Quizás en la otra vida...

1.1K 91 490
                                    



Lovino se ajustó la corbata de color vino, observándose en el espejo para dejarla completamente firme. Se puso el saco negro, que combinaba con todo el conjunto, gracias a Bianca, y se terminó de echar atrás el flequillo que siempre le cubría la frente.

—Recuerda mantenerte firme. —dijo Arthur, sentado en la cama. —No dejes que te intimide, todos te estamos apoyando, recuérdalo.

—Lo mantengo presente. —suspiró Lovino, volteándose a él. —Desde la semana anterior que no has dejado de repetírmelo. Tú, Govert, el imbécil de Feliciano e incluso tu odioso novio.

—Es para darte fuerzas. —contestó Alfred, frunciendo la boca. Estaba en la cama de Arthur, leyendo un comic. — ¡Tú eres el héroe, Robín-Lovi! You can!

Él le dio una media sonrisa asintiendo con la cabeza. De la llamada de su abuelo ya habían pasado dos semanas, dos largas y tortuosas semanas. Donde cada vez que miraba pasar al español se le comprimía el corazón hasta casi hacerlo reventar, muchas veces tuvo ganas de correr a él y pedirle que se mantuviera a su lado. ¿Por qué su abuelo no pudo llamar un poco, tan solo un poco antes? Todo sería maravilloso si Antonio estuviera ahí, tomando su mano para reconfortarlo.

El italiano suspiró, tomando su celular, Feliciano le acababa de mandar un mensaje diciéndole que el auto que los llevaría acababa de llegar. Miró la foto en su buró, una donde Antonio y él estaban, la tomó por un segundo contemplándola a gusto, esa era la primera etapa del plan, faltaban muchas más, sin embargo, una vez que eso acabara podría volver al lado del español, ahora era su turno de esforzarse por él.

Salió de la habitación escuchando las porras del chico héroe al igual que unas, mucho más bajas, de Arthur. Al llegar a la planta baja, se encontró con su hermano menor que estaba recargado en la pared, diciendo algunas palabras por lo bajo, seguro dándose fuerzas para no echarlo a perder.

—Ya estoy aquí.

—Andando, fratello. —sonrió, renovando los ánimos de Lovino, su mayor fuerza estaba ahí.

— ¿Qué tanto estabas murmurando? —preguntó el mayor mientras caminaban. Notó a su vez que su hermano llevaba una cadena alrededor del cuello, aunque la figura que pendía de ella estaba oculta entre su camisa.

—Las palabras que me dijo Ludy antes de salirme de la habitación. —comentó Feliciano, apretando sus manos, nervioso.

— ¿Y qué fue?

"Estaré aquí cuando regreses, así que no te rindas." —recitó, tranquilizándose al decirlo en voz alta. —Y me regaló esto. —Feliciano llevó una mano a su cuello, sacando la cadena, la cual mostró la cruz de metal que colgaba de ella. —Es uno de sus objetos más preciados, y me lo dio a mí. Incluso me dijo que si tenemos que volver a ser a amigos o fingir desconocernos, estaba bien, que él esperará por mí. "No porque ellos no puedan sentirlo, significa que nosotros tengamos que olvidarlo."

Lovino subió al auto al final, dejando que el chofer cerrara la puerta, pensando que el macho patatas de verdad amaba a su hermano. Pudo comprender entonces el porque de la decisión de Feliciano al decirle todo; ambos confiaban tanto el uno en el otro, en el amor que se tenía, que si debían esperar años para estar juntos estaba bien porque lo harían.

Quizás debía aprender un poco de su hermano menor, pero ahora ya no tenía caso pensar en los hubiera. Tal y como lo había dicho Antonio, primero que nada debía hacer esto por sí mismo.

Fratello, si esto sale mal...

—Buscaremos más y más ideas hasta conseguir una que funcione. —cortó dándole una mirada firme. —Feliciano, nos tenemos el uno al otro, no lo olvides.

Tú + Yo= Error 404.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora