No hay rosa sin espinas. [Extra1]

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Arthur dejó su maleta en el suelo, comenzando a arrastrarla en dirección a la casa de enfrente, pasando por el sendero de concreto que se extendía hasta la puerta de la entrada, rodeado por un jardín bien cuidado donde sobresalían pequeñas flores o arbustos podados. Tocó dos veces la puerta de madera, pese a que traía llaves, esperando a que alguien le abriera, como supuso nadie lo hizo así que optó por hacer lo más lógico. Al entrar notó que la casa estaba bastante bien cuidada, en la mesa había una nota de la empleada domestica diciendo que había comida en el refrigerador. No pudo evitar sentirse decepcionado por tan sosa recepción. Es decir, no esperaba una fiesta o que le prepararan los banquetes más exquisitos, después de todo solo era Arthur, no obstante al menos hubiese deseado que alguien amablemente lo recibiera y le indicara donde estaba su habitación después de un viaje de casi doce horas.

—Supongo que no va a cambiar mucho tampoco. —se murmuró, sentándose en una de las sillas, recargándose en la mesa con su codo.

Su primer año estando separados Alfred y él lo supieron llevar bastante bien, se mensajeaban, llamaban o hacían videollamadas. El segundo pasó relativamente igual, con Alfred haciéndole turismo por Instagram de la Academia Militar en Texas, aunque estas fueron reduciéndose al pasar los meses. En el tercer y cuarto año las cosas se volvieron tensas entre ambos, ya que ninguno tenía tiempo para el otro, Arthur concentrado en su titulación, Alfred preso del riguroso sistema en la Academia. Incluso las vacaciones pasaron a ser un privilegio. Un vez que Arthur logró graduarse de la Universidad, comenzó a estar ocupado con los negocios de su familia e igualmente Alfred topó con pared cuando le tocó un profesor que incluso los mantuvo ocupados en los fines de semana.

Arthur intentó tomar un respiro del trabajo así que viajo directo a Estados Unidos, intentando pasar un tiempo con Alfred, casi tenían un año sin verse a pesar de las llamadas que hacían, videollamadas que se convertían en ver a Alfred dormir debido al agotamiento. Una vez que estuvo ahí se dio cuenta que era lo mismo, Alfred no tenía tiempo para él y verlo ahí lo presionaba de más por lo que Arthur tuvo que regresar a Inglaterra.

Por suerte, Alfred se acababa de graduar de la Academia de Pilotos Aviadores, muy a su desgracia Arthur no pudo ir a tiempo para verlo recibirse, tenía mucho trabajo acumulado que intentó acabar lo más pronto posible. Tanto Alfred como él se estaban aferrando con uñas y dientes a su amor, esperando que lo peor ya hubiese pasado.

El inglés no pudo evitar emocionarse, plantando una sonrisa en su rostro y relajándose. Aún no se lo comentaba a Alfred, pero sería grandioso que ambos pudieran vivir juntos después de todo eso. Arthur podría buscar un trabajo medianamente aceptable en Dallas o Houston.

Con los ánimos renovados ante ese pensamiento decidió explorar la casa, comenzando por el segundo piso donde estaban las habitaciones. No estaba seguro si dormiría con Alfred o en la habitación de huéspedes por el momento, dado que Alfred seguía viviendo con su padre y hermano. Se sentía como un ladrón explorando que robar. Dado a las experiencias pasadas donde durmió en la casa del americano se dirigió a la habitación de huéspedes, Arthur siempre insistía en quedarse ahí para no poner incomodo a Matthew o a su suegro.

Al momento en que tocó cama, todo el cansancio del vuelo y el transito de la ciudad, lo dejaron profundamente dormido.

Despertó cuando escuchó que algo se rompía contra el piso, más unos gritos alarmados en la planta baja. Arthur se talló el ojo, sorprendiéndose un poco de escuchar a Matthew gritando sobre la comida del horno o algo así.

— ¡Vas a despertarlo! —chilló Alfred a su vez, al igual que su padre. —Shhhh.

Al incorporarse en la cama Arthur notó con cierto asombro que ya no estaba en la habitación de huéspedes, sino en la de Alfred. Podría reconocer ese poster de Superman vs Batman en cualquier parte, pese a todas las quejas del americano, este fue a la firma de autógrafos. Miró más abajo, en la mesa larga que tenía Alfred pegada a la pared azul, algo desgastada por el paso de los años, habían cinco fotos de ellos pegadas en esta; desde Gakuen hasta el año anterior donde lo vio un solo día.

Tú + Yo= Error 404.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora