por curiosidad, presiono el botón y la espada desaparece, convertida en un anillo de plata con el mismo botón, ahora en forma de piedrecita, como un pequeño rubí.
Me lo coloco en el dedo, cojo la chaqueta de cuero, mi fiel amiga, me pongo la mochila y salgo por la puerta de la cabaña, con la última imagen de la foto de Ellen y mía, tan felices, tan ingenuas.
La despedida fue algo triste, todos teníamos miedo de no volver a vernos. Me despido con un abrazo de Piper, Calipso y Reyna. Me despido con un abrazo de oso enorme de Thalia, y me despido también de Frank y de Leo, que me despide en español.
Un par de horas más tarde, estábamos todos montados en el avión. Nico, Hazel y yo íbamos sentados de tal manera que yo tenía el asiento de ventanilla, Nico el del medio y Hazel de pasillo. Jason, Percy y Annabeth iban detrás nuestra. Había siete horas de vuelo por delante.
Llegábamos a Londres a las tres de la mañana, según el horario de allí. Sería algo lioso acostumbrarnos, pero era el problema de viajar.
Intento dormir durante el viaje, pero es inútil. Todos mis sentidos están alerta y me siento con más energía que nunca. Veo una película de las que ofrece el avión, leo un rato, casi suficiente para terminar el libro e incluso veo otra película, pero nada.
Aún quedaba una hora y media de vuelo y estoy demasiado aburrida, así que intento entablar conversación con Nico.
—Hey, ¿qué tal? —Le sonrío amablemente, él me mira y se encoge de hombros. Lo intento de nuevo. —El baile de anoche fue increíble, ¿no?
—Supongo.
—¿Te lo pasaste bien?
—La verdad es que sí, fue muy divertido. Sobre todo verte a ti haciendo la croqueta por medio campamento. —No puedo evitar soltar una risita, recordándolo. Intento hacerme la ofendida.
—Oye, que se me daba muy bien dar la voltereta. —Él ríe un poco, y me doy cuenta de que apenas le escuchaba reírse. Sería la primera o segunda vez que le escuchaba hacerlo. De repente vuelve a ponerse serio. —¿Estás bien?
—Sí, es solo que... —Me mira y suspira. —No me parece bien que vengas a la misión. —Frunzo el ceño.
—¿Qué? ¿Por qué?
—Es que has entrenado muy poco y no te veo preparada. No sé si serás capaz. —Auch, eso le dolió a mi orgullo.
—La preparación no tiene que ver con el entrenamiento, tiene que ver con la confianza y con el esfuerzo. —Le suelto, no sé de donde ha venido esa faceta filosófica mía. Él no dice nada, pero me examina con la mirada.
No me cree capaz de hacer esto y eso, por alguna razón, me duele. No lo esperaba de él.
No le hablo en el resto del viaje, aún molesta por su comentario. Sé que es una tontería que me enfade de esa manera, pero no esperaba su comentario.
Cuando llegamos a Londres, desde el avión se veía precioso. Las luces de la ciudad formaban miles de puntitos brillantes. Saco la cámara que me traje de casa y no saqué hasta ayer y fotografié las vistas.
Aterrizamos en Londres a las tres y doce de la mañana de un veintinueve de junio, y en el instante en el que toqué el suelo inglés, supe que algo mágico y muy poderoso se encontraba en esta ciudad.
Nos dividimos en dos grupos y cada uno cogemos un taxi. Jason, Nico y yo nos metemos en un taxi y le digo la dirección que nos dió Quirón donde nos alojaríamos.
Mediante nos acercamos, puedo ver que es un pequeño hostal de paredes pintadas de rojo. El hostal "Clímene", era pequeño pero limpio y con muchas decoraciones acuáticas. Teníamos dos habitaciones reservadas, una para las chicas y otra para los chicos.
Nuestra habitación era pequeña y de colores neutros y blancos. Había tres camas, separadas por dos mesillas de noche, un televisor, un baño, un armario y un mini bar. También había una puerta que unía nuestra habitación con la de los chicos.
En cuanto mi cabeza toca la almohada, me quedo dormida debida al cansancio del viaje, aunque no me libro de las pesadillas que ahora me muestran unas especie de catacumbas. Y una voz que me susurra "Ven aquí Abby, aquí encontrarás las respuestas".
Y entonces me acuerdo de la carta, y sé que tiene algo que ver con todo esto.
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La hija de Zeus. La Carcel De Los Dioses.
FanfictionSi le hubieras dicho a Abby, que su padre es un dios, y nada más y nada menos que el rey de los dioses, probablemente se hubiera reido en tu cara. Pero, cuando conoce a Nico Di Angelo y llega al Campamento Mestizo, todo lo que le parecían simples le...