Capítulo 7

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Mis ojos se volvían borrosos, ella dormía a su lado mientras sus brazos abrazaban de manera suave y delicada a él. Abrió sus ojos aun soñolienta y al verme corrió hacia mi, esto lo despertó a él también que se veía aliviado de verme, sus brazos rodearon mi espalda, yo aún en shock la aparté de mi.
Ella intentaba abrazarme de nuevo pero yo retrocedía, su mirada se sentía pesada en mi, miraba a Larry y a Ana repetidas veces rompiendo en pedazos aquel pedacito que ya no me pertenece. Salí de la habitación, ví a una Isabel preocupada de reojo y a Ana detrás de mi, entonces observe que iba dejando un rastro de lágrimas persiguiendo a un extraño que no sabe lo que realmente quiere en este momento, donde aquellas perlas me confunden y a su vez me hacen sonreír porque se que son para mi y entonces ella tropezó, creí que podría reír al ver aquella escena pero más bien corrí hacia ella —¿estás bien?—
Abrió sus ojos llorosos y se aferró a mi cuello como si sintiera que iba a caer, me aferre a ella —estuve preocupado por ti— la sentí sonreír, nuestros rostros estaban tan cerca, ella no era... Ella no podía ser mi hermana porque mi corazón la reclamaba de diferente forma pero como puedo aceptar lastimarla.

Narra Ana:

Desperté en casa, observe con ternura a Gabi que dormía tan pacífico a mi lado, sentía que podía acostumbrarme a esta tranquilidad y encontrar una hermosa felicidad si cedía a mi humanidad, ¿podía hacerlo verdad? Solo tenía que evitar que el cielo se enterará de mi desobediencia.

A un par de semanas después Gabi decidió que Larry, una chica llamada Isabel y yo fuéramos a un viaje a un centro turístico al aire libre conocido por ser usado por campistas que se encontraba a las afueras de París, según él para arreglar malos entendidos cosa que al final no terminó como lo planeado. Aun así yo estaba feliz porque estaba con Gabi.

Y luego de llegar terminamos perdidos en el bosque, muy alejado a lo que debía ser, lo sorprendente era ser los únicos en todo el bosque, estábamos hartos de caminar, especialmente Larry que apenas y podía con las muletas, ya sentados Larry se echó a reír, aunque desconcertados Isabel fue la única que se atrevió a hablar —¿qué?— su tono de voz era molesto, Larry paró de reír  —¿qué es gracioso?
—¿no es obvio?— yo los veía cansada, ahí volvían a pelear ambos, parecían tan tercos y obstinados, seguramente si pudiera hablar ya los hubiera callado
—es obvio que eres muy tonta para entenderlo— se burló
—tch, pedazo de enfermo— bien Larry provoca a la rubia para que te deje mas enfermo que ahora, yo solo rodé los ojos
—¡cierren la boca! Es una de las razones por las que estamos perdidos— parecía que Gabi también ya estaba harto de sus constantes peleas desde que Larry salió del hospital, Larry no se dejó silenciar —tú también tuviste culpa— Gabi miro al suelo y callo, todos tuvimos culpa —fue culpa de todos— Isabel intentó animar a Gabi y al no conseguirlo se sentó al lado de Larry echando un suspiró al aire, mordí mi labio inferior intentando contenerme.
De pronto Gabi comenzó a tararear una canción triste, muy melancólica, un poco fúnebre mientras miraba la tierra fijamente y se sentaba en ella, todos lo veíamos con atención incapaces de decir algo, tal vez por curiosidad, tal vez porque nos sentíamos de la misma manera o tal vez porque ninguno tenía idea de como retener las palabras, en ese momento mi ventaja fue el no poder hablar porque de haberlo hecho me hubiera sentido muy mal, escuche un largo suspiro seguido de una voz un tanto arrepentida y amigable —¡vamos hombre, no tararees esa canción tan triste porque mejor no...!— no terminó la oración y sacó su guitarra mientras comenzaba a tocar una canción un poco triste
—There was a time, I used to look into my father eyes, in a happy home, I was a Queen I had a golden throne...— Su voz era hermosa, Isabel comenzaba a agradarme —Those days a gone, now the memories are on the wall, I hear the song from the places where i was born...— continuó Gabi, Larry no se dejó opacar y continuó —Up on the hill across the blue lake, that's were i hade my first heart break... — Isabel y Gabi siguieron la letra, ambos sonreían, todo se había olvidado y de pronto aquel lugar desolado se convirtió en un escenario fabuloso para su actuación, yo solo aplaudía, todos disfrutábamos de aquel error, comencé a amar la melodía que pronto se convirtió en un extraño deseo. Mi mirada se interpuso entre las suyas, algo dentro de mi se revolvió, un sentimiento opaco que se intentaba dibujar con tiza blanca en una pared del mismo color y el color en ese instante comenzó a cambiar dándome la misma sensación, así es como lo recuerdo y yo no pretendía aceptarlo.

Los observaba y en aquel momento no pude evitar pensar en lo bien que se veían juntos como si de alguna manera mecánica intentara flecharlos, sentí asco de mi propio ser, no entendía aquel sentimiento y me comenzaba a partir poco a poco, de manera lenta y siniestra, una presión molesta y afilada que provocaba un chillido molesto pero sobre todo decepcionante.

—Ana, ¿estás bien?— se fue —¿estás bien? ¿te sientes mal? ¿tienes hambre? ¿te duele algo?— las constantes preguntas que me hizo con la esperanza de que contestara con voz propia me hicieron sonreír, una bella ingenuidad de ambos, su expresión había cambiado, volteo y cuando volvió a mostrar su rostro lo decoraba una cálida sonrisa y un lindo sonrojo apenas notable, seguro al verlo me puse de la misma manera. Se alejó un poco, me dio tiempo para escribir en mi libreta unas palabras, palabras que no fueron entregadas y tampoco dadas a entender. Nos encontraron.

Ya en casa, Gabriel durmió dejándome en una noche estrellada, de luna y soledad. Mi fe se había perdido, el cielo era un recordatorio de mi gracia y Gabriel era de mi humanidad. La es esencia de mi voz también se estaba perdiendo, el vago recuerdo del ayer se estaba desvaneciendo y paso lento se iba perdiendo a Cupido.

Desperté en el balcón de nuevo aunque esta vez no tenía lágrimas en mi rostro, aquel detalle me estremecía. Tome las cosas como a normalidad lo hacia, hasta que abrí la puerta del departamento y una mano intrusa se interpuso en mi camino, me gire, su peso cerró la puerta, él me miraba fijamente haciendo que me perdiera en cada defecto físico que lo hacia único —promete que volverás—
Lo dijo casi suplicando, tome su mano derecha y enseñé mi dedo meñique para después juntarlo con el suyo y luego finalizar con una sonrisa sin embargo él no quitó esa expresión, alejó la mano que me detenía, solté un pequeño suspiro, lo aparté y me senté en el sofá —no pretendía que te quedaras— bajó la mirada —es solo que...— lo ignoré —todo lo que pasó...— me observo —vamos Ana no te enojes, hablame— fruncí el ceño "no digas incoherencias, yo no puedo hablar" sonreí —oh vamos Ana, eres tan infantil— me abrazó, comenzamos a reír.

Aquel día no fui al trabajo, él no lo sabía y yo insistía en mantenerlo en secreto, pero esos gestos tan infantiles, aquel lado desconocido de Gabriel me conmovían. Aquella nota que jamás pude entregar me hizo perder el sueño más de una vez pero ahora solo me hacen preguntarme si a él le lograron conmover tanto como a mi.

Continuara...

N/A: Bueno está historia es un poco larga y perdón por no estar actualizando. Gracias por su apoyo. Recuerda que si te gusta mi trabajo no olvides pasarte por mi perfil, votar, compartir y seguirme. Harían feliz el pobre corazón de esta chica que esta rodeada de personas desinteresadas de mi trabajo. :3

Cupido no se debe enamorar [En edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora