Tú + Yo= Error 404.

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Notita: ¡Lamento no haberlo subido ayer! No me dio tiempo de terminarlo ; u;

Tú + Yo= Error 404.

Lovino estaba golpeando sus uñas contra el vidrio de su escritorio, con la barbilla recargada en la otra mano, pensativo. De pronto un sonrojo predominante inundo toda su cara y provocó que se hundiera entre la montaña de documentos que tenía acumulada. Puso sus manos encima de su cabeza, comenzando a maldecirse en voz baja acerca de lo estúpido que había sido ese día por llegar, tirarle una mierda de haré que te enamores nuevamente de mí o algo así, pegarle un porrazo y -casi- salir corriendo del hotel.

Al menos pudo apreciar que Antonio no parecía disgustado por su gesto, es más, parecía que le había agradado por el bonito rubor que cubrió sus mejillas morenas. Estúpido español idiota, ¿no se daba cuenta que sus expresiones tímidas eran las que más lo enamoraban?

Sacó rápidamente el celular de su bolsillo, mirando el último mensaje que le escribió Antonio justo después de Govert.

"Le has caído muy bien a João, dice que te estará esperando mañana." Contestó primeramente.

"¿Y qué hay de ti?" Preguntó Lovino a su vez. Al releerlo infló las mejillas, medio avergonzado de su pregunta.

"Me pondré muy feliz de verte de nuevo."

Bien, el mensaje podía ser interpretado de muchas formas, una mera cortesía por el tiempo que no se vieron; otra percepción es que estaba ansioso de recordar los días pasados y con la que más se quedaba Lovino es que de verdad tenía ganas de pasar el rato con él de nuevo. Lovino se mordió el dedo anular, mirando fijamente la pantalla, queriendo traspasarla para saber la respuesta absoluta.

De nuevo se cubrió la cabeza con las manos, estampando su frente con el escritorio. Sentía miles de bichos revoloteando por todo su estómago, acelerándole de paso su corazón. ¿Hace cuánto que no sentía esa clase de sentimientos, alegría, efusividad, melancolía, amor? A cada minuto que pasaba se dio cuenta que jamás esperó amar a otra persona que no fuera Antonio Fernández. Incluso si hubiese vivido toda la vida sin encontrarlo, lo seguiría esperando, incluso si hubiese aprendido a amar a otra persona, jamás habría sido tan intenso como el amor que le tenía a él.

Esperaba que Antonio sintiera lo mismo después de verlo. Lovino no estaba seguro de qué pasaría si todo acababa mal, mejor dicho, no quería pensar que algo podía salir mal.

— ¿Qué mierda estás haciendo? —preguntó Govert, asustándolo tanto que pegó un grito. Lovino alzó la mirada a él, tenía un aura oscura rodeándolo al ver todo el trabajo que había acumulado en su escritorio. — ¡Esos documentos debían estar ya!

—G-Govert... no te enojes. —Lovino tragó saliva, poniéndose nervioso. —V-verás, yo estaba pensando que... bueno... podría tomarme unas vacaciones a partir de mañana.

— ¿Ah? —más que una expresión confusa, sonó a un rugido de un tigre que buscaba devorarlo. — ¿¡Vas a dejarme el trabajo botado, imbécil!?

— ¡Tú ya tomaste vacaciones, tarado! —reprochó Lovino, apuntándolo con el dedo. — ¡Yo desde hace dos putos años que no tengo! ¿Ves esto? —señaló sus ojos, golpeándose repetidamente el pómulo con la yema de su dedo anular. — ¡Me saldrán arrugas en cuestión de nada!

— ¡Me importa una mierda que te vuelvas anciano a los veinte! —gritó Govert a su vez, azotando los documentos. — ¡Queriendo tomar vacaciones cuando me estoy partiendo el culo para que Heracles acepte la puta propuesta!

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