Sólo dilo, ¡IDIOTA!

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Desde que tenía memoria Arthur jamás se llevó bien con Antonio. Cuando lo conoció era el niño de las banditas en la cara, raspones en la rodilla y camisetas rotas llenas de tierra, al principio no solía molestarlo, incluso las palabras intercambiadas eran cordiales y empáticas; después se dio cuenta de su buena relación con Francis y Gilbert. Le cayó mal a partir de ahí, bastante infantil, pero eran críos de siete años. Luego el trío de idiotas comenzó a molestarlo siendo la cabeza Francis, bromas infantiles, no pasaban a más. Y así siguió por varios años, incluso conoció a un Lovino mucho más holgazán y tragón.

A los doce años varias cosas comenzaron a cambiar, Francis ya no estaba con sus -estúpidos- amigos. Ambos fueron enviados a Gakuen pues sus familias tenían más estabilidad económica en ese momento. Gilbert iba a otra escuela con Ludwig en Alemania, las finanzas de la familia Beilschmidt no se prestaban para un internado lejos de casa. Y Antonio se incorporó a una escuela en España, diciendo tonterías cursis de aguardar por Lovino del cual se había separado a los once años.

Arthur recordaba vagamente, solía ver a Antonio en las fiestas organizadas por su padre que invitaba a la familia Bonnefoy. Francis por supuesto no podía estar lejos de sus amigos en las vacaciones de verano, así los tres se la pasaban todo el tiempo juntos y él, como el chico reservado que era, solía ser obligado por su madre a jugar con los chicos de su edad. Odiaba eso, cabe destacar. Al menos hasta la adolescencia. Rememoraba con orgullo la primera vez que le soltó un puñetazo a Francis, le jaló de sus horribles cabellos de mujer y le zambullo en la fuente de agua, a vista de todos los invitados. Bonnefoy dejó de hacer tratos con su padre ese día y Arthur se llevó la paliza de su vida.

Se topó más adelante con Antonio, llegando al mismo tiempo a su era rebelde. En esa época Arthur no tenía tanta presión sobre sus hombros como en los días presentes, ni siquiera por Gales, y Scott apenas reparaba en él sin levantar una ceja extrañado de su presencia. Lo cual le hizo sencillo recibir y dar palizas como si fuese un vándalo cualquiera. Antonio no se quedaba atrás, con trece años tenía su sonrisa de idiota y un aura distinta que se relajó después de Emma; en poco tiempo volvió a ser el mismo chico dulce y encantador que todos conocían. Sólo fue una pequeña etapa en su vida.

Finalmente, su primer año en Gakuen junto al BFT fue el caos mismo. Scott de repente le dio por presionarlo para tomar un lugar en el consejo estudiantil, lo logró y en sus primeras semanas el trío de idiotas llenó de papel higiénico todo un edificio; los reprendieron a todos, Scott incluido, les amenazaron con expulsión y sus padres los suavizaron con una remodelación de todas las canchas de fútbol y tenis. Más un severo castigo para todos, Kirkland's incluidos.

Siendo esos sus antecedentes juntos, no entendía la razón, causa o circunstancias que alentaron al español a sentarse con él ese día.

— ¿Qué pasa? —preguntó Antonio mirándose el torso por si tenía algo en el uniforme. Arthur parpadeó y alzó una de sus exuberantes cejas, incrédulo de la pregunta. — ¿Qué?

—El jodido barbón esta por allá. —señaló a Francis, los miraba suspicaz, intentando leer las acciones y motivos que orillarían a Antonio para sentarse junto a Arthur ese día. Antonio no se movía, ignorando su protesta. — ¿No vas a moverte?

—Soy libre de sentarme donde quiera. —reprochó formando un puchero. Su compañera sentada detrás dio un respingo, enamorada. Arthur sintió por un segundo que pertenecía a una historia de manga, las cuales Kiku solía leer, donde el chico guapo siempre causaba suspiros, desmayos y orgasmos en las chicas de su curso y de toda la escuela.

Antonio era guapo, lo aceptaba. Aunque no debían hacer tanto drama por ello, de todas formas, él era demasiado despistado como para ponerles un poco de atención.

Tú + Yo= Error 404.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora