Las personas pequeñas eran muy extrañas, luego de decir que yo era su reina comenzaron a brincar de un lado a otro con alegría.
— Nos hemos librado del demonio. — Menciono uno mientras daba vuelta sin parar.
Fruncí el ceño y mire al señor Thomas, este se mantenía sin emoción algunas, pero los demás se estaban riendo.
— El demonio sigue con ustedes. — Aclaro el señor Thomas mirando hacia Alfred.
Todos se detuvieron y vieron al señor Thomas con cara de terror, mientras que Alfred solo frunció el ceño y se acerco hacia él.
— ¿Qué es lo que quieres? — Le volvió a preguntar. — No tenemos nada que te pueda servir.
— ¿Cómo se lo quito? —Le recordó mirando hacia mi brazalete.
Las expresiones que daba el señor Thomas eran frías y distante.
Alfred asintió y volvió acercarse a mi, miro con curiosa el brazalete y luego suspiro, antes de hablar.
— Consultare con los espíritus, pueden descansar hasta que regrese. — Le informo Alfred mirando al señor Thomas de reojo.
Él no le respondió, pero comenzó a caminar hacia una piedra grande que había, que hasta ahora me daba cuenta que estaba en ese lugar, el señor Thomas, se subió de un salto con mucha facilidad, se sentó en forma de indio, cerro los ojos y sostuvo su espada con una sola mano.
Algunas personas pequeñas regresaron a sus quehaceres, mientras que otros nos brindaban asientos para que nos pudiéramos sentar, me encanto, las sillas a pesar de que eran pequeñas estaban hechas con troncos y ramas, no sabía como lo habían hecho, pero estaban hermosas.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Había pasado una hora y nosotros seguíamos esperando, aunque los demás estaban muy entretenido hablando o inspeccionando el lugar, a mi no me dejaron ir. Luna llevaba media horas hablando con Lion apartados de todos, lo vi muy extraño, pero luego le iba preguntar.
Los hijos del señor Thomas, estaban también lejos de mi, se estaban riendo al parecer algo que le había dicho su tío Claus. Alice, Amaya y Bellidandy, se habían ido con el grupo de hacer el recorrido por todo el lugar, mientras que el señor Pablo se quedaba al lado mío, este no había dicho una sola palabra, solo gruñidos cada vez que yo intentaba hablar con él.