Capítulo 9

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      "Antes de tomar una 
                  decisión"

Desperté temprano pensando en lo extraña que había sido la semana, salí del departamento cuidando de no despertar a Gabriel rumbo a la biblioteca. Pensaba en el camino que ya iban cuatro meses desde hace días y que ya era tiempo de volver, no podía evitar sentirme como una niña que huyo de casa. Tal vez así fue.

"Hola Larry" me mira sorprendido al ver un diploma detrás de mi texto —bien hecho, Gabi debe de estar contento— dijo eufórico, lo último más con incomodidad "aún no le he dicho, él ha estado un poco... Ocupado" rascó mi cabello un poco insegura para que luego el revuelva mis cabellos para después caminar e indicarme que lo siguiera —quería darte algo— lo veo confundida —es solo que estamos en noviembre, ya va a ser navidad, no te di regalo de cumpleaños y ¡agh! Creo que es el momento justo para darte esto— voltea entregando en mis manos una caja oxidada con candado y al reverso varios nombres escritos con alguna especie de plumón permanente —quiero que guardes esta caja por mi, ahora te pertenece a ti, mete tres pensamientos en ella, tres deseos y si tienes fe verás como se cumple tu deseo. Confío en que cuidarás los deseos de otros y los tuyos— su nerviosismo me conmovió al igual que sus palabras, lo abrazó, él corresponde fuerte, quiero decirle que no me quiero ir pero no puedo —que el destino nos reencuentre— dijo en cuanto salí de la biblioteca, quizá mi corazón logró escucharlo y por eso lo recuerdo.

Esperando el metro con un sabor agridulce en la boca escucho una voz agitada —¡Ana!— al voltear me encuentro con un par de ojos claros —necesito hablar contigo de algo importante— el metro llega, me sonríe de manera cálida pero yo la siento tan fría, me alejo y a punto de subir al metro —¡estaré mañana en el parque Luna detrás de la universidad!— grita antes de que suba, por un momento imaginé una salida, cerré mis ojos y en el otro instante ya estaba cerca del trabajo.

—¡Querida!— Doña Feli me recibe contenta, me recibe con un abrazo, no correspondí, mi pensamiento me estaba debilitando, sonreí como de costumbre y me dirigí hacia la cocina —¿estás bien? — asentí.
El turno terminó antes de que me diera cuenta, salí sin despedirme, nadie se percató; de camino a casa me senté en la banca de un parque olvidado, parapadeaba continuamente cuidando de no soltar algún suspiro, me concentraba "suspiro que sales, quedate dentro, no des a entender lo que no es o lo que es. Suspiro que trata de convencer al alma, alejate y dejame en calma" —¿Ana?— observé sus rubios cabellos, le sonreí, observo mis ojos, observe los suyos, noté tristeza, notó tristeza, jaló mi brazo y lo arrastró hasta una dulceria donde compro tantos dulces como pudo, volvió a arrastrarme hasta un parque cerca de casa, continuamos, esta vez caminando. Al parecer ambas queríamos aliviar dolor aunque ninguna sabía el dolor de la otra tome la iniciativa al meterme a la boca una bolsa llena de panditas azules, sus ojos se cristalizaron al introducir a su boca varios bombones a la vez —Gracias— a pesar de que no sirvió  de nada pude reírme de ella, ella se rió de mi y por un momento ambas sensaciones desaparecieron, podía fingir ante Gabriel que todo estaba bien.

Mientras subía por elevador el sonido de las puertas separarse me trajo de vuelta a la realidad, antes de eso pensaba que deseaba tanto que el elevador cayera hasta el último piso Matándome de una vez o que llegara al cielo pero estaba equivocada, al ver al frente presioné el botón para volver a bajar esta vez con un desconocido y bajo instinto humano, la posesión de otra persona. Aquella noche descubrí que esta no era solamente mi historia o la de Gabriel, había más, lo supe al verlo y sentirme mal, lo supe cuando el no dio cuenta de mi presencia en esa habitación.
Por ese entonces quería saber...  ¿Quién era esa chica?

N/A: Actualizaciones cada sábado, gracias por leer

Cupido no se debe enamorar [En edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora