Caminaba a la par con él, mantenía mi cabeza agachada guardando la distancia y la incomodidad en el fondo de los sentimientos que antes ni me preocupaban. A medida que el transcurso del tiempo fue fluyendo en el silencio intenté hablar. Era inútil intentarlo pero en verdad lo deseaba.
—Oye, no te preocupes, no te tienes que esforzar— agaché mi cabeza y mire al suelo con tristeza tratando de despertar, creer que lo que paso tres noches atrás solo fuera una pesadilla, me hubiera gustado seguir creyendo más tiempo esa mentira pero eran estos los hechos. Mis lágrimas comenzaron a desbordar de mis ojos, incapaz de levantar la mirada y ofrecerle una sonrisa a mi salvador encogí los hombros y hundí mi desesperación en mi garganta. Parecía entenderlo todo, mi sufrimiento, mis dudas, todo sin decir una sola palabra, me sostenía en sus brazos amablemente mientras acariciaba mis finos cabellos rojizos como si se trataran de un rubí preciado, pude notar como sus ojos se entristecían al verme de esa manera. Por favor, no pongas ese rostro porque se que yo soy la causa.
<< Todo estará bien >> me dije a mi misma mientras frotaba mi rostro en su suéter rojo intentando que la vergüenza no me ganara, era una completa tontería hacerlo pero era lo único que tenía. Trate de tragarme mi propio llanto y me separe de él y, aunque yo supiera que me dolía demasiado debía darle una sonrisa, una que me devolvió como si lo tuviera todo y no le diera miedo regalar algo tan hermoso como una sonrisa que si bien no era perfecta, era todo lo que tenía ahora.
Lo he perdido todo... mis alas... mi lugar en el cielo... mi arco... y mi flecha ¿con qué me defenderé ahora?... mi voz... Mi título, pero a cambio de todo lo valioso que atesoraba me dieron a alguien a quien le tengo que hacer feliz por toda la amabilidad que me ha regalado. Gracias Gabriel, aunque no me puedas escuchar, gracias por cuidar de mi cuando no tenías la necesidad de hacerlo.
— ¿Ana? — escucho una voz, reconozco esa voz pero no quiero que sepa lo que sucede; me volteo y lo miro horrorizada, tengo tanto miedo pero él me mira y sonríe.
— ¿Qué haces a estas horas del día con él en esas condiciones? ¡parece como si hubieran tratado de matarte! — soltó una pequeña carcajada y me sonrió de manera amable junto a unos ojos llenos de picardía. Intentaba no mirarlo a los ojos, yo no le podría decir, aun si pudiera hablar, tampoco pedir ayuda ni mucho menos regresar. — Nos preocupamos y me mandaron a buscarte. Vamos a casa — extendió una de sus manos esperando a que yo la tomara, gire mi cabeza hacia la izquierda en señal de negación sin poder dar un paso al frente o uno hacia atrás. Entonces sus ojos me miraron frustrados y tomaron mi muñeca con fuerza, su mano temblaba y mi corazón se aceleraba sin poder comprender ninguno de los sentimientos que ahora me llenaban, en cuanto comenzó a jalarme lejos de aquel lugar y mis pies se movieron instintivamente cerré mis ojos esperando recuperar la calma, fue entonces cuando escuche un par de pies extras que nos seguían desesperadamente y lo entendí, solo así comencé a forcejear para tratar de librarme del agarre de Eros y me miro fijamente en busca de una explicación, ambas respiraciones asustadas de las consecuencias.— Ella no puede hablar, deberías saberlo —Gabriel salio a mi defensa, sus palabras que me cubrían de manera amable ahuyentaban a Eros de manera fría y distante, él no lo podía creerlo, seguro quería mas explicaciones— la trataron de matar —prosiguió, como si adivinara mis pensamientos. Eros soltó el agarre en mi muñeca y poso su mirada en mi con cierta preocupación que entendía del todo.
—Lo siento— se disculpó sin hallar algo más que decir al respecto, como si entendiera parte de la historia, sabia que no debía pero aun así llegue hasta él y suplique por su ayuda, se que mis ojos decían eso, necesitaba su apoyo pero todavía sabiendo eso me abandonó, no sin antes decirme aquello que acabaría con mi esperanza. Cuando se alejó me sentí como si algo comenzara a fallar, y miré mis manos imaginando grilletes en ellas, grilletes sin cadenas en unas manos de polvo.Gabriel me alcanzó y me regaló una mas de sus sonrisas diciéndome de manera dulce— Todo esta bien —me repetía una y otra vez. Sabia que no estaba bien, nada lo estaba. Sabía que él quería convencerme de que lo estaba pero eso no era verdad. Ya no más, era hora de caer en cuenta de la realidad.
Gabriel está dormido y me alegra que sea así, no quisiera que me viera en este estado, después de todo no ha dormido en días por mi culpa. Miro las estrellas anhelando volver a casa y me doy cuenta de cuanto me estoy lastimando, mis ojos se cristalizan y de ellos corren por mi rostro un par de lágrimas mientras sollozo en silencio sumergiéndome en mi propia desesperación. Yo soy Cupido, mi trabajo es dar amor pero ¿Cómo puedo dar amor sin mi arco y mi flecha? Todavía ronda en mi mente lo que dijo Eros, tengo que alejarme de él sabiendo que es mi salvación y perdición, mi héroe y mi enemigo.
<<< Ahora tienes problemas más importantes, una flecha de Cupido no se puede romper o destruir pero si retirar, ¿aun no te has dado cuenta de tu error Ana? >>>
Si, si me di cuenta, lo siento, lo siento mucho, yo jamas te podre dar lo que tanto deseas.
Dejaré de pensar, tal vez si dejo de pensar y busco mas allá de aquel deseo te pueda dar algo mejor de lo que tu alma quiere. Porque después de todo, sea un accidente o no, estoy experimentado la huida.
Nota de autora: Este capítulo ha sido editado, espero que sea de su agrado. No olviden decirme si hallan errores, estaré contenta de leer su comentarios. Sin más que agregar espero que estes disfrutando de tu lectura.
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Cupido no se debe enamorar [En edición]
Romance"Me da miedo despertar un día y encontrarte a mi lado, pero me da más miedo sonreír porque estás" -Ana Pófefkti Ella solo quería pasar tiempo con la persona que amaba, él solo quería curar su corazón con ell...