Capitulo 19

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"Que nuestra curiosidad permanezca"

Abel observo a Ana desde la cocina, sus movimientos y sus gestos pensando en que quizá también perdería a Ana.

Después de cambiarse salio corriendo del local, sintiendo como el viento chocaba bruscamente sobre su rostro, podía escuchar sus propios jadeos y su respiración agotada mientras su frente sudaba en agonía. Su delicadeza se comenzaba de desvanecer.
La garganta comenzaba a arder y su cabeza daba vueltas luego de haberse acabo tres botellas de ron pero aún no era suficiente, quería más, quería quemarse desde adentro con alcohol.
—¡Abel!
La azabache observo al joven y luego lo ignoró, este la jaló del brazo molesto y Abel solo lo empujó.
—¡¿Qué quieres?! ¡Lárgate y déjame sola!
Dejó una propina y salió del bar.
—¡¿Es en serio?! ¡¿Ahora bebes los lunes?!
Siguió caminando mientras se tambaleaba, el joven la seguía.
—¡¿Y a ti que te importa?! ¡Solo lárgate de mi vida, ya no tienes ni voz ni voto en ella!
Cayó al suelo con náuseas.
—Abel...
Lo volteó a mirar.
—¡Cállate! Julio es el que ha estado, me sacaste de tu vida y encima tuve que saberlo todo por Nina, tú no sabes lo que se siente ser abandonado e incluso me culpaste por lo de tu apartamento, no sé qué quieres pero vete... Por favor... Solo vete.
Sus ojos se llenaron de lágrimas, el castaño se agachó e intento mirarla a los ojos.
—Tranquila...
Abel se levantó de golpe con el riesgo de volverse a caer.
—Vete, puedo llegar a casa. ¿No fuiste tú quién dijo que yo no era una señorita?
Acomodó sus shorts y abotonó bien su camisa mientras daba media vuelta y se alejaba lentamente —Adiós, señor Paladecki— siguió su camino lleno de mareos.
Ya en casa, Abel se dirigió al baño y abrió la llave de la regadera, se adentro al baño con todo y ropa y dejó que el agua cayera sobre su cuerpo, se encogió de hombros y se dejo resbalar por los azulejos turquesa del baño —yo no soy una señorita— empezó a reír ardiendo en rabia y apenas respirando se quedó ahí sin hacer nada hasta la madrugada.

Abel observó a la nueva Ana entrar por la puerta con una sonrisa foránea parecía en sus ojos que el mar se secaría pero sin importarle se abalanzó sobre Ana —Waa~ ¡te ves hermosa!— le ofreció un cumplido que pasó desapercibido.

Abel tenía resaca y sentía un sabor amargo en su boca, llevaba medio día sin comer, a veces observaba a Ana comprarse extraño, siempre se preocupaba de más por otros al punto de olvidarse de ella misma, a pesar de las náuseas no había vomito, a pesar del malestar que traía su sonrisa despreocupada no desaparecía.
El martes el mismo chico fue a buscar a Abel y de nuevo el patrón se repitió, el miércoles el chico se sentó junto a Abel sin decir nada, el jueves la acompaño a la salida y el viernes Abel no estaba ebria, llevaba su teléfono en las manos con una gran sonrisa.
—Habiendo tantos bares, ¿Porque este?— Abel se levantó y acomodó su falda para luego sentarse a su lado —Sabes que este bar me pertenece ¿Porqué?— Abel lo observó cansada y soltando un suspiro se acercó al rostro del joven —Tu eres muy molesto. Hoy no vine a pelear, y si tanto quieres saber ayúdanos, después de todo es tu culpa que la perdiéramos— el castaño desvió la mirada y apartó su rostro de Abel, la azabache se sintió desilusionada, el teléfono del castaño empezó a sonar —si cambias de idea, iremos a esta dirección por si te interesa confiar en tu vieja amiga, adiós Gabriel— dejo la nota en la mesa y salió del bar.

—¿Estás lista?
Una chispa de esperanza se alojó en el corazón de Abel.
—¿Por fin la podremos ver?
Preguntó sintiendo su pecho palpitar cada vez más rápido.
—Eso creo.
El joven de ojos claros le regaló una sonrisa nerviosa.
—¡Vamos Julio!
Las puertas del hospital se abrieron dejando un recuerdo en sus memorias de cuando la curiosidad los unió.

*Flashback*

—¡Agh! Lo odio pero jamás lo dejaría morir, ni a él ni a Ana— Julio caminaba de un lado a otro de la habitación cuando de pronto salió el doctor del quirófano, Abel saltó y Larry se puso de pie en cambio Isabel mantenía la cabeza agachada mostrándose impaciente —¿Qué pasó doctor?— Julio era el que más nervioso estaba.
—se encuentran relativamente bien, el chico salió menos herido gracias a la chica que se puso frente a él y es por eso que la chica está mas grave, no hay garantía de que ella sobreviva pero si lo hace será algo complicado para ella recuperarse. Por otro lado deberían avisarle a su familia— el doctor se alejó dejando a todos atónitos, Isabel se echó a llorar en silencio y Abel se retiró de la habitación mientras Larry y Julio estaban inmóviles. Ninguno sabía exactamente qué había sucedido.

Julio llegó a casa y reviso el correo antes de entrar encontrando un sobre blanco que tenía escrito en el reverso "Para Julio y Abel de Ana" confundido abrió el sobre y entró a casa. Llamó a Abel, esta al escuchar sobre la carta salió del hospital en dirección a la casa de Julio que al llegar se mostró empapada de sudor.
—¿Dónde está la carta?
La dejo entrar entregándole el papel, ya sentados lo desdobló con cuidado.

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—¡Gabriel despertó!
Abel sonrió ampliamente entrando de manera brusca a la habitación de Gabriel —¡Idiota me asustaste!— corrió a abrazar a Gabriel, él solo le devolvió la sonrisa.

De momento todo se detuvo y Gabriel pronunció —Ana... ¿Dónde está Ana?— todos los que estaban en la habitación se miraron entre sí confundidos —¿Quien es Ana?— dijo Isabel con la voz temblorosa, el resto la observó —si, ¿Quien es Ana?— continuó Abel —¿Quien es Ana Gabriel?— Larry salió de la habitación y dejó un sobre para Ana en recepción.
—Ella no tiene familia, nosotros solo somos unos conocidos— se alejó con una sonrisa.
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Carta:

"Hola, creo que esta es la despedida o no sé, ni siquiera sé que intento hacer.
Para Julio:
Ya no se que escribir con exactitud, gracias, fuiste tú después de todo el que con amabilidad me cuido y me enseñó que el frío también calienta, ¿Siempre has sido así?
¿Sabes? Muy pronto volveré a casa, es un secreto. También tengo miedo y no me quiero ir pero hay personas que me necesitan muy, muy lejos de aquí. Gracias por ser ese amigo que fue capaz de soportar mi torpeza y poner en mis manos curitas y vendas. No quiero que esté sea el adiós así que por favor, ruegale a los dioses para que nos volvamos a encontrar, te quiero Julio, esperaré tu visita con ansias.

Para Abel:
A ti no te conozco, no sé quién eres pero para Gabriel si que eres especial, te ví por primera vez cuando subia por el elevador del departamento y créeme que cuando los vi mi día se arruinó pero me hizo darme cuenta de que ese no era mi lugar en el mundo. No sé qué tipo de persona seas pero sabes, me gusta el brillo de tus ojos cuando encuentra algo que le resulta hermoso. Ambos despiertan mi curiosidad, la misma que me arrastró a esta carta.

Para ambos:
Conozco a Julio y sé que leerá esto contigo, la verdad no yo entiendo la mitad de lo anterior, no he podido expresarme bien, no he podido disipar sus dudas o explicar muchas cosas, estoy a punto de escapar así que les pido a ambos que cuando yo no esté le digan que lo amo, que lo amo más de lo que cree y que me arrepiento de no poder hablar para decírselo. Isabel no debe saber de esto.
Nosotros cuatro somos una cadena de enigma, un misterio incompleto que de alguna manera nos reacomodara en un mismo camino, así que recuerden amigos y les pido ¡Qué vuestra curiosidad permanezca! Y nos reencuentre al final de nuestro rudo camino.

  Ana Pófefkti."

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N/A: Hola, lectores. Espero y les esté gustando :) nos leemos luego ¡Prostú!



Cupido no se debe enamorar [En edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora