Nueva rutina.

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—Últimamente he visto muchos carteles de este tipo. —dijo Alfred, subiéndose los lentes para poder apreciar mejor.

¿Últimamente? Llevas aquí cuatros días, idiota. —los ojos verdes de Arthur se posaron en el castaño que veía con determinación el cartel. —Es una fiesta de bienvenida. Mañana se hará el anuncio oficial.

Los ojos azules de Alfred destellaron con felicidad. — ¡De verdad! ¿Una fiesta?

—Eso fue lo que dije. —sin prestarle más atención, el presidente volvió a tomar un sorbo de té y a leer los documentos que tenía en su escritorio.

— ¿Qué tipo de fiesta?

—De bienvenida.

— ¿Para quienes?

— ¡Para los de nuevo ingreso! —contestó, Arthur. Preso de la irritación por tener al autoproclamado héroe de regreso en su oficina. ¡Tenía mejores cosas que hacer que soportarlo!

— ¡Yo soy de nuevo ingreso! —exclamó Alfred, emocionado. El inglés rodo los ojos, decidido a ignorarlo. — ¿Quién está a cargo de la organización?

—Grupo 1-A.

— ¡Esa es la clase de al lado! —chilló, pataleando. Arthur volvió a alzar la mirada de los papeles, con expresión de molestia pura. — ¡No es justo! No hay mayor armador de fiestas que un americano. —inflando las mejillas, se dejó caer en el sillón con los brazos cruzados.

—Lo que digas. —Arthur se recargo en su mano, mirando con aburrimiento al otro. Le había quedado claro que, si el otro estaba ahí, no podría concentrarse por más que lo intentara. — ¿Y bien?

El castaño lo miró con una ceja alzada, sin quitar el mohín de su cara. — ¿Qué?

— ¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó, tomando otro sorbo de té. — No te pedí que vinieras. ¿Ya encontraste una forma de destruirme?

— ¡No te burles! —bufó, golpeando la mesita que tenía adelante. Las cosas parecieron brincar, sorprendiendo al presidente. — ¡Ya encontraré una forma!

—Si bueno. —Arthur se levantó y sirvió en otra taza de té. —En lo que la encuentras toma esto, y cuando termines vete. Tengo muchas cosas que hacer.

Alfred miró al rubio quién tenía una sonrisa divertida en la cara y después a la taza de té. — ¿Esta envenenado?

— ¡No tiene veneno! —Arthur se volteó, hecho una furia. Pero se calmó al notar que Alfred lo bebía con una cara divertida.

—Lo que sea. El héroe no morirá tan fácilmente.

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Estaba de un humor insoportable. Y por ello se había alejado de todo el mundo, incluso del bastardo español que llamaba amigo; no quería desquitarse con él, no porque Antonio no supiera controlarlo o que hacer para calmarlo. Sino que le haría preguntas, más preguntas de las necesarias y entonces tendría que dar explicaciones, y todo sería un caos.

— ¡Pero si es Lovi! —la melodiosa voz de su hermano menor llego a sus oídos, en ese momento sólo quiso arrancárselos y seguir avanzando. Pero si lo hacía, entonces preocuparía a Feliciano.

— ¿Qué mierda quieres, tonto? —preguntó, dándose vuelta. Su gemelo se hizo un poco para atrás, asustado.

— ¿Por qué estás enojado, Lovi? —chilló, cuando se le paso el susto. — ¿Papá te regaño de nuevo?

Un tic apareció en el ojo de Lovino, hace algún tiempo habían comenzado a darle mucho más que los verbales. Ahora el chigii sólo salía cuando se cagaba los pantalones, lo cual no era muy a menudo.

Tú + Yo= Error 404.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora