Lo que mi corazón quiere decir.

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¿Por qué dolía tanto?

¿Por qué el dolor era tan insoportable que le estremecía el corazón al grado de querer arrancarlo de su pecho?

¿Por qué?

Si ya lo sabía. Sabía que Lovino estaba hablando de dientes para afuera, aquellos no eran sus verdaderos sentimientos. Él no le podía mentir, era la persona que mejor lo conocía, la única que lo hacía. Incluso Feliciano y Máximo hubiesen creído la mentira sin titubear tanto.

Abrazándose con fuerza, al pie del árbol torcido, donde por primera vez besó a Lovino, vio caer por completo la noche. La luz pálida de la farola lejana llegaba débilmente hasta él, oculto entre los espesos arbustos con espinas y florecillas creciendo a pesar del frío. Con calma Antonio se dejó resbalar por el tronco del árbol, quedándose recostado en el pasto, mirando a través de la frondosa copa del árbol un par de nubes que cubrían las estrellas apenas visibles en el cielo nocturno. Sus manos se extendieron a los lados, dejando que el frío penetrara en él.

¿De verdad era tan grave lo que estaba haciendo Blas? ¿Tanto que ni siquiera Lovino podía apoyarse en él? ¿Qué era tan grave para que él tuviera que decir palabras tan dolorosas? ¿Podría remediar algo si iba y hablaba con Blas? ¿Perjudicaría más a Lovino si lo hacía?

Sin duda Lovino lo estaba intentando proteger. ¿Entonces qué pasaba con su corazón que no podía entender de razones y punzaba constantemente? Su mente estaba recreando una y otra vez la escena, buscando alguna señal, alguna pista que le indicara que estaba haciendo Blas con Lovino. No había forma de que Lovino estuviera diciendo la verdad, ¿cierto? Porque esos te amo fueron tan sinceros cuando se los dijo, esas miradas que le daba cada vez que lo besaba, no podían ser mentira.

Lovino por más que todos lo tacharan de un crío egoísta y maleducado, siempre pondría a sus seres queridos antes que a él, Antonio sabía mejor que nadie eso, pero... de verdad... ¿se tenía que alejar tanto?

Las lágrimas comenzaron a fluir, una tras otra, escurriendo desde el borde del ojo hasta hacer una línea de agua con una gota que quedaba estrellada en el pasto, dada su posición. Las luces y las sombras se comenzaron a difuminar, uniéndose una con otras.

El mundo se le estaba viniendo encima y él no sabía como pararlo. ¿Desde cuando todo comenzaba a moverse a su alrededor a tal velocidad que apenas fue capaz de notarlo? ¿Esto acaso era una prueba de lo que le esperaba en la vida? Si era así, quería que parara. Deseaba tener un poco más de felicidad todavía.

—Umgh. —sollozó, poniendo las manos en su boca, las gotas de agua le resbalaban, perdiéndose entre su cabello.

¿Acaso debió intentarlo más duro? Insistir mucho más a Lovino, aunque lo hiciera enojar. Pedir ayuda a Feliciano desde el primer momento en que vio esa cara de tristeza en Lovino. Quizás... ¿debió decirle "quédate a mi lado"?

Se cubrió con los brazos los ojos, queriendo borrar las lágrimas, los recuerdos comenzaban a llegar amontonándose en su mente, sin dar tiempo a que terminara uno para comenzar otro. Tenía que parar, Lovino seguro estaba dando su mayor esfuerzo por llegar a una solución, buscando una manera de estar lo más pronto juntos, él regresaría una vez que todo se arreglara, le diría lo acontecido y entonces todo volvería a ser como antes.

Y aún con esos pensamientos, se cansó de aguantar su dolor, dejó que las lágrimas inundaran su rostro y los gimoteos se convirtieran en lamentos.

—.—.—.—.—

Lovino apagó el teléfono al momento en que envió el mensaje informando a su padre de lo acontecido. Se dejó caer en la primera banca que encontró, sopesando los hechos, la mirada de Antonio. El dolor era agudo, le traspasaba las entrañas y se detenía ahí sin querer salir. Tenía que ser fuerte. Lo peor ya estaba hecho, ahora tenía que pensar en la mejor forma para que Blas dejara tranquilo a Feliciano.

Tú + Yo= Error 404.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora