Capítulo 29

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"Capítulo 1: El principio"


Estaba tan contenta, por fin me sentía libre y realmente enamorada. Este era mi final feliz perfecto. Me bajó cerca de un parque que al instante se me hizo conocido, tomó mi mano instintivamente llevé mis manos a su cuello, acerqué mi rostro al suyo para besar sus labios suave y delicadamente, fui correspondida y de la mano paramos junto a una fuente, la fuente de Cupido en la que alguna vez Julio me llevó y miré por ir primera vez de manera tímida los ojos vino de Gabriel, llevada a ese recuerdo sonreí sintiendo un alivio desde adentro de mi ser. Pensé, este debe ser mi final, después de tanto dolor puedo amarlo sin problemas y ser feliz sin miedos.

— ¡No lo hagas! —se escuchó la voz de Julio espantada que alertándonos al dar media vuelta divisamos a una chica con un arma en las manos. Escuché un disparo y acto seguido Julio cayó al suelo mientras su pierna se desangraba, Gabriel se puso frente a mí con el rostro molesto y serio mientras que yo aún no me podía mover por ver lo que estaba sucediendo de una manera tan acelerada.

— Así que todos estos años ella fue la otra —confrontó Isabel dejando ver su rostro lleno de rabia, ella había retirado por completo el maquillaje y había reemplazado sus ropas, sus ojos eran dorados como el sol, un sol furioso— ¿Porqué? ¡¿Porqué Gabriel?! ¿Porqué la preferiste a ella? ¿Era tan difícil el amarme? ¿Acaso no podías recordar a la mujer que amaste tanto y creíste muerta? —reprochaba la joven con lágrimas en los ojos.

— Déjalos ser felices Tamiz —pronunció Julio entre jadeos deteniendo el sangrado haciendo un torniquete en su pierna izquierda.

— ¡Cállate Julio! ¡Nadie aquí sabe que es lo que he hecho para poder ser feliz y al final tú, tú me jodiste la vida a cada instante! —me apuntó con su pistola con el rostro dolido. Pálido y sin habla Gabriel miraba petrificado los ojos dorados de la mujer que antes tanto amó.

— lo sabía... Tu hiciste que Gabriel me olvidara... Tú lo has sabido desde el principio... —vacilaba oraciones sin sentido en mi mismo lugar sin poder mover otro músculo, el arma apuntándome me hacía sudar y sentirse tan pequeña.

— ¡Maldita! ¡Tú no debiste haber nacido! —me maldecía, harta de gritar y entre sollozos la chica por fin tomó una decisión. Sentí el abdomen débil y doloroso, caí al suelo sin previo aviso y como junto a mi la luz de la luna quemaba mis alas, mi esperanza se había ido ahora después de resistir tanto tiempo, ahí mismo mi arco y mi flecha se rompieron y por último mi lengua fue sellada incapaz de pronunciar una palabra en ese momento, mentiras en el suelo y mi propia sangre regándose por el suelo mientras mi vista se hacía borrosa, le vi sonreír una vez más antes de verlo caer al suelo y como su mirada se apagaba frente a mí, escuché una patrulla a lo lejos cerrando con lentitud los ojos y observado como la vida de quién amaba se escapaba.

     Para cuando desperté me encontraba cara a cara con ella que no paraba de abofetearme molesta mientras gritaba que todo era mi culpa, sonreía sintiendo un sabor a hierro en mi boca que por un momento me quiso hacer vomitar, le sonría así molestándola más y más deseando que me matara, que acabara con mi dolor.

Evau espantada por la amenaza de muerte que la chica que le había hecho se digno de valor para confrontarla clavando en su cráneo un bisturí. Ella me arrebató la oportunidad de morir.

Cada vez peor, pensando en lo valientes que habían sido todos, en lo fuertes que eran, en lo buenos que eran comencé a llorar, primero casi inaudible hasta que sin serme suficiente comencé a gimotear, necesitaba más, los gimoteos se convirtieron en gritos de lamento al recordar mi estupidez, ¿Porqué no salvé a mi luz? Grité más y más hasta que me quedé afónica. Lastimé tanto mi voz que se me hizo imposible hablar por un tiempo.

Más calmada, días después observé mis ropas, mi vestido de boda y a un lado de estás mi falda roja y corbata del mismo color junto a la camisa que portaba manchada de sangre en el abdomen, recordé su dulce aroma a uva añeja atravesando por mi mente el recuerdo de cuando lloró frente a la tumba de su asesina, de cuando después de eso besó a su asesina en el festival de verano, toda una vida pasar y mis lamentos en mis pensamientos. Miraba el punto en blanco fijo en la habitación como si en ella se transmitiera mi vida llena de risas, enojos, sollozos y amor del trágico.

Por fin, decidí dormir un poco. Mientras Julio me veía dormir como su hermano una vez lo hizo cuando enfermé de gripe y fui a parar al hospital. Cerré los ojos pensando, Dios mío, ¿Porqué no muero? Ante esto solo observé la los rayos de luz de la luna y mis ya quemadas alas, mi espalda suave era testigo de que todo esté tiempo he sido un mortal y ahora me pregunto, ¿Podré algún día ser tan valiente como para morir?

 Cerré los ojos pensando, Dios mío, ¿Porqué no muero? Ante esto solo observé la los rayos de luz de la luna y mis ya quemadas alas, mi espalda suave era testigo de que todo esté tiempo he sido un mortal y ahora me pregunto, ¿Podré algún día ser ta...

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*Imagen: Ana Pófefkti Ágape.

Cupido no se debe enamorar [En edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora