Capítulo 44 | Last Clue

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La Agente Park no alejaba la vista de los individuos situados a tan solo unos cuantos metros de ella, en una habitación demasiado pequeña como para alojarlos a los cuatro. La tensión podía sentirse con claridad en el aire, y las miradas de odio entre todos eran siempre correspondidas.

Él le hizo una seña con la mano a Henderson, quien comprendió y lentamente dejó de apuntarle a la Agente Park.

—Por favor, solo déjenlo libre a él —gruñó entre dientes la agente, llena de una incontrolable ira, pero más que nada, estaba llena de frustración. Mantenía la mirada fija en los oscuros ojos de sus agresores, sin la más mínima señal de terror a ellos en sus intensos ojos azules.

—¿Para qué ponga en peligro nuestra ubicación? —preguntó con ironía el de piel pálida— Ni soñando —río con fuerza, burlándose de la situación en la que se encontraba tan importante agente.

Ella ignoró el sentimiento psicópata de un homicida queriendo matar, aquel que sentía hacia el pelinegro. —Henderson, él es tu amigo, ¿por qué le haces esto a él? —señaló con la mirada a James, quién apenas se mantenía consciente debido a los golpes a los que fue sometido minutos antes por el mismísimo Logan.

Él elevó una ceja sin dejar de mirarla desconcertado. Una profunda risa malévola proveniente de Henderson resonó en la pequeña habitación. De la nada, aquello se detuvo y su rostro sombrío le causó escalofríos a la agente. —No tengo amigos, ni a nadie. Lo puedo matar si quiero, o a quien sea, es solo un estorbo aquí, al igual que tú —sonrió con cinismo antes de dirigirse a la salida de la habitación, pero antes de que siquiera colocara su mano en el pomo de la puerta, ella hablo.

—¿Y qué hay de Kendall? —Logan se encontraba de espaldas, esa fue la razón de que ninguno en la habitación pudiera presenciar la sonrisa esparciéndose en el rostro del de piel pálida, ni el leve sonrojo que le dio color a sus mejillas.

Sin responder absolutamente nada, ni darle tiempo a nadie de decir palabra alguna, salió velozmente del lugar, cerrando la puerta tras de sí y corriendo a ver a su, ya libre, amado.
—Liberaste al rubio, ¿no? —preguntó ella sin siquiera mirar a la cara al más bajo.

Al igual que su secuaz, él no le dio importancia a responderle a la agente. Tan solo se agachó hasta estar a la altura de un apenas consciente James. Con una pequeña llave lo soltó de las cadenas que lo mantenían atado a ese lugar, pero él ni se inmuto. Ya se encontraba inconsciente, en un estado extremadamente débil.

Una sonrisa malévola apareció en su rostro.

—¿Qué le hiciste? —gruñó a la defensiva la agente.

Él se encogió de hombros. —Lo sedamos hace un rato, no morirá, aún. —le guiñó un ojo a ella. La respuesta a ese gesto fue una mueca de repulsión.

—Te odio.

—Y yo te amo —le guiñó un ojo sonriendo perversamente.


**

Por otra parte, en la agencia se encontraba un más tranquilo Josh Redmond. Se encontraba completamente relajado, aunque no había olvidado a su compañera. Quién sabe dónde estaría en esos momentos... En que recóndita zona se estaría alojando. Él recordaba haberla escuchado hablar sobre alojarse en un hotel de quinta, ya que posiblemente conocía a los dueños, o algo por el estilo. Aunque en realidad, él no tenía ni la menor idea del paradero de la Agente Park.

Cerró los ojos y se acomodó en la silla giratoria de escritorio situada en la oficina de la rubia. Luego de comer apresuradamente aquella merienda, volvió para por lo menos vigilar el lugar por si regresaba Alexa, o alguien más. No regresó a su interminable búsqueda, tal vez las pistas necesarias estuvieran frente a sus ojos y antes que nada, tendría que relajarse para revisar con más lentitud, sin embargo, con mayor precisión y atención a detalles que podrían significar algo, sin importar que tan insignificantes lucieran a simple vista.

Estaba empezando a caer en la profundidad de los sueños. Él era una persona con la costumbre de dormirse en cuanto llegara a la proximidad de su cama, luego de un agotador día luchando por resolver casos sin solución alguna, o al menos a simple vista. Eso no había vuelto a suceder en dos días. El insomnio era algo poco común para el morocho, pero aún así luego de ser sometido a tanto estrés, era víctima de tal.

Al no estar bien descansado, se alteraba y no pensaba con claridad. Eso era lo que él pensaba, aún así, seguía teniendo sus habilidades como uno de los mejores en lo que hacía. Uno de los mejores agentes.

Sus ojos se abrieron de golpe y como el día anterior, casi cae de la misma silla giratoria a la cual no pertenecía. Esta vez no era su autoritario jefe, en su lugar había una chica de cabello castaño y lacio, ojos claros y rasgos poco definidos. Llevaba una bata de laboratorio y unos guantes blancos en sus manos. Por otra parte, lo único que le llamó la atención a Josh fue el teléfono que sostenía en su mano derecha.

—¿Qué encontraste? —preguntó saltando de donde se encontraba hasta estar frente a la chica. Ella tan solo respondió con un simple gesto, enseñándole la pantalla del teléfono en sus manos. Josh se mantuvo en silencio, procesando la información que acababa de recibir, de leer.

La miró a los ojos, esperando su explicación. Sin necesitar de palabra alguna cuestionando la dirección en la pantalla, ella se dedicó a responder. —No encontramos nada de manera superficial. Ni mensajes, llamadas, ni una imagen... absolutamente nada —Josh hizo una mueca de frustración—. Pero, el GPS nos proporcionó una dirección que no recorre Maslow a diario —señaló la dirección en la pantalla—. Ese fue la última zona registrada donde estuvo el teléfono antes de que el GPS fuera desactivado.

Josh asintió. —Bien, lo que haremos... —frunció el ceño dejando las palabras en el aire, sin siquiera preocuparse por terminar de darle instrucciones a su nueva asistente. Se agacho y recogió de debajo de su pie un papel bastante arrugado.

—¿Qué es eso? —cuestionó ella mirándolo con curiosidad.

—Las palabras han sido borradas con el lodo y las pisadas sobre esto, pero...—hizo una pausa antes de continuar, pensativo—, dame un segundo —camino a zancadas a su propia oficina. No se preocupo siquiera en sentarse sobre su propia silla de escritorio, tan solo se dedicó a darle órdenes a la computadora de encontrar a su compañera, a la Agente Park.

El morocho se sobresalto cuando la castaña le habló, sin haberse percatado de que ella lo había seguido. —El lugar que registró el GPS hasta hace un par de semanas, el dueño lo mantuvo en venta.

Josh asintió pensativo, esperando a que ella continuara, acción que ella no tardó en retomar. —Su cuerpo fue encontrado en una de las tiendas de la competencia. Creíamos que fueron ellos, pero lo más extraño es que el aviso de compra fue retirado horas antes de que se encontrara el cuerpo.

—Y ahora el lugar está a nombre de Carlos Pena —murmuró entre dientes el agente—. Envía todos los refuerzos a la juguetería The Big Toy. La Agente Park está allí, y no creo que haya sido su decisión ir.

Ella asintió caminando a paso decidido a llamar a demás agentes para acabar con el caso más difícil que la compañía tomara jamás.

—Me adelantaré —comentó Josh luego de tomar varias armas y recargar una de ellas con rapidez—. Acabaré con esto de una vez por todas.


𝗔𝗴𝗲𝗻𝘁𝗲 𝗜𝗻𝗳𝗶𝗹𝘁𝗿𝗮𝗱𝗮 / ʲᵃᵐᵉˢ ᵐᵃˢˡᵒʷDonde viven las historias. Descúbrelo ahora