Capítulo 24

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"¿Especial de San Valentín?"

     Recuerdo a detalle la historia de un ancestro, que siglos atrás hubo un hombre llamado Valentín, él era, Cupido. Por aquellos siglos los humanos prohibieron el amor, el matrimonio, solo existía guerra y matanza. Dió todo de sí, amaba tanto su forma mortal y a su amada que murió así cuando pudo escapar; con una sonrisa vio a su amada antes de convertirse en mi, recuerdo el fino y delicado rostro de la joven que le robaba los latidos a Valentín, lleno de fuerza cuando su amado fue llevado a la horca.

Tomó mi mano en aquella noche fría sacándome de mis pensamientos mientras abrazaba mi cintura, mirábamos el cielo estrellado carente de luna, no hacían falta palabras de ese recuerdo. Alguna vez lo escuché tocar la flauta ferozmente trasmitiendo tristeza, bajaba el tono haciéndola parecer frágil y que con una sola palabra la rompería, nuevamente era un vago recuerdo que se colaba en estos momentos, no sabía que pensar, estaba nerviosa por estos encuentros nuevos, esta vez estaba conciente de ello pero yo... Yo soy muy estúpida.

Esperaba el toque de la puerta, esperaba un deteriorado sonido que no se a donde me lleve. Al escucharlo mi piel se eriza, siente miedo a lo desconocido, piensa que el tiempo puede colapsar, lo ví entrar con su típico suéter rojo trayendo de vuelta dulces y amargos recuerdos. Me encontré en un abismo pérdida en los botones superiores del suéter que olvidó abotonar, me acerqué y por primera vez los abotoné, no fue como lo había imaginado, había un sentimiento extraño en tal acto, simplemente bajé mi mano hasta tomar la suya, deje la mirada ahí, tenía miedo a ver los ojos de Gabriel.

Yo aún estaba ausente, no entendía del todo a los humanos y por aquel entonces no lograba reflexionar lo suficiente, no entendía aún esos sentimientos, ni su odio, ni su desprecio, ni su forma de demostrar amor.

Nuestras manos entrelazadas por todo el camino me hizo apreciar los edificios de la ciudad, las siluetas formadas por las luces de cada tienda y por primera vez pude sentirme parte de esa ciudad, olvidé lo ajena que era a la tierra y me adentré más, más, más mucho más de donde debía a esa forma de sentir, una sonrisa dibuje en mi rostro y me dejé llevar. Me mostró los lugares que adoraba cuando nos conocimos, comimos golosinas, bebimos malteadas, compartimos un helado, conversamos sobre nuestros pensamientos pasados y dejamos de lado el hecho de "extraños", así, tomados de las manos encontré el pasar del tiempo en el reflejo de los cristales de las tiendas, cuando antes pasaba con la cabeza agachada y sonrojada detrás de él, cuando tenía miedo a verlo a los ojos por temor a enamorarme. Viajamos en tren y en autobús, subimos los edificios más altos y nos tomamos una foto en la Torre Eiffel como amantes adolescentes, como ancianos recordando los viejos tiempos olvidando así aquel ya perdido sentimiento que tanto nos atormentó, llamado duda.

Al paso del tiempo, mi ser se sentía más relajado y cómodo. Cada día pasaba por mi al trabajo y me llevaba a casa, en el trayecto hablábamos de lo grandioso que había sido nuestro día y al llegar a nuestro destino permaneciamos en silencio un rato, hasta que ninguno aguantaba más las ganas de hablar sobre sus penas, cuando llegaba ese momento solo me abrazaba y se marchaba dejando en el aire esa incertidumbre que había intentado borrar mi pecho, ambos lo sabíamos, ya no éramos niños.

Las cosas tenían que mejorar en algún momento. Larry estaba por volver a París después de casi un mes sin verlo, dijo que pasaría al restaurante a ver cómo iban las cosas y tal vez invitarme algo, solo si aceptaba, para arreglar las cosas, también comentó que tenía una sorpresa para mi. Ese mismo día Evau me marcó pero decidí ignorar esa llamada, ese mismo día Gabriel me llevó a su apartamento y ahí conversamos amenamente sobre la cultura de París, que al parecer era lo único que teníamos por completo en común. Cuando no hubo más que hablar Gabriel se levantó del sofá y entró a su recámara, cuando esté salió traía en sus manos una caja oxidada con un candado en frente y varios nombres escritos por detrás, Valeria, Luis, Tiana, Manuel, Rodrigo, Shopia, Isabel...— Larry, Ana... —, Susurré en cuanto se acercaba a mi, mi nombre estaba en esa lista.

— Siempre tuve curiosidad de saber que había adentro —él miraba por el ojo de la cerradura con una sonrisa nerviosa y curioso.

— si metes un papel con un deseo se cumplirá uno de ellos, solo si tienes fe y lo deseas de verdad; sin embargo solo puedes pedir deseos si eres el dueño de esa caja —solté al aire sin medir las consecuencias de mis palabras en ese momento, al levantar la mirada su rostro era serio y sereno.

— ¿Cómo es que recuerdas eso? —le sonreí temerosa con las manos temblorosas desvíe la mirada— fue una promesa —me levanté soltando un suspiro mientras me acercaba apresurada a quitarle la caja de las manos— lo sabía, tú eres la dueña de esta caja —levanté la mirada, encontré sus orbes a punto de derramar una lágrima, le arrebaté la caja y salí del departamento a toda prisa.

Al día siguiente recibí a Larry en el aeropuerto con una sonrisa un tanto fingida, para ser sinceros no quería despertar temprano ese día y menos verlo a él. En cuanto me vió se acercó sonriente, tan radiante como el sol, tan típico de él, se veía más bronceado y contento, correspondí el abrazo— ¡Ah, ya extrañaba París! —exclamó apartándose de mi, no pude decir alguna palabra— por cierto, quería decirte algo importante —recargó su codo en mi hombro simulando pensar, rodé los ojos con una ligera sonrisa— ¿Qué era? —se hacia el tonto, alejé su codo de mi hombro y le miré negando con un aire de cansancio, realmente no había dormido bien la noche pasada— la verdad es que tenía la intención de presentarte a alguien —, abrí los ojos con sorpresa y sonrojandome de golpe provocando una carcajada por parte de Larry— no era exactamente eso, es una nueva amiga —suspiré aliviada— aunque con gusto puedo presentarte a un amigo —me paré de puntillas y le di un golpe en la cabeza al tiempo en que grité— ¡Larry! —este solo me mostró una sonrisa avergonzado sin dejar de reír por mi reacción, me recordó al joven solitario perdido entre estantes llenos de libros, los pocos rayos de luz que se colaban en la oscura biblioteca y como su sonrisa la iluminaba sin problemas— vamos Ana, iré a verla ahorita, acompáñame, ¿Si? —cerré los ojos aún sonrojada y asentí. Salimos del aeropuerto rumbo a casa de la amiga de Larry, el trayecto era casi el mismo para ir a casa de Gabriel, me sorprendió que viviera en el mismo edificio. Cuando íbamos subiendo por el ascensor mi sonrisa comenzó a desaparecer, una idea se cruzó por mi mente y el miedo de confirmarla se dejó ver, el sonido de las puertas del ascensor abriéndose y al levantar mi rostro tragué un poco de saliva.

Larry me tomo de la mano y me hizo entrar al apartamento, cruzamos miradas, Larry sonreía victoriosa ante nuestra sorpresa, pronunció con intención de lastimar— Ana, te presento a Isabel, Isabel, Ana —sabia quién era ella, mis manos comenzaron a sudar— y el es Gabriel, el esposo de Isabel —.

Recuerdo como terminó la historia de Valentín, murió sin haber terminado de amar, murió dejando a su amada con un profundo dolor, aún pude percibir el dolor de aquella joven marcando sus ojos. Para mí, el día del accidente yo había muerto, Gabriel era la chica a la que deje con dolor y después reconstruyó su mundo y ahora, dime Valentín, ¿Porqué me comporto egoístamente y no lo dejo ser feliz? ¡¿Porqué tengo el derecho de resusitar y causar dolor?! ¡Dime! ¿Porqué mi condena es no poder amar de manera pura y correcta?

Feliz mes de San Valentín Ana...

Dije en mi mente intentando contener un grito que sabía, era pura y nada más completamente mi culpa.

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N/A: Hola lectores del bosque👀
Hace siglos que no actualizo y pues en serio, lo siento, aunque la principal razón de esto es  que debido a que la historia no es muy popular la he dejado de lado. Sin más que decir, espero que disfruten el maratón de esta semana. Subiré un capítulo diario hasta que acabe el libro.

Cupido no se debe enamorar [En edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora