Capítulo 14.

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Capítulo 14. Noche de confesiones.

Abby.

—Psst, psst. —Llamo susurrando a Nico, mientras le doy empujoncitos. —Vamos, Nico. Despiértate.

Él chico parpadea un par de veces, aturdido y luego enfoca su vista en mi. Pongo un dedo sobre mis labios haciéndole una señal de silencio y señalo hacia la puerta. Me pongo la chaqueta y salgo, dejando a Nico detrás mía.

No entendía por qué iba a decírselo, pero él me inspiraba confianza. Y necesitaba a alguien que me dijera que todo iría bien, aunque fuera mentira. La brisa fresca de la noche me azota nada más salir, me coloco en la puerta a esperar a Nico. Este llega unos instantes después, completamente despeinado y con cara de dormido.

—¿Damos una vuelta? —Él asiente, y comenzamos a caminar juntando los hombros.

No sabía como decírselo, ¿se lo soltaba y ya? Bueno, ese sería mi plan B.

—Nico, tengo algo que decirte. Es algo muy importante y sé que el resto se debe enterár en algún punto, pero aún no estoy preparada para contárselo.

—¿Y si estás preparada para contármelo a mí? —Asiento.

—Confio en ti Nico, así que tengo que pedirte que no se lo digas a nadie. Solo lo sabe Jason, y prácticamente porque me lo sonsacó. Cuando Afrodita me llevó aparte, me contó una cosa... —Inspiro, y le miro a los ojos. Sus pupilas miran directamente a las mías. Estaba lista, confiaba lo suficiente en él.

Le conté todo lo que pasó, todo lo que me contó Afrodita, y él se quedó algo impactado. No se esperaba eso, desde luego. Aparté la mirada, no estaba muy cómoda con esta situación.

—¿Puedo...? ¿Puedo abrazarte? —Le pregunto, un abrazo es lo que necesito ahora mismo. Él extiende sus brazos a los lados, a modo de respuesta y rodeo con mis brazos su pecho. Él me rodea los hombros con sus fuertes pero delgados brazos, y me permito admirar su aroma.

Aunque en el campamento a los chicos, sobre todo a los Stoll, les gustaba bromear con que Nico olía a muerto, lo cierto es que olía muy bien. Olía a almendras y libros viejos, olía como debería oler un hogar.

—Todo va a ir bien, tranquila. —Me susurra. Me separo de él algo sonrojada y le sonrío, levantando las comisuras de los labios.

No sé cómo, pero en muy poco tiempo él se había convertido en mucho para mí. De repente parece nervioso.

—Tú me has confesado tu secreto, ahora tengo que decirte yo algo. —Traga saliva nervioso y me mira a los ojos. —Si te cuento algo, no quiero que nada cambie entre nosotros, ¿lo prometes?

—Lo prometo.

—No soy de esta época. Nací en mil novecientos veinticuatro. —Abro los ojos como platos, no puede ser posible.

—Pues...qué bien te conservas. —Él se ríe, un sonido ronco que hace que se me ericen los vellos de la nuca.

Me cuenta toda la historia, el casino Loto, su llegada al Campamento Mestizo y su hermana Bianca. Cuando le pregunto qué pasó con ella, no me contesta. Solo me dijo que se unió a las cazadoras de Artemisa.

Damos una vuelta tranquilos por los alrededores, mientras charlamos de nuestras confesiones. Nico tenía...¿ochenta y ocho años? ¿Noventa? Guau, ni mi abuela Georgie tiene tantos.

Él me explica que poder ver el rayo negro que nos indicó donde estaba Cassandra puede que era parte de mi poder de Hades, ya que solo Hazel, él y yo pudimos verlo.

A la vuelta, ya hablábamos de cosas más triviales, como de Mitomagia, un juego de cartas que le encantaba jugar a Nico de pequeño. Hablar de temas más livianos era casi un alivio, poder estar unos minutos sin preocuparme de mis poderes, o de la búsqueda.

La hija de Zeus. La Carcel De Los Dioses.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora