Príncipe de las sombras.

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— ¡Arthur Kirkland, ríndete al increíble poder del héroe!

El rubio miró al supuesto héroe con aire confuso y un poco consternado. ¿¡Quién se creía ese mocoso de primer año gritándole así!? ¡Y justo enfrente del idiota de su hermano!

Inconvenientemente antes de que siquiera pudiera citar algo, el héroe continúo:

—Tú, que has atemorizado a los estudiantes con tus reglas y castigos, déjame decirte una cosa: ¡Tú reino demoniaco se ha terminado! —golpeándose en el pecho, añadió: — ¡Yo, Alfred F. Jones, he sido el elegido para terminar con el reino de las sombras!

— ¿¡Pero qué mierda estás diciendo!?—gritó, harto.

Los ojos azules de Alfred destellaron. — ¡No me engañaras con tus tretas, sé de buena fuente que eres Arthur Kirkland!

Con expresión aún más confundida, Arthur desvió la mirada, topándose con la fría de su hermano; quien analizaba la situación con aburrimiento.

—Pensé que te tomabas más enserio los deberes, Arthur. —comentó, con esa voz gélida que siempre lograba hacer pequeño al británico.

Ligeramente ofendido y confuso al ser ignorado de esa manera por el pelirrojo, Alfred quitó su pose triunfal de héroe para analizar un poco la situación.

— ¡Me los tomo enserio, maldición!—protestó, poniéndose a la defensiva. — ¡No sé quién demonios es!

—Aún no veo que le apliques un castigo. —continuó, provocando un nuevo desvió de mirada por parte del rubio. —Sí, ya me lo suponía. Por suerte sólo tendré que soportarte un año más, y no veré en que ruinas quedara la escuela cuando tomes mi lugar.

Y pasando a su lado, lo golpeo en el pecho con un sobre, para después volver a ignorar olímpicamente a Alfred y bajar por las escaleras.

Cómo lo odio...—masculló, lo suficientemente alto para que Alfred volviera la vista hacía él.

Golpeando suavemente su puño en la palma derecha, Alfred volvió a tomar la palabra. — ¡Ah, ya veo, estaba equivocado!

Arthur lo miró de nuevo, confundido. Ahora que lo pensaba mejor, todo era gracias a ese mocoso idiota. ¡Bien, pues le daría un castigo!

Va a parecer que estoy queriendo impresionar al imbécil de Scott...—se gruño mentalmente el británico, al recordar las palabras de su hermano.

— ¡Tú sólo eres el príncipe! ¿No es así?—preguntó, Alfred, ladeando la cabeza como un cachorro. — ¡Aquel sujeto es el Rey!

— ¡Cállate, todo es tú culpa!—exclamó, apuntándolo con el dedo. — Además, ¿quién demonios eres? ¿Por qué me estas siguiendo?

—Verás, quería acabar con tu reinado del terror, pero ahora que veo no eres el Rey de las Sombras. —contestó, sincero. —Pensé que el Comité de Disciplina era lo peor, pero ese sujeto...—Alfred miró hacia atrás, por donde el mayor se había ido. —Es el que atendió a mi padre cuando pregunto cosas de la escuela... ¿cuál era su nombre...?

—Scott... Kirkland. —murmuró, haciendo una mueca.

— ¡Ah, pero si es tú hermano!—señaló, sorprendido. Arthur jamás en su vida había visto ojos más destellantes que esos.

— ¿Te acabas de dar cuenta?—preguntó, Arthur, llevándose una mano a la cabeza.

—Ahh... parecía un buen chico cuando atendió a mi padre. Pensé que estaba siendo acosado por ti cuando menciono el riguroso Comité de Disciplina. —dijo, llevándose una mano al mentón, como si aquello de verdad fuera importante para él. — Supongo que el héroe tiene mucho trabajo por hacer.

Tú + Yo= Error 404.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora