Epílogo.

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EPÍLOGO.

El timbre suena indicando el inicio del recreo y guardo el libro de matemáticas en la mochila. Iba a suspender, últimamente no entendía nada.

Me levanto y, al hacerlo, noto como todo me da vueltas. Tengo que cerrar los ojos un momento y apoyarme en la mesa.

Izzy viene a mi lado y vamos juntas a las taquillas para guardar los libros. Abro la mía y veo mi reflejo en un pequeño espejo que tengo colgado.

Parezco un fantasma. Estoy pálida y con ojeras debido al constante insomnio. Las cosas no están muy bien últimamente.

La verdad es que, desde que comenzó el año, mi salud ha empeorado drásticamente. Y no tenía ni idea del por qué. Bueno, realmente si sabía que ocurría, pero me negaba a admitirlo.

Había perdido el apetito y por lo tanto había adelgazado muchísimo, mis padres incluso me llevaron a una psicóloga, creyendo que se trataba de un trastorno alimenticio. Yo dije que era por el estrés.

Mi sistema inmunológico es una basura, cada dos por tres me resfrío. También sufro mareos y jaquecas.

Pero lo peor no es eso.

Lo peor son las visiones. Me atacan en cualquier momento del día o de la noche. Son dolorosas, confusas y me agotan. Y no solo es eso, sino todo lo que viene con ello. Las voces, las pesadillas, las salidas de control.

Mis poderes habían despertado, y lo habían hecho de la peor manera posible. No podía perder el control, porque podría hacerme daño a mí misma o a alguien más.

Las cosas en el Campamento Mestizo no parecían ir muy bien tampoco. Habían recibido varios ataques desde que terminó el verano.

Nico venía a visitarme, casi una vez en semana, para informarme de cómo iban las cosas. Cada vez traía menos buenas noticias. Su aspecto tampoco parecía el mejor, el agotamiento y el estrés estaban haciendo mella en el chico.

Con el resto tampoco he hablado mucho, más en los primeros meses de otoño. Después, las llamadas se hicieron más cortas y con peores noticias.

Las cosas estaban empeorando en todos lados.

— ¿Estás bien? —Me pregunta Izzy, me he distraído.

—Sí, solo estoy en mi mundo. —Asiento y sonrío débilmente. Cierro la taquilla y me apoyo en ella, mientras esperamos a que venga Danielle.

Me toco el anillo, como cada vez que algo me preocupaba. Sentir a Aétos conmigo me calmaba, ya que sabía que podría defenderme de algo que me atacara.

— ¡Abby!

Debo de estar volviéndome loca, porque juraría que había escuchado la voz de Jason llamándome. Pero eso es imposible.

De todas maneras, levanto la cabeza.

Y, entre la multitud que cruza el pasillo, le veo.

Su pelo rubio está despeinado y su aspecto no es para nada el mejor. Tiene alguna que otra herida y está más delgado y ojeroso.

Pero es mi hermano, y está aquí.

— ¿Jason? —Pregunto, aún escéptica de que no sea invención de mi mente.

No, es demasiaod real.

La energía vuelve a mi por un instante y corro hacia él. Me lanzo hacia sus brazos y él me da un abrazo de oso.

— ¡Cuánto me alegro de verte Jason! —Le digo en cuanto nos separamos. — ¿Cómo están los chicos? Y tú, ¿Cómo estás? Y, ¿qué haces aquí?

La cara de Jason cambia drásticamente al escuchar mi última pregunta, y eso solo significa problemas.

— ¿Qué ha pasado Jason? —Le pregunto, todo rastro de felicidad ahora ha sido sustituido por preocupación.

—Abby, —empieza, con suavidad— ¿cuándo fue la última vez que viste a Nico?

Una punzada de miedo me sube por la boca del estómago y ahce que mi corazón se estremezca.

—Hace 3 semanas, a principios de enero. ¿Por qué? —Respondo.

Jason mira a sus pies, y después me vuelve a mirar. Sus ojos me advierten de que voy a escuchar algo malo.

Por favor, que no le haya pasado nada.

—Abby...

Las palabras que pronuncia a continuación hace que la tierra se tambalee bajo mis pies.

—Nico ha desaparecido.

FIN.

La hija de Zeus. La Carcel De Los Dioses.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora