Capítulo 21

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          "De aquella desolación"

     En cuanto abrí mis ojos una profunda reacción dentro del abismo que existe entre el amor y el odio se quedó en aquella mirada que inevitablemente esperaba mi regreso, uno que no podía hacer desaparecer— ¡Estás bien! —exclamó el pelirrojo en cuanto desperté, estaba recorriendo el mundo de los gigantes, me sentía tan inferior en mis pensamientos, Ev solo me miraba desde la puerta de la habitación con una expresión de duda ¿Ella lo sabía? No, tal vez ella quería saber eso, ¿Yo le daría la respuesta? Si, le daría la que no quería escuchar y no la escucharía, serían mis acciones las que hablarían por si solas. Me levanté despacio de la cama, aún me dolía la cabeza, de vez en cuando un mareo lastimero llegaba por partes a lo profundo de mis pensamientos, cuanto dolía pero aún así, con un rostro serio y ausente me levanté haciendo caso omiso al chico pelirrojo, miré a Ev, me sentía como al principio, me sentía en un dejá vú, en mi vida ya se había repetido demasiadas veces la misma escena. Esta vez evadí a Ev, si, ella sabía que no permitiría que me obligaran a volver, que no permitiría que este sentimiento me controlara y como una vez lo hice volvería a huir, salí de la habitación directo a la puerta cruzando la sala donde mis enemigos se habían reunido, de rostros delicados, miradas frías y bondadosas ¿Esos eran mis enemigos? ¡No me lo podía creer¡ Había convivido con el enemigo todo este tiempo, que decepción. Les dediqué una mirada desinteresada y aún confusa salí del departamento con determinación, así es, esa chica que pedía ayuda, que la recibía, esa que siempre ha dependido de los demás no permitiría que un héroe de cartón la volviera a controlar, si de eso se trataba la libertad, yo ya tenía una felicidad ¡No iba a dejar que me la arrebataran tan fácilmente, antes de eso lucharía sin cansancio por mi libertad y por mi felicidad!— ¡Ana, Ana! —sus gritos molestaban, deje de lado esas voces suplicantes, su dolor, sus emociones; miré por última vez atrás y salí del departamento, corrí a casa con el sol sofocando mi respiración, cada gota de sudor, cada paso apresurado con el tacón, cada fricción entre mis piernas,  a cada detalle esas voces se repetían pero yo, yo seguiría o eso intentaría.

     Enero terminó en desolación, sin dudas, melancólico y ocultadolo con euforia, deseando hablar quise cortar mi lengua solo para poder vivir mi propia libertad, para continuar sin escuchar, bloquear mi vista al egoísmo, fingir confusión.

     — Abel, vuelve Abel —la azabache se ahogaba en dolor, no quería permitirse algo tan primitivo, no quería dejar salir esa presión— llora todo lo que quieras, después de todo tú eres una señorita —y aquel oscuro prejuicio que había derrochado Julio la obligó a abrazar el cuerpo de Julio, tomar con fuerza su chaqueta y derramar todo ese dolor, convertidas en lágrimas empañó la mesita de noche y parte de la alfombra, la noche vacilante y orgullosa de sus efectos oculto la luna una vez más— ¡A-Ana era mi compañera de trabajo! —un gritó salvaje que no logro decir todo lo que quería opacando esos sentimientos, Julio se mantenía firme pero sonriente, se atonto con un solo pensamiento y débil abrazo a Abel, me dijo ya mucho después, cuando todo había terminado: "pensaba que eras un fénix de hielo".

     Me encantaría poder describir ese cómulo de sensaciones que tuve al tener que pararme frente a una apenas reconocible mujer que tanto me dió y no fui capaz de decirle adiós, de tener que pedirle nuevamente un favor, a eso se le llama ¿Vergüenza?

     Una noche, en la que Abel me reconoció como real se encontró con un Gabriel que aún no me quería reconocer, Abel se sentó a su lado en el bar y pidió dos cervezas— ¿Una es para mí? —preguntó Gabriel alcoholizado y con una mirada distante— no, tú ya tuviste demasiado —contesto Abel con los ojos aún rojizos denotando el paso de una lágrimas en ellos, la mesera llevo el par de cervezas a la mesa y en cuanto esta se fue Abel trago todo el contenido de ambos tarros de cerveza desapareciendo con esto la delicadeza de aquella señorita, sonrió con los ojos desorbitantes, quizá el alcohol ya le había hecho efecto, saco un cigarro de su bolso— no creo que se vayan tus penas con esos vicios —Abel encendió el cigarro— lo mismo va para ti. Dime, ¿Cuando fue que la encontraste? —con un poco de desinterés soplo el humo del cigarro en el rostro de Gabriel— ella no es real —comenzó a reír— ¿Quiere decir que estás aquí por diversión? —Gabriel alzó la mirada y en un acto rápido se levantó de golpe empujando la silla mientras apoyaba su brazo izquierdo en la mesa y con el derecho le arrebató el cigarro a Abel— ¡Soremi te está buscando¡ —aquel desinterés se desvaneció y en cuanto escuchó aquel nombre sus ojos se dilataron, Abel no levantó la mirada se encontraba en shock, no quería decirle a Gabriel— aún le puedo decir dónde estás —él no pretendía ser amable, estaba tan molesto como ella— eres un cobarde... ¡No te escondas tras Soremi! —levanto la cabeza con los ojos llorosos— ¡Fuiste tú quien le ocultó la verdad! —Abel se levantó y empujó lejos la silla, dolida por esas palabras levantó su mano izquierda y golpeó con fuerza la mejilla derecha de Gabriel para después salir corriendo de aquel bar, Gabriel se quedó el la misma posición, soportando el dolor de aquel golpe bien sabía que lo merecía, cerró sus ojos cerrando los puños sobre la mesa lamentando las palabras ya dichas— Ana... —dijo cayendo sobre la silla con debilidad— cuanto te extraño Ana —sonrió arrepentido.

     A pocas horas de  terminar enero me tomé la molestia de cerrar las cortinas del departamento, aquellas que molestaban mi mirada cada mañana y mirar la profundidad de la oscuridad del departamento solo un par de minutos antes de encontrar en mis ilusiones a Eros dentro de aquella oscuridad con tristeza mirándome fijamente, si, lo sentía demasiado pero yo no podía, no quería y mucho menos debía regresar. Eros ya no era mi problema, su mundo, el mundo de mis hermanos me era ajeno y una frase que papá siempre nos repetía volvió a mi mente de aquellos días y al recordarla sonreí por la seriedad que en ese entonces le tomaba.

"Tú no puedes amar, el egoísmo no es propio de un ángel ¡Cupido no se debe enamorar!"

Soñaba con rebelarme, lo logré y al final sólo me lastime, irónico.

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N/A: ¡Hola! ¿Cómo están? Espero que bien, lamento la tardanza ;-; nos leemos el sábado ;v ¡Prostú!

Cupido no se debe enamorar [En edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora